Hacía dos años que Estela, de 50 años y divorciada, usaba Tinder (Estela no es su nombre real; se cambia en esta nota para preservar su identidad). Pero a pesar de haber tenido diferentes match (la coincidencia en interés de dos personas), aquel 25 de marzo de 2017 hubo uno especial: coincidió con James Ferguson, alguien a 15.971 kilómetros de distancia. Ferguson era ingeniero nuclear, había estudiado en la universidad de California y trabajaba para la petrolera Shell. Vivía en Boston, Massachusetts. Por su actividad laboral decía tener horarios acotados. Y por eso prefería el mail para conversar. Pero su perfil era interesante, y estaba interesado en ella. Hubo coincidencia, y comenzaron a hablar.
Ella y él
Al principio, las conversaciones (que ambos pasaban por un traductor automático; ella para el inglés, él para el español) giraban alrededor de cuestiones familiares, historias de vida, temáticas laborales. Estela se mostraba más desenvuelta que James. En los mensajes a los que accedió LA NACION le escribía: "Quiero que veas que soy una persona divertida y feliz, madre de dos bellezas. Ojalá te gusten mis fotos, mis hijas y quieras conocerme mejor. Quiero recibir noticias tuyas". James agradecía. "Debo confesar que eres realmente hermosa".
James le habló de Boston, donde vivía. Y de su personalidad: "Soy bastante espontáneo. Disfruto de la risa y de la diversión entre la gente. También tengo una personalidad extrovertida. Tomo a todos como son y respeto a la gente no necesariamente debido a su edad, sino por su nivel de madurez y la forma en que actúan". También le reveló una trágica historia personal: su esposa falleció con un bebé en la panza. Él se encargó de la crianza del otro hijo, Jack.
Estela le respondió con su infancia, a 80 kilómetros de Capital. Sus abuelos franceses. Su ex marido, con quien estuvo de novia tres años antes de casarse y con el cual convivió 17 años en matrimonio. "Hace 4 años que estoy sin pareja (...) Me gusta tu sonrisa, me gusta tu caballerosidad y todo el ENTUSIASMO que generaste en mi ser. Yo también espero tus mails y anhelo mucho poder verte personalmente. Tengo muchas ganas de un abrazo tuyo", le decía.
A los pocos días del primer contacto, Estela ya creía que James era el elegido. "Cada día te pienso más y más; creo que me iré de Tinder para no ilusionar a nadie (...) y así poner todas las energías en esta increíble coincidencia". James parecía igual de ilusionado: "Me encuentro involuntariamente sonriendo porque sé que en el otro extremo del mundo alguien está pensando en mí y se tomó el tiempo para escribirme un correo. Solo espero que el sentimiento sea mutuo. Me gustaría que supieras que soy un hombre muy honesto". Pero le puso un freno al encuentro: "No hay necesidad de apresurarse. Si algo está destinado a ser, sucederá en el momento adecuado, con la persona adecuada y por la mejor razón".
La rutina y la ilusión de verse
Pasaron diez días. Estela quería un diálogo más fluido, un contacto por Whatsapp, y reclamaba: "Muchos mails míos sin responder no sé por qué, quizás no te llegaron o no tienes tiempo". Y por último quiso saber más: "No quise preguntar por el fallecimiento de tu esposa ni por tu hijo Jack...". "Entiendo que te cuesta abrir el corazón, pero yo quiero que me dejes entrar. ¿Te gustaría que me tome un avión y vaya a tu encuentro? Solo tienes que pedirlo y yo voy. Pero por favor, pasémonos los teléfonos para escuchar las voces. Estoy con dos amigas, tomando un rico café y hablando de la posibilidad de que quizás seas mi hombre soñado". Y le mandó la confirmación: la foto de las tres mujeres con sus respectivas tazas.
