Así me monitorea mi jefa cuando trabajo desde casa durante la cuarentena
LONDRES—El 23 de abril comencé a trabajar a las 8:49, a leer y responder correos electrónicos, explorar las noticias y revisar Twitter. A las 9:14, hice cambios a un artículo que se iba a publicar pronto y leí notas de entrevistas. Para las 10:09, tras perder el ímpetu laboral, leí sobre la aldea irlandesa donde Matt Damon pasa la cuarentena.
Todos estos detalles —desde los sitios web que visité hasta mis coordenadas GPS— estaban disponibles para que mi jefa los viera.
Esta es la razón: ahora que millones de nosotros trabajamos desde casa debido a la pandemia del coronavirus, las compañías buscan asegurarse de que hacemos lo que debemos. Ha aumentado la demanda de programas para monitorear a los empleados, que incluye software que dan seguimiento a las palabras que tecleamos, toman fotografías con la cámara de nuestra computadora y otorgan a nuestros gerentes un desglose de quién pasa demasiado tiempo en Facebook y no lo suficiente en Excel.
La tecnología plantea preguntas complicadas en torno a la privacidad y el límite entre mantener la productividad de una fuerza de trabajo que labora desde casa y una vigilancia perturbadora. Para tratar de responderlas, usé este programa espía.
El mes pasado, descargué un programa de monitoreo de empleados creado por Hubstaff, una compañía de Indianápolis. Cada tantos minutos, el programa tomaba una fotografía de los sitios web que exploraba, los documentos que redactaba y los sitios de redes sociales que visitaba. Desde mi celular, marcó los lugares a los que fui, incluyendo un trayecto en bicicleta de dos horas alrededor del parque Battersea que hice con mis hijos a la mitad de una jornada laboral. (¡Uy!).
Para completar el experimento, le di a mi editora, Pui-Wing Tam, el mando del programa Hubstaff para que pudiera dar seguimiento a mis actividades. Después de tres semanas de monitoreo digital, el futuro de la vigilancia laboral nos pareció excesivamente invasivo. O, como ella dijo: "Que repugnante".
Semana 1
Adam: Descargué Hubstaff en mi computadora portátil sintiéndome algo escéptico. Ya había escuchado sobre este tipo de herramientas que las firmas de Wall Street usan desde hace años, principalmente en nombre de la seguridad y también que los empleados rara vez pueden tomar algún tipo de decisión sobre la manera en que se les vigila.
Dave Nevogt, fundador y director ejecutivo de Hubstaff, quien me dio una prueba gratis de su programa de suscripción, dijo que las órdenes de quedarse en casa durante el brote de coronavirus habían convertido en un éxito estos programas de monitoreo. Las pruebas del programa de Hubstaff, que cuestan de 7 a 20 dólares al mes por usuario, se han triplicado desde marzo, comentó.
"El mundo está cambiando", me dijo Nevogt. Los trabajadores saben que están siendo observados, así que no viola su derecho a la privacidad, agregó.
Una de las características principales de Hubstaff es el monitor de actividades que les da a los gerentes un vistazo de lo que está haciendo un empleado. Desglosado en incrementos de diez minutos, el sistema recoge el porcentaje de tiempo que el trabajador ha tecleado o movido el ratón de la computadora. Ese porcentaje funciona como un puntaje de productividad.
Traté de aceptar la retroalimentación. Todos los días, nos enviaban a Pui-Wing y a mí un correo electrónico con el panorama de mi día: las horas trabajadas, la calificación de productividad, así como los sitios web y las aplicaciones que utilizaba.
Un día el mes pasado, cuando estaba poniendo los últimos toques a un artículo, pasé tres horas con 35 minutos editando el documento y una hora con un archivo, llevando a cabo investigación y notas de entrevista. Pasé otros 90 minutos encargándome de mis correos electrónicos.
Ese fue uno de los días más productivos, pero el programa aun así había tomado en cuenta mis actividades extralaborales. Mostró que estuve en Twitter 35 minutos y perdí 11 minutos al buscar canciones en Spotify. Slack, la herramienta de colaboración, absorbió 22 minutos. Otros días, la comida era una distracción habitual, incluyendo una búsqueda de pizza a domicilio que duró 10 minutos.
Hubstaff también registró mis coordenadas GPS, una función que, según Nevogt, principalmente usan las compañías que quieren asegurarse de que los vendedores visitan a sus clientes. Dado que Londres ha estado en confinamiento desde finales de marzo, hubo pocos movimientos que registrar. El programa principalmente me vio trotar por un parque cercano. Y también registró el momento en que fui a una vinoteca.
Semana 2
Adam: Una vez acostumbrado a la vida bajo vigilancia, tomé la cuestionable decisión de dejar que Pui-Wing tuviera acceso a los registros.
