5 razones por las que los padres permiten a sus hijos usar pantallas: ¿hacen bien o mal?
Bajo la premisa de que las personas nacidas a partir de 1990 son "nativos digitales", muchos padres permiten que sus hijos, ya sean niños o adolescentes, usen los dispositivos tecnológicos con nulos o muy pocos límites. Frente a la mirada de otros adultos, esta decisión se basa no solo en que estos chicos tienen acceso a la tecnología desde que nacieron, sino que su uso ofrece ciertos beneficios para su desarrollo, pero ¿qué hay de cierto en sus argumentos?
LA NACION consultó a distintos especialistas para que expliquen si las justificaciones de estos progenitores son mitos o verdades, sobre todo, teniendo en cuenta que en la Argentina actualmente el 40% de los chicos de entre 11 y 18 años están las 24 horas conectados a Internet, y otro 30% está todo el día online pero apaga su dispositivo para dormir, según datos de la Encuesta de la Asociación de Diarios del interior de la Argentina 2017.
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Por lo general, a los chicos les cuesta adquirir el hábito de la lectura y, en vez de apelar a incentivar a sus hijos a que consuman cuentos o historietas, muchos padres esgrimen que para jugar o utilizar cualquier website o aplicación móvil los chicos tienen que leer sí o sí.
Al respecto, Roxana Morduchowicz, que es doctora en comunicación, especialista en cultura juvenil y autora del libro Los chicos y las pantallas, explica que es cierto que Internet ha revalorizado la lectura ya que para comunicarse, hacer la tarea escolar o para buscar información sobre temas que les interesan, los chicos necesitan leer páginas y descubrir nuevos sitios. "Justamente por ello suele decirse que los chicos de hoy no leen menos que los de antes, sino que lo hacen en otros soportes, con otros fines, y de otra manera".
Siguiendo esta reflexión, Mariela Reiman, directora de la asociación civil Chicos.net, explica que "la era digital propone nuevas formas de apropiarnos de la lectura y la escritura. Aquí también la proliferación de los teléfonos celulares tiene un lugar clave. La lectura y la alfabetización adquieren un nuevo significado en el entorno digital. Por caso, un videojuego promedio para chicos de secundaria contiene textos equivalentes en cantidad a otros géneros literarios. Lo que cambia es el formato", afirma, y agrega: "a su vez se abren nuevas posibilidades de escritura colaborativa, enriquecida y comentada por la comunidad, por ejemplo, están los booktubers que recomiendan libros, de la misma manera que existen muchas aplicaciones y plataformas para escribir y compartir".
Con los dispositivos se puede aprender
Si bien en la web abundan los contenidos que sólo se enfocan en el entretenimiento, también es cierto que hay material pedagógico para que los chicos adquieran todo tipo de conocimiento jugando. De hecho, hay un amplísimo abanico de propuestas, por ejemplo, para que los más chicos aprendan los colores o las letras del abecedario, y para que los mayores adquirieran habilidades de programación. En definitiva, la ubicuidad de las pantallas permite el acceso al conocimiento en cualquier momento y en cualquier lugar, rompiendo así las paredes de las escuelas.
"Aunque es cierto en internet se puede aprender, esto no significa que se pueda usar de manera indiscriminada, sin pautas y sin acuerdos. El "tiempo de pantallas" no es bueno o malo en sí mismo, sino que se define por las múltiples formas de interactuar, crear y aprender con y a través de tecnologías digitales", explica Reiman. Para la especialista, restringir el tiempo de pantallas no necesariamente protege a niños y niñas de los riegos online: "Lo que conviene es construir juntos (padres-madres-hijos) un contrato en donde ellos mismos expresen sus puntos de vista. Este acuerdo debe incluir "espacios" y "momentos" libres de pantallas más que cantidad de horas. Por ejemplo: evitar los dispositivos durante las comidas, antes de ir a la cama, durante la actividad física". Además, padres y madres deben cumplir con las reglas acordadas y constituir un modelo de auto-regulación.
