De conectarse a compararse: cómo las redes sociales fueron de lo positivo a lo negativo, y por qué no afecta a todos por igual
Los expertos advierten sobre la demonización de las redes sociales y piden, en cambio, analizar quién las usa y para qué al evaluar el impacto que tienen sobre nuestra salud mental
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Hace años ronda la hipótesis de que las redes sociales podrían estar provocando una serie de trastornos relacionados con la salud mental de sus usuarios, lo que entre otras cosas ha motivado la acción reciente de 33 estados de EE.UU., que interpusieron una demanda contra Meta (la dueña de Facebook e Instagram) por explotar “tecnologías sin precedente para atraer y, en última instancia, atrapar a jóvenes y adolescentes con el fin de obtener ganancias”. En enero de este año habían sido las escuelas públicas de la ciudad de Seattle las que iniciaron un proceso judicial que busca cambiar las formas como operan TikTok, Instagram, Facebook, Snapchat y YouTube para anular el sistema de recompensas del cerebro de los jóvenes para que estos vuelvan una y otra vez a las aplicaciones, y les generan ansiedad, depresión y pensamientos suicidas.
Ahora, un estudio científico independiente publicado recientemente dice no haber encontrado evidencia de que Facebook pudiera impactar de forma adversa en la salud mental de sus usuarios. La investigación, llamada “Estimación de la asociación entre la adopción de Facebook y el bienestar en 72 países” fue realizada por investigadores del Instituto de Internet de Oxford (OII), que depende de la Universidad de Oxford, en Reino Unido. Para su realización se utilizaron datos sobre la salud mental de casi un millón de personas en 72 países entre 2008 y 2019, entre los que se incluye Argentina. En concreto, se combinaron datos de bienestar existentes recabados por la consultora Gallup, que cubren a casi 1 millón de personas, con datos de los miembros de Facebook.
La buena noticia, de todos modos, no debería tomarse de con demasiado optimismo: “El estudio citado analiza únicamente si existe correlación entre la cantidad de usuarios de Facebook y los niveles de bienestar psicológico, considerando métricas de adopción de usuarios activos diarios (DAU) y mensuales (MAU). Sin embargo, estos datos no contemplan el tiempo de uso de los usuarios. Sin dudas, ingresar unos minutos diariamente a cualquier red social no tendrá un impacto en nuestra salud mental, ya que los problemas ocurren cuando existe un uso excesivo de redes sociales”, explica Leonardo Medrano, secretario académico de Insight 21, el Hub de Conocimiento de Universidad Siglo 21. Y agrega que “la cantidad y la calidad del tiempo que se pasa en redes sociales es la variable que se asocia a la salud mental. De ahí que diferentes estudios indican que el uso excesivo de redes sociales se asocia a menores niveles de satisfacción con la vida, y mayores síntomas de depresión, ansiedad y aislamiento social”.
Relación entre redes sociales y salud mental
Los primeros estudios sobre la psicología de Facebook en general vinculaban el uso de esta red social con resultados positivos. Por ejemplo, se decía que aumentaba el capital social, es decir, incrementaba la red de contactos y, por lo tanto, se generaba un aumento del bienestar psicológico producto de la interacción social. De forma adicional, a mayor interacción social con los vínculos personales, mayor feedback positivo de parte de los demás y esto en consecuencia traía mayor bienestar psicológico.
“Estos estudios eran transversales, los estudios longitudinales de algún modo corroboraron estos hallazgos, estamos hablando de los años 2007 a 2011 para poner un parámetro”, explica Alejandro Castro Solano, Director del Doctorado en Psicología de la Universidad de Palermo, e Investigador Principal del Conicet: “En esta primera época el uso de redes estaba vinculado a un aumento del bienestar vía la mejora o el acceso a los vínculos, y a la provisión de apoyo social que estos brindaban. Con el paso del tiempo, el uso de redes sociales continuó en aumento y en la medida en que su uso se popularizó, las investigaciones comenzaron a advertir de los potenciales efectos negativos derivados del uso de redes. Por otra parte, estas plataformas se diversificaron y aumentaron su impacto en la sociedad, especialmente en los más jóvenes”.