"Estás aceptando no despedirme, juzgarme o chantajearme por lo que descubras", le escribí de antemano en un correo electrónico.
Sentí curiosidad; lo admito. Sin embargo, también me mostré reacia, ¿de verdad queremos ver dónde está una persona a cada minuto o saber la frecuencia con que usa Twitter?
A pesar de esas reservas, abrí el programa y vi un tablero. Mostraba varias categorías, incluyendo capturas de pantalla de la computadora de Adam, sus horarios, aplicaciones y direcciones URL que había visitado, así como los lugares donde estuvo.
Di clic en las capturas de pantalla y vi que Adam había estado en línea 9 horas, 42 minutos y 17 segundos el día anterior. Las decenas de capturas de pantalla incluían las de una conferencia de Google Meet en la que Adam había participado, y se mostraban como fotografías de acercamiento extremo a los rostros de varios colegas.
Rápidamente regresé al tablero principal. Ahí vi que la actividad semanal de Adam era de un decepcionante 45 por ciento. Después me explicó que esa cifra no reflejaba con precisión el tiempo que pasó trabajando, porque solo se activaba cuando tecleaba, no cuando hacía llamadas telefónicas ni otras actividades lejos de la computadora. Claro.
Adam: Pude ver el atractivo de Hubstaff para los empleadores que se sienten nerviosos de desperdiciar dinero en una economía frágil. Nevogt me presentó a Chris Heuwetter, quien dirige una compañía de marketing en Jupiter, Florida, llamada 98 Buck Social.
Heuwetter dijo que había visto las horas de trabajo colapsar después de que permitió que sus veinte empleados trabajaran desde casa durante el brote del virus. La compañía enfrentaba una caída de ventas, pero Heuwetter dijo que algunos empleados no comenzaban a responder a los mensajes sino hasta después de las 10:00. Las respuestas a las preguntas de los clientes también se ralentizaron
Así que comenzó a usar Hubstaff el 31 de marzo. Una vez que lo hizo, los niveles de productividad de sus empleados aumentaron "inmediatamente".
Me sentí identificado. Hubstaff comenzaba a afectar mi comportamiento. Todos los días, entraba temprano porque el programa registraba el horario continuo de mis actividades. Puesto que sabía que vigilaban lo que hacía en línea, no pasé (tanto) tiempo leyendo sobre deportes y rara vez abrí las aplicaciones de mensajería en mi notebook, pues me sentía nervioso de que hubiera una captura de pantalla que revelara un intercambio privado.
No obstante, mis puntajes de actividad siguieron siendo tozudamente bajos, generalmente del 30 al 45 por ciento. El 14 de abril, Hubstaff mostró que había trabajado casi catorce horas, no obstante, tenía un puntaje de productividad del 22 por ciento.
Semana 3
Adam: El momento en que ya no quise ser monitoreado llegó el 23 de abril a las 11:30, cuando Hubstaff me atrapó en una clase de ejercicio en Internet . Para cuando me di cuenta de que no había salido de mi sesión, el programa había capturado una imagen de la instructora que se preparaba para dar la clase en su sala.
Aunque este era solo un experimento, no lo hacía menos vergonzoso e invasivo. Además, va más allá de que te atrapen haciendo ejercicio a mitad del día. ¿Qué pasa si otras capturas de pantalla exponían información confidencial de salud o financiera?
Confío en Pui-Wing, pero los sistemas de monitoreo tienen pocas salvaguardas para evitar los abusos, y dependen de que los gerentes ejerzan su juicio y su control.
Pui-Wing: Afortunadamente, no vi la clase de ejercicio en Internet de Adam. Después de echar un vistazo a las métricas de Hubstaff, quedó claro que no capturó los momentos en que reportaba desde el campo o hablaba con fuentes. Por lo tanto, era irrelevante, por lo menos en cuanto a la manera en la que trabajamos.
Además, ¿mencioné que fue desagradable ver tanta información sobre alguien más? No volví a entrar al programa.
De vez en cuando, echaba un vistazo a los correos electrónicos que Hubstaff enviaba sobre Adam. Mostraban un puntaje de productividad del 30 por ciento y, a veces, se acercaba al 50 por ciento. Me reí cuando me di cuenta de que comenzó a pasar más tiempo en sitios de noticias conforme cambiaba su comportamiento.
Adam: Al final, traté de burlar totalmente el sistema de Hubstaff. Mientras escribo esto a las 11:30 del 24 de abril, estoy a punto de servirme un poco de café y pasar algo de tiempo con mis hijos confinados. Pero planeo dejar un documento de Google Doc abierto en mi computadora para que Hubstaff pueda capturar una imagen y hacer que parezca que trabajo.
Aunque mi editora diga que no está viendo mis actividades, es solo por si acaso.
Pui-Wing Tam colaboró con reportería (y vigilancia) desde San Francisco.