Autorretrato de grupo con señora
No tenía pensado volver a hablar de fotos esta semana. De hecho, otra columna estaba casi lista para el despegue. Pero entonces, el domingo a la noche, durante la ceremonia de entrega de los premios Oscar, una autofoto rompió el récord histórico de retuits, colapsó la red de microblogging y al mismo tiempo la consagró, mostró que alguien en Samsung tiene clarísimo cómo manejar el marketing digital, inspiró una incontenible cascada de imitaciones, ninguna ni por asomo tan lograda, y se transformó en un ícono de los tiempos. OK, ¿pero por qué?
Antes de bosquejar algunas teorías, varias salvedades. Primero, Ellen DeGeneres tiene 27 millones de seguidores; no es tampoco una sorpresa que haya logrado semejante repercusión. Segundo, tengo mis serias dudas de que la imagen haya sido tan espontánea como se pretende, y creo que eso no le resta mérito. Por el contrario, se lo añade. Las autofotos son lo opuesto a la espontaneidad; no hay nada más posado que una autofoto. Pero ya volveré a eso.
Tercero, no fue sólo Twitter. Fue sobre todo la TV. No sólo porque se vio por la tele el momento en que los actores se hacían el selfie, sino porque Ellen lanzó al aire la consigna de "que sea la foto más retuiteada de la historia". Con varios cientos de millones de espectadores en tiempo real, si una persona tan querida y carismática como Ellen pide retuit (RT, en la jerga), bueno, es raro que no llegue a los 3,3 millones que había alcanzado al cierre de esta edición. Lo digo porque se comparó el récord de DeGeneres con el inmediatamente anterior, el de la foto de Barack Obama y su esposa en noviembre de 2012, tras ganar la reelección como presidente de los Estados Unidos. Cierto, superó este récord, y eso es un dato revelador sobre el comportamiento de las redes sociales, pero no son fenómenos comparables.
Pero no fue solamente el avasallador poder mediático de la televisión en combinación con la ubicua red de los trinos lo que motivó su ascenso a la categoría del selfie más famoso de la historia. Fue la foto en sí, tomada en realidad por Bradley Cooper. La imagen es, desde muchos puntos de vista, excepcional. Éstos son algunos apuntes que fui tomando en la semana.
Es una buena foto
No tanto gracias al pulso de Bradley, aunque eso contribuyó, sino más bien a la abundante iluminación de que disponían allí, al pie del escenario, la foto no salió movida y quedó bien expuesta y en foco. Ya sabemos los lamentables resultados que se obtienen con un smartphone, si las condiciones de luz son pobres. No sé si alguien, rápidamente, la mejoró un poco entre que la sacaron y la postearon, pero está claro que el material de base ya era muy bueno. Al revés que las otras tomas que tuiteó Ellen esa noche, que, como mínimo, son olvidables. Aunque esto, vale la pena notarlo, no fue obstáculo para que alcanzaran niveles de RT demenciales. Esta imagen, movida, fuera de foco, casi seguramente disparada sin querer, tuvo casi 175.000 RT y más de 270.000 personas la marcaron como favorito.
Como pueden ver, en comparación, el retrato de grupo que tomó Bradley es una obra maestra. Y no sólo desde el punto de vista de la calidad de la toma.
Además, está bien compuesta
Como se sabe, en la ceremonia de los Oscar todo se ensaya, todo está minuciosamente guionado. Es improbable que este acto en particular haya quedado librado al azar. Después de todo, Samsung es uno de los principales sponsors del show. Creo que ni en sus sueños más locos los responsables de marketing de la compañía coreana imaginaron semejante éxito de taquilla en los ásperos e impredecibles medios sociales (sólo hubo un 8% de reacciones negativas), pero seguro que dejaron ciertas bases asentadas en un contrato. No tengo, sin embargo, ningún dato para confirmar si la idea de hacer autofotos fue de Ellen –como dijeron oficialmente–, de un despabilado productor del show o de un ejecutivo de Samsung. En todo caso, fue una idea brillante, como se verá luego.
