A examen: probamos el smartphone plegable Razr 40 Ultra de Motorola
El nuevo teléfono plegable de Motorola ya se vende en el país; su característica más saliente es la pantalla externa de 3,6 pulgadas, que combina con una interna plegable de 6,9 pulgadas para recuperar el concepto del celular “con tapita”
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A mediados de julio, Motorola puso en venta en la Argentina su smartphone con pantalla plegable, el Razr 40 Ultra. Este modelo actualiza la propuesta de la compañía en el segmento, donde fue pionera con el Razr original de 2019; una ausencia en los últimos años le dejó espacio a Samsung para dominar el sector con la familia Flip, que ahora se renovó con un modelo, el Galaxy Z Flip5 (disponible en el país desde el próximo viernes), que toma lo más distintivo que tenía el Razr original, una pantalla externa en la tapa del teléfono, y que este Razr 40 Ultra mejora. Este modelo de Motorola tiene, al momento de escribir esto, un precio local de medio millón de pesos, coincidente con los mil dólares de precio internacional que tiene. Lo estuve probando y les cuento mis impresiones del teléfono, que compite de forma directa con el Flip5 (tendremos una reseña del modelo de Samsung en breve).
Primero, el diseño para el celular “con tapita”
En el mercado hay hoy dos formatos de teléfonos plegables: el más difundido es el tipo Fold, en el que un smartphone de tamaño más o menos convencional se abre para transformarse en una tableta. Aquí, la ventaja está en la mayor superficie disponible (una pantalla interna de 7,5 a 8 pulgadas, según el modelo), sea para trabajar o entretenerse. Las ventajas operativas de los modelos tipo Flip (como el Razr, el Flip de Samsung, o modelos de Oppo o Huawei) están mucho menos claras. Por el contrario, estos teléfonos se achican: pasan de ser un smartphone común a uno que recupera una idea que quedó obsoleta a principios de siglo (el teléfono con tapita) pero la actualiza a los requerimientos actuales. ¿Tiene alguna ventaja real un teléfono que se hace un poco más pequeño que una billetera, pero que al hacerlo duplica su grosor? No tantas: es más fácil de llevar en la mano, y entrará en algunos bolsillos de poca profundidad. Y es más discreto si lo llevamos en la mano (quedará encapsulado por los dedos si tenemos una mano relativamente grande), sea para mirar si nos llegó algún mensaje o para salir a correr. Ese tipo de cosas. No hay grandes virtudes operativas, como sí las ofrece un dispositivo que se hace más grande (sea un fold, o una notebook con una pantalla de 17 pulgadas).
Pero, sobre todo, elegirlo es una cuestión estética: los plegables tipo Flip funcionan porque son lindos, son diferentes, son una novedad en un mar de rectángulos negros. En esto, el Razr 40 Ultra cumple con creces: todo el exterior del teléfono está protegido por Gorilla Glass Victus, con una pantalla externa a la que no se le notan los bordes cuando está apagada (o con el fondo negro) junto a las dos cámaras principales; bordes redondeados que hacen que sea muy cómodo de tener en la mano (abierto o cerrado) y una tapa para la batería con el mismo tratamiento mate que usan el Edge 30 Ultra y el Edge 40 Pro, que además de esconder las huellas digitales lo hace muy atractivo. Motorola lo vende en color negro y un celeste “glaciar”; en otros países también se consigue en rojo. En todos los casos el resultado es un teléfono de diseño muy sobrio, que deja muy en claro que se trata de un dispositivo de ingeniería refinada; todo el diseño está muy cuidado, incluyendo las dos tapas transparentes que hacen la funda.
Lo que sí y lo que no de las pantallas
El diseño del Razr 40 Ultra está dominado por la pantalla externa del teléfono: un panel AMOLED táctil de 3,6 pulgadas y todos los chiches: 144 Hz de tasa de refresco, HDR10+, 1056 x 1066 pixeles. Se ve muy bien, y es muy útil. Allí se mostrará, primero, un reloj (si agitamos el teléfono o tocamos la pantalla), del que se pueden elegir varios diseños. También, un sector de notificaciones, que son las mismas que veríamos en un teléfono común, y son igual de interactivas. Esto significa que podemos responder un mensaje de WhatsApp o un mail, por ejemplo (hay lugar para un teclado convencional), o descartar otras notificaciones, y también acceder a la botonera que permite activar el WiFi, compartir 4G, etcétera. Si abrimos una notificación de WhatsApp accedemos a toda la conversación.
La idea es no tener que abrir siempre el teléfono para ver la pantalla interna, una acción simpática pero que envejece rápido si hay que hacerla varias veces al día. Si desbloqueamos el teléfono accedemos a una segunda vista externa, con fondos animados y una serie de paneles predefinidos: la agenda del día, el pronóstico del tiempo, un control para Spotify, contactos frecuentes para llamar por teléfono, unos juegos pensados para aprovechar la pantalla externa, y un menú con aplicaciones que queremos usar en esa pantalla externa. Se puede agregar cualquier aplicación (incluyendo juegos como el Call of Duty), y todas funcionan muy bien.