La historia de Ferguson
Por fin James se aflojó. "Perdí a mi difunta esposa cuando tenía sólo 45 años en un espantoso accidente automovilístico hace tres años, con nuestro bebé que estaba por nacer; es una experiencia de la que no me gusta hablar porque me dejó malos recuerdos (...) Si no te importa, por favor no me gustaría hablar de esta triste experiencia, gracias por tu comprensión. Y Jack tiene 8 años".
Le explicó que era hijo único, y que había sido muy mimado de pequeño. "Ahora vivo solo y a veces cuando vuelvo a casa es demasiado tranquilo y solitario. Me gustaría que haya alguien y preguntarnos cómo fueron nuestros días. Esperemos que pronto llegue la experiencia". Y le adjuntó una imagen: otra vez él sonriendo.
Cada vez más cerca
El 9 de abril de 2017 llovía mucho en Buenos Aires y Estela fue al cine con sus hijas. Interrumpió la función para insistirle por mail desde el teléfono: "Quiero encontrarte en persona. Es lo que siento: ganas de verte", se animó. "En el pasado nunca creí en las citas por Internet hasta que mi amigo Barry tuvo éxito y se casó con su esposa. El futuro tiene grandes oportunidades. También tiene trampas. El truco será evitar las trampas, aprovechar las oportunidades", le respondió el ingeniero. Y por primera vez le dijo de verse: "La distancia no es una barrera para nosotros y puedo viajar a visitarte".
La ilusión de Estela crecía: todo parecía encaminarse. Recién a fines de abril, James le dio su número de celular. Ahí empezaron a conversar por Whatsapp: pero sólo texto. Ferguson nunca atendía las llamadas de voz que le hacía Estela, quien no podía cumplir su anhelo: escuchar la voz del estadounidense.
El encuentro posible y la ansiedad
"Hoy les hablé a mis hijas de vos", le reveló Estela, y le pidió una fecha de encuentro. Le ofreció viajar ella; le dijo que estaba pensando en hacer un máster en Boston, estudiar inglés para no depender del traductor digital. James no le dio una fecha exacta, pero mantuvo viva la ilusión: "Pronto estarás en mis brazos, te lo prometo. Tus hijas son mis hijas y mi hijo Jack es tu hijo. Vendré por ti, mi querida, pronto".
Unos días después él le escribió. "Estoy viajando mañana a Nueva Zelanda por trabajo en alta mar. En tres semanas, cuando termine todo, mis colegas y el equipo de ingenieros volarán de nuevo a Boston mientras que yo iré a visitarte y pasaré por lo menos un mes. Quiero que seamos la familia más feliz". Ya tenían fecha para verse: 25 de mayo.
Un paso más
Mientras Estela pensaba en cómo recibiría a su amado, y qué harían en todo el tiempo que él estaría en el país James la sorprendió con un gesto de amor: "Ayer estaba de compras y sentí que te debía comprar algo porque creo que el amor no solo debe ser dicho o confesado por las palabras, sino que requiere de acciones. Necesitaría tu nombre completo, dirección de la oficina o casa y teléfono para mandártelos; esto es solo para mostrarte lo sincero, listo y puro que es mi corazón. Por favor no digas que no a mi pedido porque me hará mucho daño y me sentiré rechazado". Mientras, le adelantó sus pretensiones para la visita: "Creo que es mejor si elegís vos dónde nos alojaremos; si será en un hotel 5 estrellas, aunque no me molestaría alquilar un departamento".
"Yo también compré algo para darte cuando te vaya a buscar al aeropuerto en Buenos Aires", respondió Estela. Y fue por más: "Estuve averiguando y como soy docente universitaria, podría hacer cosas relacionadas con mi profesión en Boston, así que nunca se sabe dónde estará nuestro destino llamado felicidad".
El regalo prometido
James le explicó qué le enviaba, como adelanto de su encuentro: "Te estoy mandando un iPhone 7 Plus, un iPad Air, juegos de joyas, un auricular con traducción simultánea, una computadora Apple, un anillo de diamantes y una rosa de plástico con dinero en un paquete sellado y escondido para que puedas resolver algunas de tus necesidades diarias y prepararte para mi visita. El paquete llegará en 3 o 4 días".
