Cómo se construye la vocación en ciencia y tecnología
Cuando tenía 17 y estaba terminando la secundaria pasé por un momento complicado de mi vida. A esa edad se nos pide que elijamos qué nos gusta y qué no y qué profesión queremos tener el resto de nuestras vidas. Por supuesto que se puede cambiar, pero siendo adolescente, yo viví este proceso de elección como algo definitivo.
Mis amigos y amigos iban decidiendo sus carreras y parecía que todos ellos estaban muy convencidos desde muy chicos: “siempre me gustó la arquitectura, desde chiquita jugaba a construir casas y ciudades para mis muñecos”, “mi materia favorita fue siempre historia y me encanta entender los procesos sociales y culturales, quiero ser abogada”, me decían mis amigas. A mi hermano le gustaron siempre los idiomas y le encantaba (y encanta) aprender varios de ellos.
A mí no me pasaba así. Cada año mi materia favorita era una distinta, en primero me gustaba dibujo, después biología, después derecho, después filosofía. De chiquita jugaba a distintas cosas: resolvía jueguitos de ingenio pero también leía mucho, hacía deporte, salía a la plaza con mis amigos y amigas de Barracas, aprendía música e iba a los scouts.
Cuando me estaba rompiendo la cabeza tratando de elegir quién quería ser fui a orientación vocacional del colegio y me pidieron que me dibuje trabajando en el futuro. Entregué la hoja en blanco. Siempre supe que quería trabajar pronto y siempre supe que quería que mi trabajo mejorara el mundo de alguna manera.
Por suerte mi colegio tenía un sexto año orientado, optativo. Había tres orientaciones: “humanidades”, “ciencias biológicas y de la salud” y “ciencias exactas, tecnología y diseño”. Elegí el último, me parecía más amplio, y me puse a trabajar. Mientras tanto traté de investigar lo más posible especialmente sobre las profesiones sobre las que no conocía. Traté de hablar con gente, leer muchos foros (que eran “la posta” en esa época) e investigar el material online de cada carrera (que obviamente no entendí nada). A esa edad, al menos para mí, era súper difícil encontrar gente cercana que trabajara o estudiara en alguna de las carreras que yo estaba investigando, con la que pudiera charlar y aclarar mis dudas.
Así que, en un plan kamikaze, me anoté en Ciencias de la Computación en la UBA. Había programado solamente en primer año y el programa más difícil que había hecho me preguntaba mi nombre y hacía un promedio entre números. Informática de primer año del secundario fue una materia que casi me llevo a diciembre, así que honestamente no entiendo muy bien por qué me anoté en Computación. No me equivoqué, pero tampoco tenía toda la información que necesitaba en ese momento para elegir una carrera. Al día de hoy siento que fue un poco casualidad.
Un estudio de la Dirección de Orientación al Estudiante (DOE) de la UBA se propuso identificar qué motivaciones se ponen en juego cuando los adolescentes deciden acerca de su futuro profesional. Para eso, encuestaron a 1124 estudiantes del último año de la secundaria, todos de escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires. El informe muestra que los varones suelen priorizar carreras con buena salida laboral y las mujeres “la vocación”. Pero: ¿cómo se forma la vocación? ¿Es algo innato? ¿Se construye? ¿Qué factores influyen?. La Caro adolescente de 17 años no tenía una vocación marcada y terminó eligiendo una carrera en tecnología, una profesión tradicionalmente asociada como masculina.
El informe PISA 2015 revela que el interés de las mujeres por las STEM (las siglas en inglés utilizadas para denominar a disciplinas como ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) se ve influenciado principalmente por dos factores:
- La forma en la que perciben a ellas mismas (qué son buenas haciendo y qué es bueno para ellas)
- Su actitud respecto a la ciencia (si piensan que la ciencia es importante, útil e interesante)
Ambos factores están directamente relacionados con el ambiente en el que se mueven y sus procesos de socialización, más que a factores innatos o biológicos, según nos explica un informe de este año de la UNESCO.
Uno de las ideas que los chicos y chicas tienen sobre la ciencia y la tecnología es que es una actividad “difícil”. Desde tan temprano como desde los 6 años las chicas son menos propensas que los chicos a asociar personas realmente muy inteligentes (“really really smart” ) con su género. Además deciden participar menos que sus pares varones en actividades descriptas como “para chicos y chicas muy inteligentes”.
Cuando se les pide a adolescentes que dibujen personas trabajando en diferentes profesiones, tanto los chicos como las chicas dibujan a personas trabajando en ciencia y tecnología como hombres poco atractivos, viejos o de mediana edad y con pocas habilidades sociales. Estoy segura que a mis 13 hubiera dibujado un programador como mi profe de informática de primero: pelo largo, barba, anteojos y higiene un poco dudosa.
Los estereotipos de género y los “chistes” sexistas en redes sociales y los medios masivos de comunicación influencian también la elección de los chicos y las chicas por profesionales en tecnología y ciencias. Un tercio de los posteos compartidos en redes sociales por usuarios latinoamericanos con temáticas de ciencia y tecnología (especialmente matemática) son sexistas y un 75% de estos mensajes “graciosos” que indican que las chicas no son buenas en matemática y tecnología fueron compartidos por mujeres, según nos muestra “I’m not perfect, I’m pretty”, un informe del BID de este año. Una de mis mejores amigas siempre dijo que ella “no entendía matemática”. Yo siempre pensé que nunca había hecho demasiado esfuerzo por entender, que ese “no entiendo” era más bien una excusa para que le pase los ejercicios en las pruebas.
Conocer a alguien que trabaje o esté interesado en estas áreas es también una de las principales razones que influencian la decisión de las chicas por estas carreras, según nos muestra Women Who Choose Computer Science—What Really Matters , un informe de Google del año 2014. Conocer en persona a alguien con el que identificarse ayuda a deconstruir estos preconceptos y estereotipos acerca de quiénes son y qué hacen las personas que trabajan en STEM.
La capacitación, el apoyo y las actividades concretas para desarrollar proyectos reales con tecnología, incentivados desde las familias y la escuela desde edad temprana, son fundamentales en la elección posterior de carrera, pero existe muy poco de esto.
En Chicas en Tecnología hicimos una encuesta entre las 135 chicas que se anotaron a nuestras programas. Los resultados que tuvimos se condicen muchísimo tanto con mi experiencia personal como con todos estos datos. El 70% de ellas prioriza al momento de eleccion de una profesión el sentir que “son buenas haciendo esto”. ¿Cómo podrían sentirse buenas haciendo algo que nunca probaron? El 50% de ellas no conoce a nadie que trabaje en tecnología y del 50% restante, el 80% conoce a hombres solamente. No se puede (o es más difícil) ser lo que no se puede ver.
Hoy tengo 28 años. Más de 10 años después del momento en el que elegí mi carrera todavía siento que faltan espacios de aprendizaje, de exposición no solo a tecnología sino a distintas carreras en STEM. Queda mucho por hacer para que la elección de la “vocación” sea realmente libre, informada y sin prejuicios, estereotipos o preconceptos.
Carolina Hadad es programadora y co-fundadora de Chicas en Tecnología