Clubhouse, la nueva red social del audio
Conocé de cerca la nueva app de voz exclusiva de moda en Silicon Valley
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El año 2020 se ha convertido, ahora ya no hay ninguna duda, en el gran año del podcasting, incluso aunque algunos expertos como Nick Hilton haya dicho -no sin cierta sorna y tirando de metáfora pandémica- que “2020 será, en muchos sentidos, un falso positivo para la viabilidad del podcasting”. La pandemia lo cambió todo y la industria del podcasting no es una excepción. En este caso, el cambio fue favorable o, al menos, esperanzador. Tanto es así que podría colocarse como nuevo hito, acompañando al 2004 -fecha en la que se acuña el término podcasting y aparece el RSS- y al 2014 -año en el que se estrenó el podcast de masas Serial-. El movimiento al final del 2020 con la entrada definitiva y potente de Amazon en el mundo del audio puede entenderse como la evolución y desenlace naturales de aquel primer y definitivo gesto de Spotify en 2019 cuando compró, entre otros, Gimlet Media: si Spotify inauguró la plataformización del audio, Amazon ha constatado la audificación de las plataformas.
Explicaba Jaume Ripoll, cofundador y director editorial de Filmin, que el mercado de las plataformas VOD vivirán en los próximos años un escenario de fusión, especialización y desaparición. Algo similar podemos decir del mercado del audio aunque, por supuesto, todavía estemos décadas atrás, centrados fundamentalmente en la primera fase: fusión.
La compra de la productora Wondery por parte de Amazon Music por 300 millones de dólares supone que el mercado del podcasting dejará -aunque sea coyunturalmente- de ser tendente a la monopolización, para que hayan algunos jugadores más en el mercado. Pocos más. Dicho de otro modo: a Spotify le ha salido un duro (y rico) competidor. Quizás la pregunta que debamos hacernos ahora es: ¿en su estrategia de podcasting, Amazon intentará parecerse más a Amazon Prime Video o a las rutinas productivas y de distribución de los libros y objetos que vende?
Nick Nilton afirma en su post en Medium (Podcasting in 2020: the audit) que actualmente “el contenido disponible supera enormemente el interés disponible”; de modo que el descubrimiento y la curación de contenidos serán piedras angulares del futuro del podcast. La atomización de plataformas no sería un problema si todas ellas no quisieran, además, hacer contenido exclusivo. De esta manera, ¿cómo podrá darse a conocer un podcaster independiente si el algoritmo y la decisión editorial de la plataforma sólo premia determinados contenidos que les beneficien? Es probable que la experiencia de usuario se parezca cada vez más a las plataformas VOD y, si bien ello supone el aldabonazo definitivo del formato, también conlleva cierta decepción para algunos: aquello que hacía especiales a los podcasts -su multidistribución, su generosidad entre profesionales, su tribalidad- puede desaparecer progresivamente. Así, al menos, lo cree Nilton. No hemos de olvidar que el podcasting nace con una enorme base de podcasters independientes y no profesionales, algo que no sucedía con la televisión, cuyos actores principales eran ya grandes compañías de medios.
Una nueva criatura sonora: Clubhouse
Los podcasts deben seguir siendo un vehículo eficaz y creíble para voces y formatos innovadores, independientes, para minorías o nichos muy pequeños. Uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos será luchar contra el tsunami de fichajes y profesionalización de una industria que, en su estrategia exclusivista, poco lugar dejan para estas otras voces. Y es aquí donde, quizás, tenga sentido Clubhouse, la nueva aplicación basada únicamente en audio, en voz, una suerte de evolución y extensión del podcasting con participación de la audiencia, un Twitch sonoro, un Discord mezclado con Linkedin. Tal vez, la red social definitiva para podcasters.
