El diseño de la firma Prosper, un robot que se encarga de los quehaceres domésticos, también muestra las limitaciones de la inteligencia artificial: requiere de maestros humanos para intentar aprender a realizar estas tareas, mucho más complejas que las digitales tradicionales para una IA
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Es el futuro doméstico tal como lo imaginamos: un robot que se encarga de las tareas del hogar. Hace la cama, pone la ropa sucia en el lavarropas, vacía el lavavajillas. Va mucho más allá de alguna de esas aspiradoras autónomas disponibles en el mercado que solo limpian el piso, y a lo sumo le pasan un trapo húmedo, o de robots hogareños que son carritos para llevar cosas de un lado al otro: queremos ciencia ficción, a Robotina de los Supersónicos, a C3-P0, a Jaime del Superagente 86, algo así.
La compañía londinense Prosper Robotics lo sabe y por eso tiene una propuesta diferente, que cumple los requisitos, aunque con algún truco: presentó a Alfie, el prototipo de un robot con brazos capaz de, sí, deambular por casa y ocuparse de algunas tareas domésticas, como tender la cama o vaciar el canasto de la ropa sucia en el lavarropas. Son tareas triviales (aunque eminentemente aburridas) para una persona, pero sumamente complejas para un robot, porque involucran una serie de movimientos combinados, que dependen de la lectura correcta que el robot haga sobre un objeto y su entorno (saber dónde termina la cama, dónde está la sábana de abajo, diferenciarla de la de arriba, saber cómo estirar una y otra, etcétera).
Los videos compartidos por la compañía son impresionantes: un tuit de Shariq Hashme, el fundador de la compañía y exempleado de OpenAI (la creadora de GPT) muestra a Alfie, el robot doméstico, levantando la mesa, limpiando su superficie, enjuagando los platos y poniéndolos en el lavavajillas.
Otro video muestra cómo es capaz de estirar un edredón para hacer una cama.
¿Demasiado cierto para ser verdad? Bueno, sí pero no. Primero, la decepción (y la ironía): buena parte de los movimientos de Alfie al hacer sus quehaceres domésticos son, en realidad, realizados por operarios en Filipinas, que tienen anteojos de realidad virtual y mandos para lograr que Alfie vaya y venga por la casa con éxito, tal como notan en Omicrono. ¿Una estafa? No: es la única manera que tiene la compañía de educar la inteligencia artificial generativa que está detrás del robot.
Así como GPT está educado con millones de textos que fueron categorizados por humanos, y así como Stable Difussion, Midjourney o Dall-E dependen para su creatividad de un sinnúmero de imágenes con las que fueron alimentadas, y que fueron etiquetadas por operarios con sueldos de bajísimo costo en Kenia o India, encargados de la tediosa tarea de clasificar elementos en una imagen o un texto para que la IA aprenda a identificarlos, así también alguien tiene que educar a Alfie para que aprenda a cargar el lavarropas, como observan en Bloomberg.
Pero a diferencia de los humanos, que pueden aprender este tipo de tareas con unos pocos ejemplos (aunque en casa los menores parecen olvidarlos en forma sistemática), para una inteligencia artificial como la que está detrás de Alfie, el número de casos y ejemplos que necesita para comenzar a “darse una idea” de cómo se limpia una mesa (y dónde termina, y por qué no continúa en las sillas, por ejemplo) es muy grande, cortesía de algo que se denomina la paradoja de Moravec, y que es uno de los grandes problemas de la inteligencia artificial: ser muy eficiente para ciertas tareas (sobre todo matemáticas) y muy mala para otras, que involucran interactuar con el mundo físico.
Así las cosas, los de Prosper buscan familias que quieran tener a Alfie (y a su mente filipina) un tiempo en casa, mientras aprende el oficio, apostando a que un día pueda resolver las tareas por sí solo.
LA NACION