Es asimismo improbable que los actores no supieran de antemano, con un alto grado de certeza, dónde debían colocarse para la foto. Una vez que Ellen los escoge, y estoy convencido de que esto también estaba preparado, cada uno toma una posición y allí se quedan. Con tantas celebrities juntas, era la única forma de evitar el amontonamiento caótico y hasta algún codazo salvaje; el ejemplo de Liza Minnelli, tratando de colarse en la foto sin éxito, demuestra que acá no había espacio para improvisar (incluso cuando cualquier actor es bueno en eso).
Pero ni todo el poder de Hollywood podía calcular cuál era el momento perfecto para sacar la foto o controlar al ocasional fotógrafo. Fue, en este punto, una verdadera, auténtica autofoto. Por eso hace honor a la estética selfie con rigor impecable. Calculada, pero informal. Desprolija, pero por lo fluida. Correctamente enmarcada, pero cero rígida. No sé cuántas veces la habrán ensayado. O si Bradley tiene nervios de acero y buen ojo para la autofoto. Lo que sí sé es que esas 12 personas son profesionales de la actuación; para ellos posar es una segunda naturaleza, y sin que se les note.
En todo caso, no sé si lo advirtieron, pero Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Ellen DeGeneres, Bradley Cooper y Peter Nyong'o (el hermano de Lupita, ganadora del Oscar a la mejor actriz de reparto) forman un arco continuo de sonrisas, y ese arco parece a la vez dibujar a una sonrisa. Todos los de atrás, a su vez, mantienen una línea de rostros en un contrapunto notable. El único desubicado es Jared Leto, y, por supuesto, dentro de una autofoto eso parece perfectamente a tono.
Es una metáfora
En la imagen hay, además, una metáfora de las tablas, del escenario, y de los arquetipos que lo pueblan.
Ellen es la protagonista, gracias a su simpatía irresistible y su rol de anfitriona. Bradley es el segundo actor, que no sólo sostiene la cámara, sino que suaviza con su estampa más amigable la mirada de Ellen, una de las más intensas de la pantalla. Respecto de los demás, son el reparto, y sobre ellos se pueden elucubrarse mil posibilidades.
Por ejemplo, en una de las mejores posiciones de la imagen aparece Peter Nyong'o. Fama instantánea para el hasta entonces perfecto desconocido hermano de Lupita, ganadora del Oscar a la mejor actriz de reparto, que aparece atrás, eclipsada. Él se subió a último momento, igual que Leto. Éste por la izquierda, aquél por la derecha. Coreografía, se llama.
Están también el muchacho, la muchacha, el rebeldón guapo, el guapo veterano, la dama genial, una mujer bonita, Lara Croft y Kevin Spacey. Sigan ustedes, no soy bueno para interpretar ni sueños ni películas.
El eco y el reflejo
Como autofoto tiene, sin embargo, un valor mucho más importante, uno que, a mi juicio, fue clave para que alcanzara una cifra tan descomunal de retuits.
Este autorretrato es en realidad un espejo. O, mejor dicho, es el espejo de un espejo. Porque, ¿qué es una autofoto? He leído docenas de interpretaciones, pero ahora que todos, quien más, quien menos, nos hemos sacado una, ya sabemos lo que se siente. En la autofoto uno es la estrella. Posás y buscás tu mejor ángulo (el izquierdo es el que prevalece, me enteré estos días), te mirás en display/espejo y decidís cuál es el instante perfecto para hacer clic. El selfie es la culminación del narcisismo. Después de todo, hace mucho que las pantallas reemplazaron al fatídico estanque.
La autofoto que tuiteó Ellen DeGeneres legitima esa pretensión. Estrellas que posan como nosotros, nada menos. La autofoto nos iguala, nos pone, como Twitter, a la misma altura. Pero no tanto, porque las celebrities son a la vez el reflejo que ve Narciso y el eco de la pobre ninfa.
Ni la más inspirada toma de la National Geographic, ni fotos que han ganado el Pulitzer, ni el gatito más tierno de todos los gatitos tiernos de Internet han logrado una fracción significativa de la cantidad de retuits de la autofoto de los premios Oscar 2014. El presidente del país más poderoso de la Tierra quedó atrás por 2,5 millones de RT. ¿Qué fue lo que ocurrió?
Creo que, como no podría ser de otra manera, esa noche el gran ganador del Oscar fue, una vez más, el ego.
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