Con un rechazo: así comenzó el romance entre Bill y Melinda Gates
Melinda Gates siempre ha tenido un carácter independiente. Cuando todavía era Melinda French y trabajaba en Microsoft en 1987, Bill Gates coqueteó con ella en el estacionamiento y le pidió que saliera con él dos semanas después. Ella lo rechazó.
"No me parece suficientemente espontáneo", le dijo. "Pídemelo de nuevo cuando falte menos para la fecha".
Una o dos horas después, Bill Gates la llamó por teléfono y la invitó a salir esa misma noche. "¿Esto sí te parece espontáneo?", le preguntó.
Y vivieron felices para siempre.
De hecho, no tanto. Melinda Gates ha escrito una nueva e inteligente autobiografía, The Moment of Lift, en la que cuenta cómo terminó siendo feminista y afirma que el entorno laboral estadounidense necesita una renovación.
Un ambiente con mucha testosterona
Algunas partes de su historia son profundamente personales. Soportó una relación violenta. Se sintió fuera de lugar en el ambiente repleto de testosterona de Microsoft. Después batalló para forjar una relación de equidad con Bill (el hecho de ganarle a Gates en un concurso de matemáticas contribuyó a ello).
Admiro mucho lo que Bill y Melinda Gates han hecho para remediar el sufrimiento en el mundo. Cientos de miles de niños sobreviven ahora cada año gracias al dinero, la defensa y el ingenio de los Gates. También se han mostrado resueltos a abogar por que se hagan cambios a las leyes tributarias (aumentar el impuesto a las herencias, por ejemplo) para crear una sociedad más equitativa.
Durante algunas entrevistas con Bill y Melinda a lo largo de muchos años, con frecuencia he intentado hacerlos hablar más sobre su relación, con el objetivo de animar conversaciones sobre la salud mundial y la labor de su fundación. Siempre se han resistido a mis cuestionamientos con determinación.
Por suerte, en su libro, Melinda se sincera acerca de los problemas maritales (los típicos que existen en todas las parejas) como una forma de relatar su trayectoria feminista. Algunos lectores podrían burlarse de estas dificultades y pensar: "¿Por qué tendría que sentirme mal por una multimillonaria?". Mi enfoque es distinto.
Por supuesto, sus desafíos no se comparan con los de las víctimas de la trata de personas, los ataques con ácido o la fístula obstétrica en todo el mundo. Apenas este mes, una valiente adolescente de Bangladés llamada Nusrat fue quemada viva después de haber reportado a su director por haberla manoseado. Ese tipo de injusticias repugnantes deben ser nuestra prioridad, pero nos falta autoridad moral para protestar en el extranjero cuando desdeñamos las inequidades en Estados Unidos.
Uno de los primeros desafíos de Melinda se presentó en el severo mundo de la cultura tecnológica, dominado por los hombres, en Microsoft. "Era un ambiente muy ostentoso, controvertido y competitivo, donde la gente discutía a muerte sobre todos los temas", escribe. Entonces comenzó a pensar en renunciar.
Luego se encontró con una colega, Charlotte Guyman, quien sentía lo mismo. "¿No es correcto que las mujeres lloren en el trabajo, pero sí que los hombres griten en el trabajo?", preguntó Guyman en una ocasión. Junto con otras compañeras, comenzaron a crear una serie de oasis en Microsoft donde la cortesía no era vista como un signo de debilidad. Un grupo fundamental de empleadas contribuyó a enseñar buenos modales en la empresa.
No obstante, aunque las mujeres conformaban el 35 por ciento de los licenciados en informática en 1987 en Estados Unidos, cuando Melinda se recibió de la Universidad Duke con ese título, la proporción había bajado al diecinueve por ciento. Solo el dos por ciento de los socios de los fondos de capital de riesgo en Estados Unidos son mujeres. La mayor parte del ámbito laboral en Estados Unidos sigue mostrando una tendencia desfavorable para las mujeres, en especial para las que son madres.
"Estamos enviando a nuestras hijas a un ámbito laboral que fue diseñado para nuestros padres, conformado sobre la suposición de que los trabajadores tenían parejas que se quedarían en casa a realizar el trabajo no remunerado de cuidar a la familia", escribe Melinda. Ella señala que Estados Unidos es uno de los pocos países en los que la licencia por paternidad con goce de sueldo no es obligatoria.
"Criticamos de inmediato las injusticias de género cuando las vemos en otras partes del mundo", comentó Melinda. "También debemos verlas en los lugares donde la mayoría de nosotros podemos percibirlas y hacer algo para evitarlas: en nuestros lugares de trabajo".
Escriben cartas a cuatro manos, pero les costó
Después de contraer matrimonio, en 1994, Melinda siguió batallando y un detonante de conflicto fue la carta anual que Bill había estado escribiendo para la fundación que habían creado. Melinda era copresidenta de la fundación y quiso escribirla junto con él en 2013. A Bill no le gustó la idea. "Los dos nos enfadamos", escribió Melinda, y agregó: "Creí que nos íbamos a matar entre nosotros. Pensé: ‘Bueno, tal vez esto acabe con nuestro matrimonio de una vez".
Al final, Bill escribió la carta de 2013 pero incluyó una sección escrita por Melinda. En 2014, se convirtió en una carta conjunta, pero escrita en su mayoría por Bill. Por fin, en 2015, se convirtió en una carta verdaderamente equilibrada.
Así es como se construye la equidad en un matrimonio: no solo con romance, sino también con trabajo arduo y cediendo a regañadientes. Cuando su hija mayor, Jenn, comenzó a ir a la escuela a una hora de distancia, ida y vuelta en auto, Bill se ofreció a llevarla dos veces a la semana. Eso cambió los hábitos convencionales y de pronto otros padres de la escuela también comenzaron a dividirse los viajes en auto.
"Cuando vimos a Bill conduciendo", explicó una madre a Melinda, "fuimos a casa a decirles a nuestros esposos: ‘Bill Gates está llevando a su hija a la escuela, así que tú también puedes’".