Cómo está el plan para capacitar 111 mil informáticos, un año después
Debutó a principios de este año con el propósito de darle herramientas informáticas a 100 mil programadores, 10 mil profesionales y mil emprendedores
El programa nacional 111 mil, que promueve la capacitación y la inserción laboral de jóvenes en todo el país en servicios de informática, se puso en marcha a inicios de este año con el objetivo de formar en cuatro años un total de 100.000 programadores, 10.000 profesionales y 1000 emprendedores tecnológicos para cubrir la demanda laboral de las empresas del sector. "Hasta el momento tenemos un total de 58 mil inscriptos entre los 36 mil que estudiaron durante este año y el resto, que son los que están esperando su vacante para el año que viene. A este número hay que sumar a unas 6 mil personas que no se inscribieron dentro del plan, pero que lo hicieron en las diferentes sedes, y luego se sumaron a nuestra base de datos”, explica a LA NACION Carlos Pallotti, Subsecretario de Servicios Tecnológicos y Productivos en Ministerio de Producción de la Nación. El funcionario destaca que estas cifras son muy superiores a los 18 mil alumnos que tenían previstos capacitar este año. “Cuando notamos que había muchísimos interesados, aceleramos la apertura de nuevos cursos”, cuenta.
Los que sí
“Hace unas semanas comencé a trabajar como programadora en la empresa de tecnología y soluciones informáticas Ryaco gracias a una búsqueda laboral que se realizó entre estudiantes del curso. Por el momento estoy desarrollando pantallas en JavaScript para una aplicación de uso administrativo”, cuenta Mayra Sandoval, de 26 años. Ella es Analista de Sistemas y en unos meses termina con las clases del Plan 111 Mil.
“Si bien comencé el curso con conocimientos de programación, en la cursada aprendí muchísimo, sobretodo la parte lógica para entender qué hacen los lenguajes. Además yo tenía habilidades con lenguajes más antiguos, y en este plan del gobierno me enseñaron programación orientado a objetos, que es lo que se usa ahora”, relata.
Adrián Alejandro Coba Rocha, de 26 años, está asistiendo al programa en la sede CFP Nº11 de la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente trabaja como bartender y está cursando el último año de la carrera de Medicina. “Siempre me gustó la tecnología, pero nunca tuve el tiempo de estudiar algo relacionado con eso. Ahora que estoy por terminar mi carrera de grado finalmente puedo hacerlo”, explica este joven cuya intención es asociar la programación con su formación para crear aplicaciones médicas: “Mi desafío es poder desarrollar programas que sirvan para dar diagnósticos más precisos sobre ciertas patologías. Para eso, me inspiro en ciertas soluciones que hay en China y Europa, en donde las consultas se realizan por videollamada, a través de robots y cámaras. Por ejemplo, en la fase de postoperatorio, a través de un chip en el paciente y por medio de una aplicación el médico puede monitorear y recibir toda la información sobre el proceso de la evolución, si la herida está drenando bien o si el paciente tiene fiebre”, explica.
Por el momento Coba Rocha está satisfecho: “Me tocó un muy buen profesor, que está muy encima nuestro y la relación es muy personalizada. Estoy aprendiendo mucho y pienso enfocarme en Java”, remata.
Los que no
Pallotti explica que alrededor del 50% del total de inscriptos no se presenta a las clases. “Esto puede ser porque a veces pasan un par de meses entre que la persona se anota hasta que nosotros lo llamamos para avisarle que tiene su vacante”, reflexiona. A esto hay que agregarle que el 45% de los estudiantes abandona el curso. “Aunque estos porcentajes parezcan elevados, estamos muy conformes, porque nosotros pensábamos que el 70% de los alumnos iban a dejar de cursar. De todos modos, queremos bajar aún más esta cifra, y para eso vamos a agregar más horas al primer módulo, para que los chicos tengan una mejor base de lógica y matemáticas, que son fundamentales para aprender a programar”, detalla el funcionario.
Con respecto al abandono, dos datos claves: este fenómeno se registra durante los primeros módulos, pero no durante los últimos. Además, es más elevado en las grandes ciudades del país que en las chicas. “Mientras que en la Ciudad de Buenos Aires o Córdoba la deserción puede llegar al 70%, en Misiones, Chaco o Tucumán promedia el 30%”, ilustra el funcionario, y sugiere que esto puede deberse a que en las grandes urbes hay más oportunidades de capacitación y empleo.
“Desde un punto de vista económico, el Plan 111 mil está armado para que quede justificado con el egreso de una persona cada 20 inscriptos, y actualmente, concluyen sus estudios 5 de cada 10 alumnos”, afirma Palotti.
