Data centers satelitales: ¿tus fotos contaminan menos si las guardás en el espacio?
Los centros de datos ya gastan, a nivel global, tanta energía como Irán. Por sí solos firman un 0,3% de las emisiones de carbono. Si contamos todas las emisiones del sector TIC, el porcentaje asciende al 2%. "Es difícil adelantar qué ocurrirá en el futuro, pero uno de los modelos más preocupantes predice que la electricidad requerida por el sector TIC puede exceder el 20% del total global para el momento en que un niño nacido hoy alcance su adolescencia, y con los data centers consumiendo más de un tercio de esto", explica Nicola Jones en la revista Nature. La búsqueda de soluciones lleva años en marcha. La más marciana quizás, y por múltiples razones es mandar los datos tan lejos como sea posible.
Resulta que podemos poner más nubes por encima de las nubes en las que solemos guardar nuestra vida digital. Mucho más alto, en el espacio exterior. Allí contaminan menos: en la órbita baja terrestre, el ambiente es fresquito por defecto. Desaparece el problema de refrigerar los centros de datos y el consecuente lastre de tarea en el gasto energético de estas instalaciones. Pero no es la única ventaja. La seguridad es otra consecuencia directa y evidente de guardar tus datos fuera del alcance de ataques físicos y -al estar en una red ajena a internet- inalcanzable también para los cibercriminales.
¿Cosa de pioneros?
Allá arriba, el cielo todavía no está muy enladrillado. Aunque proliferan nuevos actores en el sector aeroespacial, especialmente en materias de imagen y conectividad, el del almacenamiento de datos en satélites es un mercado aún incipiente. Spacebelt es la propuesta de Cloud Constellation Corporation, que imagina "un mundo libre de datos inseguros y problemas de jurisdicción" y se propone construirlo con ocho satélites que ofrecerán servicios de almacenamiento de datos desde el espacio. LyteLoop busca algo parecido. Una opción es guardar los datos directamente en el espacio. La otra, poner en órbita las claves necesarias para acceder a estos, que permanecen cifrados sobre la faz de la tierra.
"Como posibilidad, es efectivamente factible y resulta una idea atractiva. Existen beneficios bastante claros a simple vista como pueden ser la reducción de las necesidades de refrigeración y la disponibilidad prácticamente infinita de energía solar", razona Jaime Balañá, director técnico de NetApp España. Sin embargo, el resto de condiciones le inspiran más escepticismo que esperanza. "Hay inconvenientes como el coste por kilogramos a la hora de enviar material al espacio, la dificultad de mantenimiento o la velocidad de la transmisión de datos entre la órbita y la superficie terrestre".
El plan de Spacebelt es tener su red en órbita y en línea para finales de 2021. Su gran apuesta es la seguridad. "Los mayores retos en seguridad vienen determinados por la accesibilidad global de los sistemas. Si un sistema está conectado a Internet es susceptible de ser atacado por hackers. Un hipotético data center en órbita podría estar desconectado de Internet y ofrecer así mayor seguridad frente a ciberdelincuentes. Por supuesto, que la seguridad física estaría garantizada a 700 km de altitud", explica Balaña. Esta nube afincada en el espacio la presentan como una opción ideal para empresas y gobiernos cuyo mayor reto es procesar y mover datos sensibles alrededor del mundo. Con este pitch convencieron a finales del año pasado a la firma de inversión HCH Group Company, afincada en Hong Kong, que apostó por ellos con la contundencia de 100 millones de dólares.
¿Menos da una piedra?
Cliff Beek, CEO de Cloud Constellation, no deja de apelar a la conciencia ambiental. "Incluso aunque moviéramos un 1 o 2 % de todos los datos que se están almacenando en la tierra al espacio, creo que podríamos tener impacto", asegura en Ozy. Pero para Balaña la ecuación aún no compensa: "A día de hoy. creo que no es una opción real para combatir el consumo de energía. El altísimo coste de enviar material al espacio lo hace todavía inviable. Pero los esfuerzos de empresas como SpaceX en abaratar estos costes nos permiten pensar que ese día podría llegar", señala.
Además, los gastos adicionales no acaban con la inversión inicial. "Otro reto importante sería que un data center de este estilo, tendría que estar altamente automatizado y robotizado para que fuese lo más autónomo posible. En caso de necesitar un mantenimiento, un hipotético informático astronauta podría tardar meses en poder acceder", explica el director técnico de NetApp España. En este sentido, le parece más viable hundir los datos en el fondo de los mares. "En este tipo de soluciones, la energía se suministraría a través de un cable. Incluso si esta energía proviniese de combustibles fósiles el consumo sería bastante menor debido a la menor necesidad de refrigeración en el fondo del mar. También el mantenimiento sería más sencillo, ya que sería posible extraer el data center del mar evitando la necesidad del informático buceador".
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