Dos pantallas: una gran inversión para trabajar mucho mejor desde casa, y es muy fácil de implementar
Lo que alguna vez fue complicado e inestable hoy se hace con dos clics, y va a ayudarte notablemente en tus tareas de todos los días; sí, sobre todo con la notebook
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Hay trucos complicados que resuelven problemas simples. Hay trucos complicados que resuelven asuntos muy retorcidos. Y están también esos trucos super simples que cuando los ponés en práctica te preguntás cómo pudiste pasar tanto tiempo sin hacer las cosas de esta forma. De esa clase es el que vengo a traerles hoy.
No se trata de algo nuevo y habrá un porcentaje de ceja levantada de ese lado, lo sé. Es más: en el diario, todos los editores fotográficos trabajan de esta manera, y desde hace años. Pero también conozco el espacio de trabajo de muchos amigos y colegas, y sé que no es la norma. Dadas las circunstancias –cada vez más actividades digitales, en muchos casos remotas–, este truco es un antes y después. Garantizado.
Ahora, si no es nuevo, ¿por qué no venía haciendo esto desde hace rato? Hay una razón. Varias, en realidad, pero una es la más importante. Y para entenderla –me temo que les pasa lo mismo a varios veteranos– hay que viajar al pasado. Lo haremos después, porque de otro modo sería un spoiler.
Pregunta: ¿este truco es sin costo? No en este caso, pero no me extrañaría que tuvieras lo que necesitás olvidado por ahí. Si no, la inversión no es astronómica, y te sugiero que la evalúes seriamente. Después de agregarle memoria o un disco de estado sólido a tu equipo, este es un paso clave para mejorar tu experiencia ante la pantalla.
Bueno, en realidad, no pantalla. Sino pantallas. Dos como mínimo. ¿Alguien dijo tres? Sí, también. Acá en casa, uno de los integrantes de la familia usa tres monitores simultáneamente. ¿En serio? ¿No será mucho? Solía preguntarme lo mismo. Hasta que pasó algo.
Música a mano
Estos días, aprovechando que hice un cambio grande de hardware, decidí también reorganizar la disposición de mi espacio de trabajo. Nada que ver con la pandemia, antes de que me lo pregunten. Más bien ocurrió que al mudarnos decidí una distribución que en el momento parecía lógica, pero que en la práctica resultó un engorro. Hace cuatro años, me pareció que lo más adecuado era separar el estudio MIDI de mi mesa de trabajo cotidiana. Así que los teclados, la consola, los altavoces y el correspondiente monitor quedaron de un lado, y todo lo demás (impresora, teclado, otra pantalla, etc.), del otro, con la gran mesa de trabajo de por medio.
En la práctica no sirvió para nada. Para tocar un rato el piano en mis ratos libres tenía que dar toda la vuelta, llevarme el mouse y el teclado y encender la segunda pantalla. Como diseñador de espacios de trabajo me habría ido bastante mal, lo admito. Y ya saben cómo es: una vez que tenés todo armado, reformarlo es un dolor de espalda (literalmente, a veces). Así quedó.
Hasta que hice este cambio de hardware (básicamente, la PC que funciona como concentrador de todo lo demás). Entonces, ya que estaba en ese caos que es migrar de un sistema a otro, con todo desarmado y demás, decidí ubicar mis teclados a mi izquierda, de tal modo que para tocar solo tenía que girar la silla. Mi intención era descartar el segundo monitor (ya van a ver por qué), pero como también me sirve como hub USB, le di una segunda oportunidad.
Cuando todo estuvo listo, fui a la Configuración de Windows y, al revés de como eran las cosas veinte años atrás, en un pestañeo tenía la pantalla ampliada al segundo monitor, y con solo arrastrar una ventana (pongamos, el reproductor de música o las noticias) al segundo monitor, allí aparecía, como si hubiera por arte de magia.
Nada de magia, pero los veteranos saben que cuando empezamos a intentar esto de usar dos pantallas a la vez en la misma computadora las cosas no eran ni remotamente tan sencillas. De hecho, el experimento resultaba tan traumático que muchos (me incluyo) archivamos la idea como algo inviable. Esa era la razón por la que no había vuelto a tratar de usar más de una pantalla. No, ni siquiera con los simuladores de vuelo. Ya sé. Mala mía. ¿Pero cuántos seguimos quemándonos las pestañas con la pantalla de la notebook cuando por una inversión razonable podríamos usar un buen monitor y trabajar mejor? A eso vamos.
El paso por paso
El procedimiento es de verdad muy sencillo (sospechosamente sencillo, diría, para los que venimos usando computadoras desde hace 30 años). En mi caso, las dos pantallas están dispuestas así: la principal, o sea la que miro el 99% del tiempo, está conectada a la salida digital (o DVI). La otra, a VGA. Pero esto puede variar. En el caso de las notebooks ya tenés una pantalla y usualmente los equipos vienen con una salida alternativa; ahí es donde podes conectar un segundo monitor. De no ser así o si querés agregar una tercera pantalla (o una cuarta o una quinta), se consiguen hubs que permiten añadir más monitores. No son dispositivos económicos y es muy probable que no necesites uno, pero es posible.
Una vez conectadas y encendidas las pantallas (puede hacerse esto con el equipo funcionando, aunque es preferible evitar tal maniobra en un día muy seco, por la electricidad estática) hay que ir, en Windows, a Configuración> Sistema> Pantalla y allí deberían aparecer representadas visualmente ambas pantallas con un gran número en el medio: 1 y 2, en este caso. La número 2 estará de forma predeterminada a la derecha de la 1. Pero puede que tengas esa pantalla a la izquierda, como es mi caso. No hay problema. Basta hacer clic y arrastrar la pantalla número 2 al otro lado y listo. ¿Se acuerdan cuando soñábamos con algo así? Tempus fugit.
Muy bien. Ahora hay que decidir cómo queremos que Windows se comporte respecto de estas dos pantallas. Hay básicamente dos modos: Duplicar estas pantallas (SIC) y Extender estas pantallas (SIC también). Lo que quiere decir este galimatías es que, en el primer caso, los dos monitores van a mostrar exactamente lo mismo. En el segundo, que tendremos un área de trabajo del tamaño de las dos pantallas sumadas. Salvo casos especiales, este es el modo más práctico. Hay otros dos modos que pueden parecer innecesarios, pero no.
Esos dos modos adicionales son Mostrar únicamente en 1 y Mostrar únicamente en 2. ¿Para qué vamos a conectar dos pantallas, si queremos que solo una funcione? Bueno, hay un número de escenarios, pero además están las incompatibilidades. Resabio de los tiempos turbulentos en los que había que recurrir a la nigromancia para usar dos pantallas simultáneamente con la misma computadoras, hoy hay programas (algunas máquinas virtuales, por ejemplo) que no se llevan bien con la duplicidad, y en esos casos podemos cortar el flujo de datos hacia una de las dos pantallas y todo vuelve a la normalidad.
OK, si no tenés un monitor adicional, acá van los números. Una buena pantalla para trabajar (para gaming son más caras) está entre 25.000 y 30.000 pesos. Caras para los valores internacionales, pero de todos modos es una de las mejores inversiones que podés hacer para trabajar de forma más confortable y eficiente.