Quizás parte del misterio que aglutine Clubhouse tenga que ver con su condición de exclusiva: una red social de audio todavía en fase beta, disponible solo para iOS de la que disfrutaron en sus inicios unos miles de privilegiados influyentes, relacionados con Silicon Valley, algunas estrellas de Hollywood (Drake, Tiffany Haddish, Jared Leto, Ashton Kutcher, Chris Rock u Oprah, entre otros) y al que solo se puede acceder por invitación. Una suerte de club sonoro selecto y virtual en cuyas salas -rooms, así se llaman los espacios de reunión, similares a los canales de Twitch- tienen lugar las conversaciones más fascinantes e interesantes del momento. “Clubhouse es un nuevo tipo de red basada en voz. Cuando abres la aplicación, puedes ver ‘salas’ llenas de gente hablando, todas abiertas para que puedas entrar y salir, explorando diferentes conversaciones. Usted ingresa en cada sala como un miembro de la audiencia, pero si desea hablar, simplemente levante la mano y los oradores pueden optar por invitarlo. O puede crear su propia habitación. Es un lugar para reunirse con amigos y con gente nueva de todo el mundo, para contar historias, hacer preguntas, debatir, aprender y tener conversaciones improvisadas sobre miles de temas diferentes”, explican sus creadores en el blog de Clubhouse. Esos creadores son Paul Davison y Rohan Seth. El primero es un ex ingeniero de Google; el segundo, un empresario de Silicon Valley que creó Highlight, una aplicación que permitía compartir ubicaciones entre personas y que cerró en 2016.
La aplicación nace -y no es casualidad- en 2020, un año marcado por la pandemia y por la emergencia del audio, de la voz, como herramienta y vehículo de la nueva era digital. Marc Andreessen, conocido inversionista de Silicon Valley, fue uno de los fundadores de esta red que emerge como espacio virtual y sonoro en el que distintos gurús intercambiaban sus opiniones acerca de cómo había que reaccionar tras la pandemia, cómo reconstruir el sueño americano.
Andreessen Horowitz, la firma privada estadounidense de capital de riesgo, ha invertido doce millones de dólares, lo que ha desatado una fiebre de nuevas aportaciones en Silicon Valley. El propio Horowitz es uno de los primeros contactos a los que puedes seguir una vez te descargas la aplicación y alguien “te nomina” para que la utilices. Horowitz abrió una sala para compartir sus técnicas infalibles para hacer barbacoa y sus restaurantes favoritos. Uno de los aportes de Clubhouse es que puedes entrar a las salas solo a escuchar y participar sólo si tienes algo que decir.
Moderación, transparencia e hiperespecialización
Esta nueva app de moda coloca en el centro, nuevamente, la voz, incrementando así el fenómeno de la era de la audificación que cada vez se ensancha más: “Clubhouse es solo de voz y creemos que la voz es un medio muy especial. Sin la cámara encendida, no tiene que preocuparse por el contacto visual, lo que está usando o dónde se encuentra. Puede hablar en Clubhouse mientras dobla la ropa, amamanta, viaja, trabaja en su sofá en el sótano o sale a correr. En lugar de escribir algo y apretar ‘Enviar’, estás involucrado en un diálogo de ida y vuelta con los demás. La entonación, la inflexión y la emoción que se transmite a través de la voz le permiten captar los matices y formar conexiones exclusivamente humanas con los demás. Todavía puedes tener conversaciones difíciles, pero con la voz a menudo existe la capacidad de generar más empatía. Esto es lo que nos atrajo al medio”, explican en el blog sus fundadores. Y lo cierto es que las cualidades cercanas, creíbles y auténticas de la radio y el podcast evolucionan en esta nueva aplicación que, como Twitch, propone la hiperespecialización, pues hay salas dedicadas a cualquier ámbito de interés. También hay algo que tiene que ver con el consuelo de la voz, con la caricia de la voz: “Hemos visto a personas organizar clubes de lectura, charlas junto a la chimenea, debates apasionados y programas de comedia. Cuando la gente se ha quedado dormida a altas horas de la noche, otros en la habitación los han ‘arropado’, enviándolos silenciosamente de regreso a la audiencia para silenciar su micrófono”, explican Davison y Seth en el texto de bienvenida a Clubhouse.
Hay dos razones fundamentales por las que la aplicación todavía no está en abierto: en primer lugar, sus fundadores creen que es importante que “las comunidades crezcan lentamente, en lugar de multiplicar por diez la base de usuarios de la noche a la mañana”. Esto, en un contexto de aceleración constante, supone un modo específico de hacer las cosas y entender el audio como un vehículo lento pero seguro. Además, ese ritmo lento “ayuda a garantizar que las cosas no se rompan, mantiene diversa la composición de la comunidad y nos permite ajustar el producto a medida que crece”. En segundo lugar, Clubhouse es todavía un equipo pequeño, formado por dos personas -los propios Davison y Seth- que actualmente se encargan del escalado de la infraestructura, el desarrollo de funciones, la recopilación de comentarios sobre los productos y la construcción general de la empresa.