Y le dio la dirección para seguir el envío: la empresa Airo Speed Courier Company (alojada en el sitio www.airospeedc.com) y el número de seguimiento 83735410292732.
"Me has dejado muda", respondió Estela. "Una vez que reciba los regalos sacaré fotos con mi cara de felicidad y te las enviaré. Te amo con el alma. Tu princesa".
"Te voy a avisar cuando termine mi trabajo para que puedas hacer la reserva de hotel -le explicó él-. La señal de la red móvil aquí en el mar es muy pobre, y me lleva tiempo antes de que pueda enviarte un correo. (...) Que tengas un día maravilloso y que siempre pienses en nosotros". Con el mensaje llegó una foto: esta vez era de James en alta mar.
La estafa que no esperaba
Mientras Estela hacía F5 en la página de Airo Speed, empezaron los problemas. James le escribió un correo urgente a Estela. "Acabo de recibir una llamada de la empresa de mensajería en Malasia que me despertó del sueño. Me explicaron que nuestro paquete se ha puesto en espera debido a que el dinero que escondí fue detectado por la aduana durante la revisión en el punto de comprobación del aeropuerto. Les he explicado mi razón para poner el dinero allí y les rogué que lo liberaran pero dijeron que tenemos que pagar U$S 1980 como penalidad por defecto antes de que pueda ser liberado y entregado a ustedes. Como ya sabes, cariño, no tengo acceso a cualquier transacción bancaria de pago aquí en el extranjero. Les expliqué mi situación y les rogué que te lo entregaran pero dijeron que no es posible y que debemos pagar los cargos (...) Me insistieron que debemos hacer el pago inmediatamente de lo contrario nuestro paquete será confiscado (...) Les dije que usaran el dinero que hay adentro, pero me explicaron que eso violaría la ética de la empresa. Amor: esa cantidad no es nada en comparación con lo que hay adentro del paquete. Lo recuperarás apenas abras recibas el envío. Por favor, escríbele a la empresa de mensajería y pregúntales cómo puedes hacer el pago para liberar el envío. Te amo y te quiero mucho. Tuyo para siempre, James".
La mañana siguiente, al ver el mensaje, Estela se fue corriendo a un Western Union. Al llegar, se dio cuenta que necesitaba más datos y consultó por mail desde el celular a Airo Speed Courier Company. Le pasaron el nombre de a quién debía depositarle: una tal Hariati Binti Aning, en Malasia. Lo hizo a las 9.30 de la mañana. Pero un error en el procesamiento del pago hizo que tuviera que regresar a corregir unos datos: estaba mal escrita la dirección. Tras perder toda la mañana y pagar 1980 dólares (31 mil pesos más 1240 de impuestos), esperó a las 15 y volvió a contactarse con Airo. Sin embargo, en la web de seguimiento del paquete seguía detenido en Malasia.
Ante la insistencia le contestaron: "Mañana vamos a poder confirmar si ingresó el pago. Esto es porque usted demoró en hacer el pago y la mayoría de las oficinas ya están cerradas aquí, pero tenga la seguridad de que su paquete está en buenas condiciones y estará en el próximo envío disponible mañana. Gracias". La respuesta la firmaba la Sra. Nurul Aida, Coordinadora Regional de Asia Sudoriental.
El amor que se va
"Ya realicé el pago -avisó Estela-, ya lo comuniqué a la empresa por mail y adjunté el comprobante, perdón pero recién termino con todas estas idas y venidas, es muy complicado enviar dinero y se paga mucho impuesto por girarlo por Western Union (...) Te mando un beso y te pido disculpas, pero yo lo único que quería era verte en persona para creer, necesitaba un abrazo, tomarte de la mano, nada más que eso (...) tuve que pagar la mitad de mi sueldo, sé que me lo devolverás porque confío pero ponte por un minuto en mi lugar. Sé que para vos es importante que lo que compraste llegue a destino pero quiero que sepas que yo cambiaría todo eso por una noche con vos y no haber tenido que pasar por esto (...) Estoy un poco triste... es como si todo lo que fluía como una novela hubiera dejado de fluir."
