Los datos nos ponen estupendamente poéticos. Los hemos llamado petróleo, tsunami, residuo nuclear, oro, fuerza de la naturaleza, sustrato... ¡Hasta panceta! ¿Por qué lo hacemos? Para entenderlos: "La función de la metáfora es proporcionar imágenes que vos identificás. La función del divulgador es recurrir a imágenes que puedan proporcionar ese patrón de memoria que te permite identificar las cosas", explica Antonio Rodríguez de las Heras, catedrático de la Universidad Carlos III.
El problema es que muchas metáforas no están precisamente casadas con la neutralidad, tienen implicaciones cognitivas que definen nuestra relación con las realidades a las que hacen referencia. "Si son petróleo aprovéchalos. Si son sustrato, cultiva cosas en ellos. Si son residuos nucleares, entiérralos en el desierto durante mil años y ten mucho cuidado de no mancharte la ropa con ellos", sentencia Kelly Pendergrast en un artículo de la revista Real Life.
Como muestra, un botón. Hace seis años que Dan Ariely, ahora profesor de la Universidad de Duke, afirmó que los datos eran como el sexo entre adolescentes y explicó por qué: "Todo el mundo habla de ello, nadie sabe cómo hacerlo, todos piensan que los demás están haciéndolo, así que todos afirman que están haciéndolo". Sea verdad, mentira u objeto de acalorado debate la afirmación del catedrático, estaremos todos de acuerdo en que su metáfora es menos halagüeña que la que emplea, por ejemplo, Agustín Delgado, director de innovación de Iberdrola: "Los datos son la llave que nos abre todas las puertas".
Para el filósofo Miquel Seguró, profesor de la UOC y autor del libro La vida también se piensa, el fenómeno no es nuevo: "La palabra, aparte de vehicular comunicación, genera realidades y espacios de significado alrededor de la tecnología. Condicionan nuestra perspectiva sobre las cosas. Alrededor de la tecnología existe la creencia de estar un mundo más bien neutral, pero eso para mí es un mito".
Armas, monedas, activos
Sin necesidad de abandonar este medio, encontramos una larga lista de metáforas de los datos: los expertos que han pasado por aquí los han llamado "moneda de cambio", "activo esencial", "tesoro" y "arma". Y con cada una de esas elecciones, se establecen implicaciones concretas. "Toda metáfora, al ser una narración, es intencionada. Es muy importante conocer el sentido de esa narración", afirma Rodríguez de las Heras.
Cuando los datos son moneda de cambio, los utilizamos para pagar esos servicios a los que no estamos dispuestos a renunciar. Un poco como las puertas de los cementerios, son divisa obligatoria que conduce al infierno o a la gloria. Cuando son activos esenciales, construimos economías sobre ellos. Cuando son un tesoro, queremos más. Cuando son un arma, van a la guerra. "No solo importa quién acuña las metáforas, también el interés a partir del cual se acuñan. Puede ser meramente antropológico, cognoscitivo o un interés económico de generar cierta perspectiva sobre el fenómeno en cuestión", añade Seguró.
La inteligencia artificial es...
Otro melón muy cercano a este es el de la inteligencia artificial. Según nos recordó Melanie Mitchell en una entrevista reciente, el nombre del campo tiene más de metáfora que de realidad. "Herbert Simon propuso otro nombre: Procesamiento de información compleja. Es mucho menos sexy que inteligencia artificial, ¿verdad? Pero tal vez es más preciso. Estos nombres acaban imbuidos de cierto encanto. Hay un atractivo en inteligencia que no ves en procesamiento de información".
Si no hubiéramos asistido a los últimos ochenta años, ¿sería tan descabellado imaginar a un gurú afirmando que el procesamiento de información compleja es la inteligencia de las máquinas?
De acuerdo con Rodríguez de las Heras, en este caso hemos acabado convirtiendo la metáfora en analogía o incluso en identificación. "Ese juego metafórico no se podría aceptar en la metodología de la ciencia. Y sin embargo, Einstein utilizó continuamente escenarios para explicar lo más abstracto de sus teorías de la relatividad", continúa.
¿Qué hacemos?
Al catedrático no solo le parecen, en líneas generales, aceptables. Las considera también imprescindibles. "Bien utilizadas, pueden emplearse, siempre que no haya esa transferencia. Hay una gran necesidad de nuevas narraciones de un mundo que nos está poseyendo y que se nos presenta cada vez más como cajas negras".
Las metáforas van a seguir ahí. Su utilidad no es cuestionable, pero podemos estar un poco más alerta. "Yo creo que la gente es cada vez más consciente", señala Seguró. "Es un proceso inverso de no comprar de primera mano o al primer uso las palabras que se nos ponen para intentar definir las cosas o las realidades". Rodríguez de las Heras coincide con el filósofo: "La recepción tiene que ser lo más consciente posible. Evidentemente, no puedes entregarte a ellas sin una actitud crítica, como nos pasa con la publicidad y tantas otras cosas que tienen una carga emocional".