Chequeadores de datos de todo el mundo le piden a YouTube que haga algo con las fake news
LA NACION participó el lunes de la reunión informativa en la que los fact-checkers adelantaron el contenido de una carta cuyo contenido Google conocerá hoy
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Con una contundente carta dirigida a Susan Wojcicki, directora ejecutiva de YouTube, 70 chequeadores de datos (fact-checkers, en la jerga) de todo el mundo le harán saber hoy al sitio más popular de videos que, en su opinión (y es una opinión con la que es difícil estar en desacuerdo), la plataforma no hace lo suficiente para alertar a los usuarios sobre la información falsa que hay en este sitio. YouTube forma parte del conglomerado Google (hoy denominado Alphabet).
La carta está firmada por las organizaciones a las que pertenecen estos chequeadores de datos, y en esa extensa lista figuran desde Chequeado (Argentina), Maldita.es (España) y Lupa (Brasil) hasta África Check (Senegal) y The Washington Post Fact-checker (Estados Unidos).
El lunes se celebró, de forma virtual, una reunión para dar a conocer a un reducido grupo de medios, entre los que estaba LA NACION, el contenido de la carta, que, según aseguraron, YouTube conocerá recién hoy. En esa reunión, muy rica y franca, se discutieron muchos temas críticos respecto de la desinformación en las plataformas más populares (YouTube, Facebook, Twitter, etcétera). Allí, Cristina Tardáguila, fundadora de Lupa, dijo que el pedido hacía hincapié en que YouTube se ocupe más de lo que ha hecho hasta ahora de los contenidos en español y portugués.
“Lo que no vemos es un esfuerzo real por parte de YouTube en la aplicación de políticas que aborden el problema [de la desinformación]”, dicen los chequeadores en la carta, y lo que le piden a YouTube (Tardáguila no descartó incluso trabajar en conjunto con la compañía para lograrlo) es, textualmente:
- Un serio compromiso de transparencia respecto de la desinformación en la plataforma. YouTube debe apoyar la investigación independiente sobre el origen, alcance e impacto de las diferentes campañas de desinformación y sobre los métodos más eficaces de desacreditar la información falsa. También debe publicar de forma íntegra su política de moderación respecto de la desinformación y la información errónea, incluyendo el uso de la inteligencia artificial y los datos en los que esta se basa.
- Además de la eliminación de contenidos para cumplir con la ley, YouTube debe centrarse en proporcionar contexto y refutaciones claramente superpuestos a los vídeos o como contenido de vídeo adicional. Eso sólo puede llevarse a cabo mediante una colaboración significativa y estructurada que asuma la responsabilidad e invierta sistemáticamente en las iniciativas independientes de verificación de hechos que trabajan en todo el mundo para resolver estos problemas.
- Actuar contra los infractores reincidentes que producen contenidos que se marcan constantemente como desinformación e información errónea, en particular los que monetizan esos contenidos dentro y fuera de la plataforma. En concreto, se trata de impedir que los algoritmos de recomendación promuevan contenidos de esas fuentes de desinformación.
- Ampliar los esfuerzos actuales y futuros contra la desinformación y la información errónea en lenguas distintas del inglés, y proporcionar datos específicos por países y lenguas, así como servicios de transcripción que funcionen en cualquier lengua.
El texto completo de la carta, en español, puede verse aquí.
Final abierto
La iniciativa es loable, aunque, como las mismas organizaciones lo reconocen, se trata a la vez de una oportunidad y de un desafío colosal. No solo por la escala y el poderío de estas plataformas, sino porque (como se comprobó en Twitter mediante un estudio que se dio a conocer en octubre) los contenidos extremistas –y me atrevo a decir que la desinformación apela a menudo a este mismo mecanismo– tienden a producir más engagement e interacciones que los datos verificados. Este sesgo mental, humano y al parecer inevitable, es explotado por las grandes compañías de internet de forma sistemática, y por una razón muy simple: da rédito. La carta abunda en ejemplos, algunos bastante escalofriantes. La pandemia, por supuesto, fue un catalizador de esta iniciativa y de la carta. “Se han arruinado demasiadas vidas y medios de vida, y demasiadas personas han perdido a sus seres queridos por culpa de la desinformación”, sostiene sin pelos en la lengua el documento.
Así que, aún cuando la carta puede leerse como una declaración de intenciones, los chequeadores de datos se reunieron ya tres veces con YouTube, y la movida busca no solo atraer la atención sobre el asunto, sino también lograr resultados concretos. Los fact-checkers aclararon que no tienen la intención de que las plataformas den de baja contenidos por ser falsos y que tienen claro que la libertad de expresión no debe verse afectada. Buscan más bien que Google le de lugar a las organizaciones que verifican datos para contrarrestar el efecto de estas campañas de desinformación, muchas veces solventadas por fondos cuantiosos.
Con todo, quedan un número enorme de cuestiones por analizar frente a una vox populi que la Red ha convertido en actor protagónico, y que por eso mismo busca ser manipulada mediante engaños que a veces son a todas luces delirantes, pero que otras veces –y la pandemia fue un caso testigo– nos pegan en zonas tan sensibles que nos hacen creer lo increíble. El ágora global, en resumidas cuentas, está lejos de ser lo que imaginábamos medio siglo atrás. Más allá de estos análisis por venir, mi sensación, luego de oírlos y participar de esa reunión el lunes, es que se trata de una situación del tipo David y Goliat. Solo que, al revés que en la historia bíblica, aquí el final está todavía abierto.