James agradeció: "Cuando estoy trabajando en el extranjero no puedo participar en ninguna transacción bancaria. Voy a llamar a la empresa de mensajería ahora y les digo que hemos hecho el pago y envío el boleto a ellos. Te quiero mucho y te amo mucho. Besos y abrazos".
Pero el paquete seguía en Malasia.
A Estela le llegó otro mensaje del courier, Airo Speed: debía abonar otros 2 mil dólares en concepto de seguro para poder liberar definitivamente el paquete con el iPhone 7 Plus, el iPad Air, los juegos de joyas, el auricular con traducción simultánea, la computadora Apple, el anillo de diamantes y, sobre todo, la rosa de plástico con el dinero.
Estela ya estaba agotada y no entendía. No quería los regalos. Ni pagar más. "Hola, es urgente, hoy están pidiendo un pago de seguro que no fue lo que dijeron ayer, yo creo que deben liberar la mercadería porque la multa ya fue abonada -le escribió a James, desesperada-. No puedo realizar ese pago porque nada garantiza que luego pongan más trabas, creo que la empresa de mensajería debe responder jurídicamente por todos los daños ocasiones. Estoy muy triste y no tengo garantías de que abonando semejante suma de dinero eso llegue a destino (...) La verdad estas complicaciones me ponen mal. Lo que tu digas yo haré".
El fin de la ilusión
Estuvo a punto de hacer el otro giro. Hasta que el comentario de una de sus más íntimas amigas le hizo darse cuenta de que era una estafa. "Hasta acá llegué. La empresa que te perjudicó pagará por los daños y si tú eres un alma noble entenderás y sino la vida se encargará de que alguna enfermedad terminal y muy dolorosa pagues por los daños causados. No me importa: el dinero va y viene, y no lo necesito -le escribió a James, con rabia-. Lo lamentable de este mundo es que haya tipos como vos. Robaste la identidad de un pobre tipo, jugaste con vaya a saber cuántas mujeres, por suerte para mí Tinder es un juego. Es la primera vez que me pasa esto, fuiste un muy lindo aprendizaje, gracias, aprendí que hay mentes muy enfermas y sos una de esas. Hasta la próxima vida. Mamarracho".
James respondió que ese mail era lo peor que le había pasado "después del fallecimiento de su esposa". "Estoy muy herido. Pensé que lo que compartimos era amor verdadero, realmente me rompe el corazón que esto ya suceda en el primer problema que encontramos como marido y mujer".
María del Carmen sí pagó
Ese mismo mes, otras víctimas argentinas ya habían caído en sus manos: una contadora mendocina que llegó a frenar el pago de la "encomienda", como publicó Los Andes. Pero al menos siete mujeres hicieron pagos vía Western Union a Malasia, a nombre de una mujer conocida por Estela: Hariati Binti Aning. En todos los casos con la misma modalidad: un match en Tinder, intercambio largo de mensajes amorosos, un supuesto envío de regalos, y todo mientras el protagonista, ingeniero nuclear, se encontraba de viaje en lugares remotos, inaccesibles y aislados. James Ferguson fue alguna vez Martin Adams, Harry Trump y Robert Jude.
Estela evitó caer en la segunda transferencia. Pero María del Carmen (no es su nombre real), otra mujer de 50 años que buscaba conocer gente vía Tinder, no corrió con la misma "suerte": abonó la multa y luego el seguro del envío. Tras hacerlo, los pedidos de dinero siguieron; como el monto que le enviaba la persona que se hacía llamar James Ferguson ascendía a más de 80 mil dólares, debía crearse una cuenta bancaria para que se lo pudieran transferir, ya que era ella la beneficiaria del envío. Ella accedió con la condición de luego pudiera devolverle el dinero a Ferguson.
