Cuando el drone del vecino nos hace una visita indeseable
El avance de los vehículos aéreos controlados a distancia, cada vez con mejores prestaciones y cámaras más potentes, abre un nuevo debate en torno a la privacidad y la seguridad sobre su uso en los entornos urbanos
Como columnista que pone a prueba mucha tecnología, con frecuencia escribo sobre mis propias experiencias. Pero lo que sucedió la semana última realmente fue surrealista.
Comenzó el jueves, cuando comencé a escribir una columna sobre drones y las disputas que causan entre vecinos. La forma en la que estas discusiones generalmente comienzan: un vecino adquiere un nuevo drone (generalmente cerca de Navidad) y empieza a pilotarlo por el patio. Luego, normalmente, el drone vuela hacia el patio del vecino. Entonces el vecino se enoja particularmente porque, en la actualidad, la mayoría de los drones de uso recreativo están equipados con cámaras.
Algunos expresan su indignación a través de las redes sociales: "Mi vecino acaba de pilotar un drone hacia mi ventana y estaba filmándome", escribió un usuario de Twitter este mes. "Nunca en mi vida había hablado con él".
Otros utilizan sus puños, o algo peor.
En el 2014, un hombre de 32 años fue arrestado luego de que la policía afirmara que derribó el drone de su vecino cuando pasó volando hacia su patio, en Lower Township, Nueva Jersey. Se le imputaron cargos por delitos graves y podría afrontar 10 años en prisión.
El último mes de julio, William Merideth (47), derribó el drone de su vecino en Louisville, Kentucky, argumentando que estaba espiando a su hija de 16 años mientras tomaba sol junto a la piscina. Fue arrestado, pero un juez dictaminó que Merideth tenía derecho a derribar el drone y desestimó el caso.
Desde entonces, Merideth de cierto modo se convirtió en un portavoz anti-drone, llamándose a sí mismo el asesino de drones. "Las únicas personas de las que escuché algo negativo son liberales, quienes no quieren que tengamos armas y tampoco quieren que haya personas que tienen drones", declaró recientemente al periódico The Washington Post.
Cuando leí por primera vez estas noticias, sentí pena por aquellos que eran atormentados por los pequeños helicópteros molestos de sus vecinos. Qué irrespetuoso e invasivo, pensé.
Luego, me sucedió a mí.
Las únicas personas de las que escuché algo negativo son liberales, quienes no quieren que tengamos armas y tampoco quieren que haya personas que tienen drones
Estaba sentado en la oficina de mi casa, trabajando en esta misma columna sobre vecinos que discuten por drones, cuando escuché un zumbido extraño afuera. Levante la vista y, planeando a casi 7 metros (20 pies) de mi ventana, había un drone negro con una cámara redonda y negra, como un ojo, que me estaba apuntando.
Al principio me molesté y me sentí espiado. Pero cuanto más pensaba en ello, más me acercaba a la conclusión opuesta. Quizás sea porque me acostumbré a la realidad de estar monitorizado las 24 horas, los siete días de la semana, ya sea por cámaras de vigilancia o buscadores de Internet. Noto poca diferencia entre un drone que planea cerca de mi ventana y alguien parado al otro lado de la calle con un par de binoculares. Ambos pueden curiosear mi oficina.
Pero quizás yo sea parte de una minoría. Cuando se lo mencioné a mi esposa, ella se enfureció por la intromisión y por un minuto consideró comprar una escopeta por si el drone del vecino volvía a aparecer cerca de la ventana de nuestro dormitorio. A diferencia de los binoculares, ella argumentó, un drone en efecto puede ingresar en tu propiedad y observar desde posiciones estratégicas más invasivas.
No es extraño que la ley no se haya puesto al día con la tecnología. En 2013, el Servicio de Investigación del Congreso, un organismo de la rama legislativa, en la Biblioteca del Congreso, que proporciona análisis a esta entidad, publicó un informe: "La Integración de Drones al Espacio Aéreo Doméstico: Asuntos Legales Diversos", que alertó sobre las diferentes formas en las que los drones podrían ser utilizados para "acosar, hostigar, realizar escuchas telefónicas y actos de voyerismo".
Pero el informe también menciona que "determinar si un drone en vuelo está violando la propiedad de una persona podría resultar inusualmente complicado".
De alguna forma, los problemas de privacidad que se despertaron respecto de los drones reflejan los de tecnologías anteriores.
Como mencionaba un artículo de The New York Times, en 1990, los clientes que compraban telescopios en ciudades no deseaban ver las estrellas sino las ventanas de sus vecinos. "Aquí no vendemos moral", dijo un vendedor de telescopios. "Vendemos binoculares y telescopios". (La policía en ese entonces dijo que la solución a este problema era cerrar las persianas.)
Pero, como dijo mi esposa, un problema de privacidad exclusivo de los drones es el hecho de que se meten en ranuras del hogar que otras tecnologías no podrían alcanzar.
La red para atrapar drones de la Policía de Tokio
Me contacté con Brian Farkas, quien es un asociado de Goetz Fitzpatrick, un bufete de abogados de Nueva York, quien escribió sobre los drones y la privacidad, y le pregunté sobre mis derechos legales. Me explicó que en el viejo derecho consuetudinario británico hay una ley conocida como ad coelum et ad inferos (que podría traducirse como "al cielo y al infierno"), que garantizaba la posesión de las personas de lo que se encontraba por encima y por debajo de sus hogares.
A pesar de que esta ley ya no se aplica, dijo que si un drone volara en nuestra propiedad, potencialmente podríamos presentar una demanda civil contra el vecino. Y, en algunos estados, los drones que volaran cerca de la ventana también podrían ser considerados como un acto delictivo.
Pero como lo mencionó el informe del Servicio de Investigación del Congreso, todo aún está muy confuso. Actualmente, el Congreso está trabajando en un proyecto de ley para regular los drones recreativos, del que se espera que aborde el tema de la privacidad, incluidos los derechos aéreos alrededor de los hogares de las personas.
Hasta entonces, podría haber un horizonte de esperanza para aquellos que no quieren ir a prisión por derribar un drone. Un grupo de la Universidad Tecnológica de Michigan solicitó este mes una patente para una "trampa para drones", que es un drone especializado que puede disparar una red (como si fuera el Hombre Araña) y atrapar al drone en vuelo, incapacitándolo pero sin destruirlo.
O se puede hacer lo que hice yo: esperar alrededor de 15 segundos hasta que mi vecino se aburrió y pilotó su drone hacia otro lugar.
TRADUCCIÓN DE ÁNGELA ATADÍA DE BORGHETTI
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