Cómo la nueva tilde azul de Twitter se convirtió en un dolor de cabeza para casi todos los usuarios, salvo los trolls
La red de los trinos le quitó la verificación a todos los usuarios que no pagan por el servicio, y lo que alguna vez fue garantía de autenticidad hoy está al alcance del mejor postor; los perfiles falsos se multiplican y hasta hay personajes que quieren que le saquen la ahora deshonrosa cucarda
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Hace un año que Elon Musk anunció su intención de comprar Twitter. La noticia cayó entonces como una bomba (una de esas de dibujito animado) en las redacciones. El magnate sudafricano, mediático, excéntrico, una suerte de Tony Stark sin armadura, fundador SpaceX, Tesla y The Boring Company, prolífico en titulares sugestivos y en movidas osadas, se quería quedar con lo que denominó “el ágora de la humanidad”. (En los hechos, dicho sea de paso, solo una fracción insignificante de la humanidad usa regularmente Twitter.)
Desde entonces, pasó de todo. Pero, luego de un intento de cancelar la adquisición (cosa que la justicia estadounidense le impidió), ocurrió lo que puse en el título de mi columna, cuando se concretó la operación: Twitter hasta entonces había sido de todos y ahora era de Elon Musk. O sea, hizo y deshizo arbitrariamente, echó a más de la mitad del personal –cosa que ha tenido un impacto político fuerte justo entre los halcones que lo defienden, porque con menos empleados, los trolls rusos se han salido por completo de control en la línea de tiempo– y hasta redujo a la mitad la valuación de la compañía.
Anticipé algo más, en estos meses: que Musk iba a terminar de romper Twitter. La compañía se encontraba en gravísimos problemas cuando el magnate anunció que la quería comprar, y a partir de ahí las cosas han ido barranca abajo. Estos días, la BBC se preguntaba si se le acaba el tiempo a Twitter. Sí, salvo que ocurra algo muy inesperado. Entre la entrada heroica de ChatGPT en escena, que sacó a Musk de los titulares de un plumazo; las decisiones que han vuelto cada vez más tóxica la línea tiempo, y el que Jack Dorsey (cofundador y ex CEO de Twitter) esté logrando que se hable de su nueva red, Bluesky, todo indica que el volumen político de Twitter se está terminando. Y lo único que tiene y siempre tuvo Twitter fue volumen político. Plata no hay.
Musk se autodefinió como un “absolutista de la libertad de expresión”, abrió parte del código fuente del algoritmo de la línea de tiempo (la primera es una pésima elección de palabras; la segunda, una gambeta para la tribuna) y, por detrás, manipuló las métricas cuando no favorecían a sus tweets, se enemistó con compañías clave, como Apple y Microsoft, sin ninguna necesidad (si la libertad es tan importante, entonces pueden elegir dónde poner sus avisos) y prometió una democratización de los perfiles verificados. En realidad, intentó monetizarlos. Pero, como ocurrió con otras movidas de Musk en Twitter, le salió el tiro por la culata.
Pagar por ser
Originalmente, cuando LA NACION (y muchos otros medios, organizaciones, instituciones, empresas y particulares) solicitaron la tilde azul que verificaba la autenticidad de los perfiles, Twitter (el otro, el de antes) nos exigió un número de pruebas de que éramos quienes decíamos ser. La lógica detrás de la tilde azul era que no fueran impostadas las personalidades de figuras relevantes para la conversación pública. Y lo hicieron bien. La tilde azul era una garantía.
Ya no más. En el mundo Musk todo parece resolverse con dinero. Así que las tildes azules de verificación desaparecieron de todas las cuentas que no pagaran la suscripción a Twitter Blue. Pagar por ser. Vaya.
El problema de estos razonamientos no del todo sólidos es que resultan en cualquier cosa menos en lo que se esperaba. Una de las primeras cosas que ocurrieron fue que muchas personas y organizaciones decidieron que no iban a pagar para demostrar que son quienes en efecto son. Perfiles que hasta ayer estaban verificados, dejaron de estarlo. Algo que, desde un punto de vista estrictamente lógico, es disparatado.
Segundo, que Elon se puso a regalar tildes a algunos usuarios que tuvieran más de un millón de seguidores, sin importar si eran, no eran o eran más o menos (si bien es cierto que, ejem, entre los verificados hay también occisos); aunque, en general, sí, son quienes se supone que son, pero no deja de ser una verificación a dedo, que es lo que Musk decía que quería evitar. A propósito, dijo que él mismo había pagado de su bolsillo algunas de esas verificaciones. Thank you.
Y tercero, lo más previsible: empezaron a aparecer cuentas de personajes relevantes (sin tilde) de a montones. Falsas, por supuesto. Es el caso del gobierno de la Ciudad de Nueva York, que está que trina. Otro tanto, pero al revés, le pasó a Disney, que ha visto una cuenta falsa verificada por Twitter.
Un caos, en suma. Al punto que hay suscriptores que están pidiendo que les saquen el tilde azul, que otrora fue prestigiante y una garantía de legitimidad, porque hoy es algo que por unos pocos dólares cualquiera, si tiene el dinero, puede comprar. Para peor, el nuevo sello de verificado indica que ese usuario tiene el tilde azul porque paga por Twitter Blue; muchísimos usuarios de cierta relevancia han salido a aclarar expresamente que ellos no pusieron un centavo por esa verificación, que no lo harían, y que todo es decisión de Musk. Incluso hay quienes sugieren que la de Musk es una acción ilegal, porque es mentir: agrega una marca que indica que alguien pagó por algo que está recibiendo gratis, y que dice expresamente que no quiere.
Musk insiste con palabras como verdad, democratizar y libertad de expresión. Hay un viejo refrán que dice: “Dime de lo que presumes y te diré lo que te falta”. El blooper de los tildes de verificación viene a confirmar que Twitter está peor que hace un año en estos tres frentes. Y esos tres frentes fueron lo que convirtió en esta idea loca de los 140 caracteres (que ya no existe) donde nadie podía acaparar la conversación pública (Dorsey destruyó eso con los hilos) en una plataforma importante. A esa importancia, hoy, ya no le queda ni la garantía de la tilde azul.
Actualización: ayer a última hora, Twitter restauró la tilde azul de verificación a las cuentas de alto perfil. No solo las de celebridades y personajes de la política, sino, por ejemplo, también a LA NACION, que la había perdido en la purga de estos días. Tras el volantazo, Musk tuiteó que las cuentas verificadas además tendrán prioridad.
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