Por tal motivo le abrieron una cuenta en el "Banco Universal" (una institución falsa, que crearon para la ocasión) para lo cual tuvo que enviar su pasaporte y DNI. Para poder transferirle luego el dinero a Ferguson, debía crearse también un código de autorización. Para obtener eso, desde el banco le informaron que debía abonar 4500 dólares. Los pagó. Luego, vendría la autorización por "certificación de procedencia lícita del dinero": otros 9 mil dólares. Con ayuda de su madre y de un crédito en el Banco Itaú, María del Carmen logró reunir el dinero para destrabar la operación.
La empresa de logística, mientras tanto, "esperaba" estos trámites bancarios para poder liberarle el dinero del paquete y le advertía que se le estaban generando costos adicionales de depósito por las demoras en la apertura de la cuenta bancaria. María del Carmen les respondió que no podía hacer más giros porque había superado el límite mensual de Western Union. Le dieron una excepción de 15 días; tras dos semanas depositó el dinero: otros 6200 dólares.
Cuando todo parecía solucionado, apareció el abogado de Ferguson para decirle que el "ingeniero" había sido detenido por "lavado de dinero" y que necesitaba plata con "urgencia" para poder defenderlo. Las conversaciones con pedido de dinero fueron más extensas que en el caso de Estela: de marzo a julio. Una amiga de María del Carmen entonces la alertó. Pero ya había perdido 30 mil dólares.
Tanto Estela como María del Carmen, cuyos nombres son ficticios para proteger a las víctimas, denunciaron las estafas ante la Justicia, según pudo confirmar LA NACION, aunque no pudieron recuperar el dinero: una fotocopia es suficiente para retirar el dinero, y se usa documentación falsa, o se usa la del remitente (como María del Carmen, que envió la imagen de su pasaporte).
En otros casos, las víctimas, guiadas por el amor, terminaron viajando a concretar su encuentro esperado, como la alemana Heide Mareike Rachidi, que fue hasta Paraguay y quedó varada en el aeropuerto Silvio Pettirossi, después de que el supuesto amor de su vida le pidiera 5 mil euros como adelanto para preparar un casamiento y una futura vivienda en la que convivirían ambos. Por supuesto, nunca apareció.
Vos ya no sos él
El 10 de mayo, Estela no aguantó más. "No sé quién está ahí y cuántos son los que forman esta banda de estafadores. Sé muy bien que no sos James Ferguson, pero pronto llegaré al verdadero porque el abrazo que yo quería era el de ese que está en la foto y te puedo asegurar que lo encontraré. Por suerte James Ferguson existe y es un hombre noble pero estás a mil años luz de llegarle a la suela del zapato. Sólo podrás ser una foto de ese hombre a quien le has robado la identidad", le dijo al estafador.
James se mostró dolido; prometió recuperar el paquete y viajar a la Argentina. Y le pidió los datos necesarios para pagarle todo el dinero adeudado. "Ya hablé con mi madre y ella se va a encargar de devolverte la plata. Y ya verás: luego que termine mi trabajo estaré allí en Buenos Aires. Sos una mujer muy buena", le dijo. Pero Estela ya no le creyó. Tras más de 50 mails, y un mes y medio de intercambios, todo se había acabado. Estela nunca pudo escuchar su voz ni conocerlo. Ese día cortaron todo tipo de vínculo. El falso ingeniero estadounidense nunca le devolvió el dinero ni -menos aún- vino a visitarla al país. Tampoco ella pudo darle el regalo con el que lo esperaba en Ezeiza. Y a la vez dejó de buscar posibilidades de desarrollo profesional en Boston. Lo último que le dijo reveló el dolor de esos 45 días de engaño y frustración: "No me escribas más porque vos no sos James Ferguson. Y yo le escribía a él".
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