Al respecto, Castro Solano menciona que aquí es cuando aparecen dos efectos: “no es lo mismo conectarse online con vínculos cercanos que con desconocidos, la calidad del apoyo social recibido si se quiere es distinto en uno y en otro caso. Vínculos de menor calidad es igual a menor bienestar recibido, esto como para comenzar. Los estudios demostraron que dependía mucho de con quién uno se conectaba y que se hacía en Internet y no simplemente el estar online”.
Luego, en la medida en que se está expuesto a mucho contenido visual mediante redes como Instagram, las personas comenzaron a estar más sometidas a lo que se llama comparación social. “Las personas que tienden a compararse más en general la psicología dicen que son las que sufren más o tienen de algún modo peores resultados psicológicos. La comparación es un rasgo psicológico bastante estable”, dice el investigador, y completa: “Los estudios de investigación más actuales hablan de una relación levemente negativa con el uso de las redes sociales, casi diríamos neutro. Es decir, que no generarían un mayor malestar psicológico como comúnmente se piensa. El tema aquí es el tipo de uso que hacemos (si es más instrumental, si es porque no tenemos nada que hacer, si es para conectarnos con amigos o con desconocidos, etc.) y quién la usa, es decir, el tipo de personalidad que tenemos. Son todos efectos diferentes y la relación no es tan lineal. En el estudio de Oxford estas cuestiones más específicas no se consideraron”.
En definitiva, los entrevistados señalan que el tiempo dedicado a redes sociales y la dificultad para desconectarse son dos aspectos que no se han analizado en la investigación de Oxford, pero que impactan notablemente en los usuarios, en especial cuando genera interferencia atencional con otras tareas cotidianas.
“Otro aspecto que incide en las dificultades para desconectarse es el malestar que se experimenta al no estar conectado. El uso excesivo de redes lleva a que nuestro cerebro se habitúe a tener ciertos niveles de novedad y estimulación, los cuales son menos frecuentes en nuestras actividades cotidianas. Habituar a nuestro cerebro a este patrón de consumo lleva a que en muchos casos se experimente irritabilidad y ansiedad al no utilizar redes sociales”, detalla Medrano, y agrega un tercer mecanismo relacionado con el tipo de uso y usuario: “Muchas personas son más vulnerables a la comparación social y la necesidad de validación social. La comparación constante y compulsiva con otros usuarios puede generar envidia o sentimientos de inferioridad debido a las vidas aparentemente perfectas de los demás. Estos aspectos pueden influir negativamente en la autoestima”, remata.
Claves para un uso saludable
Castro Solano, que investiga este tema desde hace años, sostiene que, si bien el uso de las redes sociales en Argentina es alto en general, no trae necesariamente un correlato con problemas psicológicos. “Si bien existe una tendencia, el efecto no tiene un tamaño importante como para que sea considerado perjudicial. En general trabajamos mucho con variables de la personalidad y pudimos verificar que la introducción de estas variables, especialmente las más desadaptativas, lo que se denomina trastornos de la personalidad o rasgos de la personalidad patológicos, moderan mucho la relación que hacemos de la Internet. Es decir, el exceso de uso es más perjudicial para los que tienen más rasgos patológicos, no así para los que no tienen. No es una relación lineal”.
El investigador indica que “no hay un uso más saludable, sino que hay que ver quién la usa y para qué la usa”. De todas formas, para quedarse con los efectos positivos y evitar los negativos, hay algunas iniciativas que los usuarios deben tomar como, por ejemplo, limitar la comparación social, advierte Medrano. “Los seres humanos tenemos una tendencia natural a compararnos con otras personas para realizar autovaloraciones personales. Sin embargo, este patrón puede resultar inadecuado o llevar a problemas de autoestima.”
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