Algunas tienen más sentido que otras, claro: un mensajero instantáneo, la grabadora de voz o Google Maps son una obviedad, y muy convenientes (se puede enviar un audio de WhatsApp, una llamada o chatear con cualquier contacto, o iniciar un recorrido guiado con los mapas); YouTube o Netflix (o cualquiera similar) funcionan muy bien, más allá del tamaño del video: para darse una idea, es más o menos el que vemos si usamos estas aplicaciones con un teléfono común en posición vertical o con el teclado desplegado.
Aquí, la gracia es que podemos usar la otra mitad del teléfono, y la rigidez de la bisagra, para que el teléfono quede en su propio atril. En esa posición el teléfono también se luce para una videollamada, con la ventaja de que se podrán usar las cámaras externas y no necesitamos un trípode o soporte externo. También podemos hacer llamadas (de teléfono, WhatsApp, Telegram, etcétera) con el teléfono plegado, lo mismo que escuchar audios y demás. Obviamente, si lo que queremos ver en la pantalla externa tiene mucho detalle será mejor pasar al panel interno; el sistema es suficientemente astuto como para ofrecernos usar en la pantalla externa si estábamos usando una app y plegamos el equipo. Pero la pantalla externa es muy cómoda, y permite interactuar con el teléfono (y con otras personas remotas) con mucha discreción. Y podemos recuperar ese gesto físico tan agradable como es atender una llamada abriendo el teléfono (con las dos manos; el tamaño del teléfono y la rigidez de la bisagra no contribuyen a hacerlo con una sola) o cerrándolo con un “clac” seco.
También es posible activar las cámaras externas y usar la pantalla exterior para unas selfies de muy buena calidad, viéndonos en la pantalla, aplicando filtros, etcétera. La interfaz ocupa toda la pantalla, incluyendo la parte que está perforada por las cámaras, lo que puede impedir el acceso a algunos elementos interactivos (un botón que justo está en la esquina inferior derecha, por ejemplo), en estos casos, una presión larga sobre el botón de inicio o la barra de control hará rectangular la interfaz, salvando el problema. Está muy bien pensando.
Obviamente, no tiene sentido usar solo la pantalla externa; hay situaciones donde será un escollo, como redactar o leer un texto largo, ver fotos, usar videojuegos, ver un video largo, etcétera. Para eso está la pantalla interna, un panel pOLED plegable de 6,9 pulgadas (el más grande entre los smartphones tipo flip), con tasa de refresco de 165 Hz, HDR10+ y 2640 x 1080 pixeles. Tiene todos los chiches, digamos, y desplegada transforma al teléfono en uno convencional y con pantalla grande, muy agradable de usar. Es un poco más alargada de lo usual, lo que puede traer alguna molestia para desplegar el menú de notificaciones si tenemos manos chicas, pero no es muy grave. La pantalla se ve muy bien bajo techo, aunque sufre al aire libre, algo inevitable en todas las pantallas flexibles. La pantalla interna es de plástico, y está cubierta (como las de Samsung) por un vidrio ultradelgado, que debería protegerlo del polvo y los rayones. En el medio, claro, está la hendidura generada por el punto de pliegue de la pantalla. Es bastante leve, se siente apenas al tacto, pero no se ve, y no debería ser un problema con el uso cotidiano; habrá que ver cómo se comporta con el paso del tiempo y la acumulación de aberturas y cierres; Motorola dice que la bisagra y la pantalla flexible del Razr 40 Ultra debería soportar 400.000 flexiones; más allá de algunas pruebas en YouTube, debería resistir el paso del tiempo sin mayores inconvenientes, pero sólo el tiempo lo confirmará.
A propósito de la bisagra, rediseñada respecto de los modelos anteriores, permite abrir el teléfono y dejarlo fijo en casi cualquier ángulo: si es un ángulo muy agudo el teléfono se cerrará solo; si es muy grave -el ángulo- se abrirá del todo. Cerrado, el Razr 40 Ultra no deja espacio entre sus tapas, lo que ayuda a proteger la pantalla interna; abierto, no llega a quedar recto, sino en 179 grados, digamos; es más visual que sensible. Como sea, tanto para usar la pantalla externa con la otra parte como atril, o la pantalla interna doblada, la bisagra ofrece una rigidez más que adecuada. Algunas aplicaciones son compatibles con el modo “flex” (que apareció primero en los Samsung) y que permite dividir el contenido que muestra una app en las dos mitades de la pantalla, si la app está preparada para esto.
El precio de la moda: las cámaras y la batería
Hacer un teléfono que se dobla en dos impone ciertas limitaciones a lo que se puede incluir en otros elementos clásicos de un teléfono. El teléfono tiene un par de parlantes estéreo de excelente calidad, pero debe llevar su sensor de huellas digitales a un lateral; tiene carga rápida, pero de 33 watts; e inalámbrica, pero de 5 watts. No esta mal, y es mejor que las versiones anteriores (y el cargador viene en la caja), pero quienes estén acostumbrados al vértigo de la carga de 68 o 125 watts tendrán que tener más paciencia. El teléfono tiene, además, una batería de 3800 mAh, un buen número para un teléfono flip, pero exiguo si se lo compara con muchos teléfonos convencionales. ¿Alcanza? Depende del uso, como siempre.