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Pablo Aristizabal, creador de la firma transmedia de mayor impacto en Iberoamérica, que incluye la redes de aprendizaje Aula365 y Educatina, entre otras, coincide: "El dispositivo puede transformarse en una herramienta de aprendizaje. El gran desafío es generar atmósferas ideales tanto en el hogar como en la escuela para promover un hábito, un interés y el engagement necesario para que no solo sea un recurso de entretenimiento".
Para que se entretenga mientras los padres pasean
Es habitual ver en los restaurantes y locales comerciales a niños de muy corta edad en sus cochecitos mirando dibujos animados en el smartphone de sus padres mientras los adultos comen o hacen las compras. Sin embargo, los especialistas consultados por LA NACION indican que no es tan así. "Es muy peligroso considerar al dispositivo como un chupete electrónico. Lo que hay que tratar es que el niño establezca una relación crítico-constructiva con la pantallas y los nuevos medios; pasar de un modelo constantativo, como lo es la televisión que se consume pasivamente, a un modelo performativo, donde el niño se vea desafiado en sus conocimientos, que haga, que cree, que interactúe", aclara Aristizabal.
Según Reiman, esta práctica no se relaciona con las necesidades de los chicos sino de los padres. "Los progenitores que se comportan de esta manera subestiman la gran influencia que tienen sobre sus hijos, especialmente en los primeros años. Usar la tecnología con este fin es dar un mensaje empobrecido acerca de las oportunidades de aprendizaje y de uso que queremos promover", sentencia.
Lo ayuda a comunicarse con la familia
Con herramientas como Skype, WhatsApp y hasta las redes sociales, los pequeños pueden estar en contacto con primos, tíos y abuelos. "La dimensión social de las TIC (Tecnologías de la Información y de la Comunicación) es uno de los ingredientes con mayor impacto en la sociedad. La comunicación en sus múltiples variantes, ya sean redes sociales, mensajerías y correo electrónico, entre otros, introdujo cambios en los conceptos de distancia/espacio y tiempo dando inicio a una nueva era en las relaciones.
"Esto aplica a chicos y grandes, tanto en contextos familiares, como sociales y educativos en donde el potencial es enorme. En el caso de los chicos, la socialización y la pertenencia son dimensiones centrales y por eso los medios digitales adquieren un lugar prioritario", detalla Reiman. Morduchowicz coincide: "Es cierto que Internet ha favorecido que muchos chicos pudieran comunicarse más. La mediación de la pantalla ha permitido que los más tímidos, por ejemplo, pudieran comunicarse con amigos a través de las redes sociales de una manera que no hubiera sido posible en persona".
Aristizabal recomiendo a los adultos controlar qué y con quiénes se comunica el niño. "No sólo por los riesgos más graves como la pedofilia, sino también para detectar situaciones que el niño esté atravesando emocional y socialmente, donde es preciso que el adulto acompañe y este cerca, como guía, consejero del menor", explica.
Porque nació con el celular en la mano sabe usarlo mejor yo
Hay una creencia basada en el concepto de "nativos digitales" según la cual se confunde el hecho que porque los niños saben cómo funcionalmente opera un dispositivo tienen un pensamiento crítico en su uso. "Está comprobado que sólo el 2% de los chicos alcanza el nivel más alto de pensamiento crítico en cuanto a la información que encuentra en la web. Lo que tenemos que promover en los niños son las habilidades digitales para que puedan no sólo buscar información en las redes, sino poder analizar, evaluarla, sacar conclusiones. Máxime en la era de la posverdad, donde cada vez incluso a nosotros como adultos, nos es más difícil poder identificar qué es cierto y qué no", sentencia Aristazabal.
A modo de síntesis, Morduchowicz concluye: "de los argumentos que esgrimen los adultos para que su hijo esté conectado, no es posible utilizarlos para proponer un hábito sin límite. La idea es que la familia pueda construir un código de isp de Internet, definir cuánto tiempo por día se utilizan. Además de las pantallas, los chicos deben poder acceder a una plaza, un cine, un teatro, un club, una biblioteca, un museo... Lo importante es recordar que cuanto más diversificado sea el uso de los bienes culturales o tecnológicos en la vida de los chicos, más rico será su aprendizaje y más sólido su capital cultural".