Las Toninas: la puerta submarina por la que el país se conecta a Internet
Allí llegan los cables submarinos que conectan a nuestro país con Internet; dialogamos con Level 3, dueña de una de las estaciones de amarre, y con uno de los buzos que trabajó en su instalación
Las Toninas, ciudad bonaerense que suelta anclas a 320 kilómetros de Capital Federal, fue elegida entre mediados de los noventas y el año 2000 por compañías de telecomunicaciones (Telecom, Telefónica, Level 3 y otras) para instalar una de las tecnologías que traen Internet a la Argentina: cables submarinos que dan el acceso al mundo online a través de fibra óptica (aunque no son la única manera en la que el país tiene acceso a la Red).
"Estos cables atraviesan los océanos siguiendo unas trayectorias precisas que sólo son conocidas por los navegantes que se valen de cartas náuticas actualizadas, monitoreadas celosamente por las grandes empresas inversoras por razones específicas de seguridad y que, al llegar a tierra firme, posibilitan la unión del país receptor con otros", explican Eleonora Verón y María del Carmen Villar, investigadoras de la Universidad Nacional de Mar del Plata, que en 2009 publicaron un informe de insoslayable repaso para los interesados en esta materia (se puede leer completo en el PDF que se descarga desde este enlace).
La voz oficial
Según explica Ernesto Curci, vicepresidente del área de Service & Network Managment de Level 3, empresa que desde comienzos de este siglo gestiona uno de los cables, la elección de Las Toninas no respondió a un capricho. "Se debe al lecho marino -dice, en referencia a las inspecciones preliminares, que determinaron la ausencia de piedras y otros restos que podrían afectar la salud de los cables-. Por otro lado, se trata de la primera ciudad (en términos geográficos) con esa condición. Podríamos ir más al sur, pero eso requiere agregar más cable y, por ende, implica un costo mayor". En este sentido, se comprende que el Río de la Plata presenta condiciones muy poco favorables, teniendo en cuenta el poco amable suelo barroso y el gran tránsito de barcos en la zona.
Un rosario de datos técnicos facilitados por Level 3 indica que el cable tiene una extensión total de unos 20 mil kilómetros y forma parte del SAC (siglas de South American Crossing), un anillo interoceánico que bordea América del sur y provee conectividad a diversos países de la región. En términos operativos, transporta una tasa de datos aproximada de 1,5 terabits por segundo (un terabit equivale a un millón de megabits). Vale recordar que el promedio de velocidad de la banda ancha fija en la Argentina es de 4,4 megabits por segundo, de acuerdo a Cisco Visual Networking.
En cuanto a la estructura física del cable, su principal componente es la fibra óptica, "que está compuesta de cuarzo puro y una mezcla de dióxido de silicio y aditivos de dopado en forma de capas concéntricas -explica-. Para la fabricación del cable se utilizan distintas capas: esto tiene fines de protección mecánica, contra la humedad y el agua. Además el cable lleva un elemento conductor que es utilizado para la alimentación de los repetidores del sistema".
De Las Toninas a Brasil y a Uruguay
Durante el proceso de instalación, en primera instancia se define la traza en el lecho marino y estos datos que se cargan en el barco desde el cual se lleva a cabo la operación de tendido, enterrando el cable con un equipo especial. Hasta llegar al mar, el cable de Level 3 recorre casi 2 mil metros bajo tierra, protegido por una estructura de hormigón. Desde Las Toninas alcanza a Santos, en Brasil, instalado a un metro por debajo del suelo marino. Curci afirma que en quince años no han habido cortes en la Argentina. "Los sistemas son muy seguros. Todos están duplicados y presentan amplios márgenes de seguridad. La tasa de falla de los sistemas de cables submarinos es baja".
Baja, pero no imposible: en la última década algunos cables (en Egipto, por ejemplo, o en Vietnam) se cortaron por diversas razones (el ancla de un barca se llevó uno, por ejemplo), dejando a zonas enteras sin conexión.