En un día normal no tuve ningún problema en llegar al fin del día con algo de resto de energía (es decir, solo con la carga inicial de la noche), en parte porque el uso de la pantalla externa, más chica, reduce el impacto que el uso cotidiano tiene en la batería. Lo que este teléfono (y otros de su tipo; no es un problema del Razr, sino de la categoría) no tiene es mucho margen para un día inusual al que a lo usual le metimos 2 horas de video, o de un juego furioso, o una videollamada. Todo dependerá de cuánto usamos la pantalla interna (que consume energía como la de un smartphone convencional), y de cómo es nuestra rutina habitual con un teléfono común. Hay gente que sólo necesita cargar el teléfono a la noche; otros que a mitad del día ya necesitan recargarlo. Para este último grupo (digamos: usuarios intensos del teléfono) el Razr requerirá, como mínimo, una mayor previsión a la hora de salir de casa. Depende mucho del tipo de usuario, y no hay soluciones mágicas, pero un uso más o menos normal el teléfono no tiene problemas de autonomía; tampoco el resto que le aportaría una batería de 4500 o 5000 mAh. Quienes busquen un teléfono plegable con tapita con más autonomía harán bien en esperar al Razr 40, un modelo con la misma pantalla interna que el 40 Ultra, pero con un procesador más frugal (un Snapragon 7 Gen 1), más batería (4200 mAh) y una pantalla externa más chica. Se venderá en el país, pero todavía no tiene fecha de arribo.
La otra limitación del teléfono está en las cámaras: un sensor normal de 12 megapixeles con apertura f/1.5, estabilización óptica y PDAF, y un gran angular con 108 grados de apertura y autofoco, que también sirve como macro. Puede grabar video 4K a 60 fps. No hay lugar, por ahora, para un zoom óptico. La cámara interna es de 32 megapixeles. Las cámaras son buenas, sin duda, y cumplen con comodidad sus funciones principales, pero no son lo mejor del mercado, más que nada por una cuestión técnica (no hay lugar, en los 7 mm de grosor de la tapa, para meter un módulo más grande). ¿Tienen algún problema? Ninguno notable; simplemente, los amantes de la fotografía deberán apelar a diseños más convencionales si buscan más flexibilidad con las cámaras, o mejor calidad, sobre todo en situaciones forzadas. Con luz decente, la mayoría de los smartphones modernos logra fotos buenísimas, y el Razr 40 Ultra cumple con esta máxima. A la vez, la bisagra permite usos para registrar contenido que con un teléfono común quieren un trípode, sea para grabar video o tomarse selfies apoyando el teléfono, o usando la pantalla externa para que la persona retratada se vea a sí misma (o incluso para grabar video con el teléfono plegado a 90 grados, como si fuera una cámara convencional).
La oferta del equipo se completa con Android 13 corriendo sobre un chip Qualcomm Snapdragon 8 Gen 1 (el tope de línea de Android del año pasado), 12 GB de RAM y 512 GB de almacenamiento, no ampliable. Tiene 5G, NFC, Wi-Fi 6E, Bluetooth 5.3 y es compatible con Ready For, la plataforma de Motorola para usar el teléfono vinculado a pantallas externas, pero sólo vía Wi-Fi; con el cable USB-C se puede transformar en una webcam para la PC.
Qué es, y qué no es el Razr 40 Ultra
El Razr 40 Utra no es un teléfono barato, pero ofrece, en muchos aspectos, un rendimiento acorde con el precio que exige, tanto por tamaño y calidad de la pantalla plegable, como por el procesador y memoria incluidos (no, no es el chip más nuevo disponible; la diferencia de rendimiento sólo se notará, en el mejor de los casos, en situaciones específicas; para el resto, será lo mismo). Y tiene una batería razonable, y una cámara decente. Quienes quieran “lo mejor posible” por esos 500.000 pesos que pide hoy Motorola. quizá deberán buscar un modelo de diseño convencional, que por un precio similar permite una combinación de funciones más equilibradas (básicamente, más batería y mejores cámaras). Lo mismo puede decirse del Galaxy Z Flip5 que estará disponible en el país desde el viernes próximo a un precio levemente mayor (600.000 pesos).
Quienes busquen algo diferente, o encuentren la posibilidad de doblar el teléfono un baluarte (porque andan siempre llevando un soporte para usarlo en videollamadas o como cámara fija, o porque buscan algo más compacto) tienen en este equipo una alternativa en la que es relativamente poco lo que hay que resignar para darle espacio a la bisagra. Pero el hardware y la usabilidad de este equipo están a un nivel superlativo, donde está claro qué se gana y qué se pierde eligiendo un modelo “con tapita”, pero que, a la vez, no requiere hacer grandes sacrificios de rendimiento. Y, de nuevo: se puede demorar la compra y esperar a la llegada del Razr 40 para tener una alternativa adicional a la hora de buscar un teléfono plegable.
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