Zona oeste. Lenta recuperación de la actividad comercial
Aunque las calles volvieron a poblarse y las zonas comerciales del oeste del conurbano recuperaron su movimiento habitual, hay algo que todavía camina a un ritmo lento: las ventas. De bares o jugueterías, de locales de moda o calzado, los testimonios de vendedores formales e informales coinciden en que la reactivación comenzó, pero falta muchísimo para que los números vuelvan el nivel previo al inicio de la pandemia.
En la peatonal Ignacio Arieta, el corazón comercial de San Justo, los clientes preguntan mucho, pero compran poco. "Hay horarios y días, a veces vienen todos juntos y a veces no viene nadie. Se está empezando a vender de nuevo, pero estamos bajos. El martes fue pésimo", explica Patricia, empleada de un negocio de calzados. En su local atienden desde la puerta, donde pusieron una silla para que se puedan probar los productos. Según sus cálculos, la facturación está al 40% del nivel prepandemia. Y la inseguridad también pesa: "Estamos abiertos hasta las 20, pero después de las 18 ya no hay nadie, la gente tiene miedo". Ella vive en Ramos Mejía y viaja a su trabajo en colectivo. Aunque no tiene permiso para hacerlo, no tiene alternativa: "Si no vengo, los dueños me echan".
Al mediodía, también el centro de Morón está activo. Pero la mayoría de los clientes se concentran en negocios esenciales, como farmacias y bancos. Aquí y allá, algunas persianas bajas con carteles de "se alquila" son el testimonio de quienes no pudieron resistir la cuarentena. "Hay comerciantes de muchos años que se fundieron. Implementamos una panadería porque, si no, no sobrevivíamos", dice Bettina Mónaco, encargada en La Vaca Lechera, un histórico restaurante familiar que recientemente cambió de dueño. Esta semana reabrieron las mesas en la vereda y Mónaco espera que eso sirva para repuntar: "Estamos desesperados; la gente, por volver a salir, y nosotros, por volver a vender".
El bajón pega en el mundo informal. Hace seis años que Patricia vende ropa en la misma esquina de Morón. Prolijamente doblados, en su puesto sobre tablas, ofrece pantalones y remeras deportivos que imitan marcas de primera línea a precios de entre $550 y $650. Dice que hoy su problema no son ni la municipalidad ni los comerciantes del barrio. "Ya me conocen", afirma. La cuestión es más sencilla y difícil de resolver: "La gente no tiene plata. Y hoy aún no vendí nada".
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