Los estudiantes y exestudiantes coinciden con la visión del funcionario: según Mayra Sandoval, la mitad de su curso abandonó porque se trataba de personas con trabajo y no le daban los tiempos para asumir más carga horaria. Luz De Rosa, que cursa en Ituzaingó, provincia de Buenos Aires, también señala que alrededor de la mitad de sus compañeros dejó de asistir. “en todo curso gratuito hay alto porcentaje de gente que abandona porque no era lo que se “imaginaba”. Por otra parte, yo noté que un 25% de los que se fueron lo hicieron porque no comprendían lo que leían y que tenían muy mala base de conocimientos, por ejemplo, no sabían sacar un porcentaje”, explica en su blog personal y opina: “Es muy difícil retener ese alumnado cuando no tienen nociones básicas de compresión de textos y matemáticas. El debate debería ser cómo hacer para que eso chicos no pierdan el tren porque el curso es muy bueno, porque se trabaja en forma individual y en equipo en la resolución de problemas. Además, no sólo se analiza y resuelve la lógica intrínseca de la solución, sino que también se programa y se efectúan las pruebas de software. También se exponen las distintas soluciones y se intercambian puntos de vista”.
Leandro Giangreco, un diseñador gráfico y estudiante de la licenciatura en publicidad en Bahía Blanca, abandonó el curso tras el primer módulo orientado a pseudocódigo: “Me anoté en el programa porque me interesaba aprender a programar para crear aplicaciones móviles y sitios. Actualmente, diseño páginas web junto a un programador y justamente quería aprender a hacer todo el trabajo solo, pero no pude seguir el curso porque sentí que no tenía tiempo suficiente para dedicarle”.
A pesar de haber dejado la cursada, estipulada en tres veces por día con un total de 10 horas semanales, Giangreco está conforme con la iniciativa: “El programa estaba muy bien dado y el profesor se esforzaba para que entendiéramos, incluso podíamos hacerle preguntas por correo electrónico. Me dio mucha tener que abandonar las clases y pienso retomarlo el año que viene”, dice. Respecto al grupo de alumnos, recuerda que eran pocos y muy variados tanto en cuenta edad como en perfiles. “Por este motivo los que más sabían se aburrían estudiando pseudocódigos”. Sin embargo, esas clases a él le parecieron muy útiles porque le ayudaron a entender la lógica de la programación y el pensamiento abstracto. Sandoval coincide al destacar la buena predisposición y calidad educativa de los docentes que imparten las clases.
El camino después del curso
La primera cursada comenzó en agosto de este año y la capacitación dura dos cuatrimestres. Al egresar, los alumnos obtienen un certificado oficial de "Analista del Conocimiento", avalado por el Ministerio de Educación. Básicamente, se trata un título que sirve para insertarse laboralmente como “junior”. Por este motivo, para crecer profesionalmente la capacitación luego de este curso es clave.
“Por lo pronto, yo quiero terminar el curso para empezar a desarrollar ideas y relacionarme con gente más capacitada de quienes pueda seguir aprendiendo”, dice el estudiante de Medicina. Sandoval, entusiasmada con su inserción laboral, está planeando estudiar Ingeniería en Sistemas.
Con respecto al Plan 111 mil, Marcelo Di Chena es gerente general de la compañía argentina MasterSoft y vicepresidente del Polo IT Buenos Aires; y opina que “se trata de una excelente iniciativa para incrementar la oferta de personas con capacidad técnica en programación y tecnología IT ya que la escasez de recursos humanos impiden el crecimiento de la industria de software”.
Tras analizar el programa de estudios, considera que los alumnos están recibiendo la formación básica para insertarse en posiciones dentro de las organizaciones. Si bien el ejecutivo señala que “en el corto y mediano plazo el programa es una excelente iniciativa con resultados concretos a muy corto plazo”, de todos modos indica que “es necesario esperar dos o tres años para que el programa alcance un funcionamiento óptimo y puedan empezar a medirse resultados concretos”.
Como mejora, el ejecutivo cree que sería muy bueno poder articular esta formación con alguna acción para facilitar la absorción de los graduados y que las mismas compañías de software puedan terminar de completar su formación. “Si queremos que nuestro país se siga posicionando a nivel mundial dentro del sector IT, necesitamos enseñar programación desde la más temprana edad e incentivar la formación en ciencias a lo largo de los niveles primarios y secundarios”, concluye.
Atentos a los resultados que están dando el programa, funcionarios de Guatemala, Chile, Honduras, Costa Rica, Colombia y México, se están inspirando en él y conversando con sus pares argentinos con el objetivo de implementar acciones en sus territorios.