A la estación de amarre de Las Toninas llegan más cables: el Atlantis 2, gestionado por un consorcio de firmas de Europa y Estados Unidos; el South America-1 propiedad de Telefónica; y el denominado Bicentenario, que comparten Telecom de Argentina y Antel de Uruguay; otro cable que une ambos países es el Unisur. El funcionamiento de todos ellos es similar.
En todo el mundo hay muchísimos más cables: la consultora Telegeography tiene un sitio interactivo que permite verlos a todos ellos en detalle.
Una pizca de misterio y una buena dosis de indiferencia
Recientemente, Level 3 organizó un viaje relámpago a Las Toninas para que periodistas de diversos medios pudieran conocer desde dentro las instalaciones de la compañía. No es el primero que organizan y, gracias a estos convites, es de conocimiento público que allí no trabajan muchos operarios: las tareas no exigen una plantilla extensa in situ.
Las Toninas es un universo pequeño: si todos los habitantes de aquella localidad ingresaran al Luna Park porteño, dejarían más de 6 mil localidades desocupadas. En parte gracias a esta idiosincrasia de pequeña aldea emprendí decidí poner a prueba la teoría de los seis grados de separación, que supone que existe una conexión con cualquier persona del mundo en una cadena de muy pocos intermediarios. Así llegué hasta uno de los buzos profesionales que instaló estos cables en las profundidades del Atlántico.
Probé primero en Cooperativa COCYC de Las Toninas, que brinda el servicio de telefonía fija en el lugar. No tuve suerte (ni ayuda alguna). Luego, en el localísimo Petit Hotel: Mónica, una de las dueñas, me confesó que no conoce mucho acerca de esta tecnología, que los huéspedes no suelen consultarles sobre las cuatro estaciones de amarre que traen Internet al país y que entran del mar a los médanos de Las Toninas y que, lejos de haber entregado beneficios en términos sociales o de empleo, la instalación y posterior puesta en funcionamiento de estos cables no tuvo una gran repercusión entre los toninenses.
En Postigo, una farmacia ubicada en la avenida 7 de la ciudad balnearia, tuve más suerte. "Mi suegro fue uno de los que instaló los cables de los que me hablás", me dijeron. Así llegué a Ricardo Bukel, vecino y buzo profesional que junto a su socio Jorge Darruspe, fue una figura tan cardinal como desconocida de la llegada de los cables submarinos al lecho marítimo de Las Toninas.
Fiber optic submarine cable pic.twitter.com/BckaZx5I50&— Things Cut in Half (@HalfPics) noviembre 17, 2013
Entretelones
Bukel fue contactado por Steve Horne, un capitán de marina inglés que estuvo al frente de este proyecto monumental. Ratificó aquello de que la llegada de esta tecnología a Las Toninas no tuvo el impacto esperado en la economía local. "Quizá solamente en el momento en el cual llegaron, pero acá esto no dejó plata para nadie", explica.
Además, tal como contó el periodista Darío Laufer en un artículo publicado por la revista Information Technology sobre la vida en Las Toninas después de la instalación del cable, "contar con un recurso a la mano no hizo que los ciudadanos de esa zona pudieran utilizarlo para acceder velozmente a Internet o como herramienta para el desarrollo de la comunidad", una realidad que, según el autor, es análoga a la realidad de "los campesinos bolivianos que llevan a pastar a sus animales sobre un suelo que tiene enterrados miles de kilómetros de caños que exportan gas, mientras ellos pagan la garrafa a precios que triplican el valor de los países que les compran".
Bukel corroboró el poco personal que trabaja en las estaciones de amarre y afirmó que a pesar de ser cierto aquello de que los cables son altamente seguros, una breve "coca" (jerga del buceo que refiere a una vuelta similar a la de las mangueras cuando se atascan) alcanza para romper un tramo del cable que hace de Las Toninas una de las pocas puertas de entrada a Internet (aunque no la única) que tiene la Argentina.