El algoritmo de Clubhouse se basa tanto en la lista de direcciones, los intereses que elegimos al abrir la aplicación e incluso es posible enlazanos con nuestras cuentas de Twitter o Instagram. A partir de ahí surgen salas relacionadas con música, cine, cultura, raza, tecnología y belleza. Una de las cosas más fascinantes de Clubhouse es la posibilidad de tener a famosos conversando contigo, como en una mesa redonda.
Dos son los retos más inmediatos de la plataforma: moderación y monetización. Hay dos reglas fundamentales en la aplicación que te recuerdan antes de ingresar en cualquier sala: “sé amable y cortés, trata a todos con respeto, los debates son saludables y naturales, pero la amabilidad es siempre un requisito” y “no se admiten discursos de odio o bullying: comentarios degradantes por cuestiones de raza, religión, cultura, orientación sexual, género o identidad no serán tolerados”. Con una comunidad pequeña es fácil de controlar pero no sabemos qué sucederá cuando sean millones los usuarios. En cualquier caso, la postura moral de Clubhouse, al menos de momento, parece querer marcar distancias con otras aplicaciones como Twitter o Facebook donde prima la libertad de expresión.
Clubhouse y el periodismo
En julio de 2020, apenas tres meses después de su lanzamiento exclusivo, Clubhouse vivió su primera polémica. La revista Vice publicó parte del audio de una conversación que tuvo lugar en una de las salas de Clubhouse entre distintos empresarios de Silicon Valley, después de que Taylor Lawrenz, reportera de The New York Times, criticara en un artículo a Stephanie Korey, CEO de Away, una empresa que, según la periodista, advertía a sus empleados que no se cogieran vacaciones, no hablaran entre ellos y trabajaran más horas de las estipuladas. Un artículo de The Verge investigaba también las prácticas de Away.
La polémica surgía entonces: ¿puede convertirse en noticia una conversación de una aplicación exclusiva como Clubhouse? ¿Las salas de esta aplicación deberían ser fuentes fiables para los medios? ¿Mantendrá la élite tecnológica en Clubhouse esta sinceridad cuando la aplicación se abra a todo el mundo? ¿Está prohibido grabar todas las conversaciones?
Explica Mauricio Cabrera en su newsletter especializada en medios y tecnología llamada The Muffin que hay una serie de variantes que debemos considerar en la intersección entre periodismo y Clubhouse: en primer lugar, fortalecimiento del ambiente hostil frente al periodismo, ya no solo desde el poder gubernamental -que aún no se encuentra presente en Clubhouse-, sino también desde el poder corporativo; proliferación de salas cerradas ante la necesidad de tener más control sobre quién accede a las conversaciones; medios de comunicación capitalizando cualquier oportunidad para exponer lo que ahí diga alguna celebridad, emprendedor, gobernante o figura pública de todo tipo y, por último, ante la necesidad de dar cobertura a las conversaciones en Clubhouse, los medios tendrán que dedicar recursos a monitorizar lo que allí suceda. Y, quizás, lo que termine siendo un círculo virtual perfecto del audio: “determinadas conversaciones en Clubhouse serán transmitidas a través de radio convencional y se convertirán en podcast”. La calidad del audio, por cierto, todavía no es muy notable y el inglés, naturalmente, es el idioma que impera en la mayoría de salas.
Clubhouse permitirá seguir desarrollando marcas personales o de empresas, crear encuentros con celebridades del mundo laboral tecnológico, convirtiéndose en un lugar donde prime la transparencia, un espacio en el que combatir fake-news, salas en las que profundizar en detalles sin cuentas anónimas (una función que, por cierto, se impuso como política de la aplicación cuando un par de usuarios fingieron ser Tim Cook y Elon Musk). Clubhouse puede servir también como una especie de Reedit sonoro, es decir, foros en los que comentar desde una serie de televisión con sus creadores hasta un podcast de investigación con un periodista, pasando por el lanzamiento de un disco con un encuentro privado entre el cantante y un grupo selecto de fans, hasta salas que se llenan de fandom de Harry Potter. Las posibilidades son infinitas y el siguiente paso sería conocer cómo las marcas pueden hacer suya esta aplicación: ¿tal vez ‘clubhousers’ famosos hablando del lanzamiento de un nuevo producto de cosmética en una sala dedicada a la belleza? ¿La presentación de un nuevo producto de perfumería con la voz de su embajador? ¿O simplemente unas cervezas brindando y siendo consumidas en mitad de una apasionante charla? La voz seguirá reinando en esta nueva década del siglo XXI y Clubhouse es una de sus nuevas casas.
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