Isis, una hembra de seis años traída de Brasil y trasladada a la isla San Alonso, es la candidata para devolver al jaguar al segundo humedal más grande del mundo
SAN CAYETANO, Corrientes.- Un grupo de veinte personas se mueve con sigilo en el Centro de Rescate de la fundación Conservation Land Trust (CLT) en San Cayetano, a unos 30 kilómetros de la ciudad de Corrientes. Allí, Isis, una yaguareté de seis años que vino de Brasil para sumarse al proyecto de reintroducción de este felino, acaba de terminar su cuarentena y está lista para viajar a la isla San Alonso y convertirse en la heroína que le dé el primer cachorro a los Esteros del Iberá donde la especie se extinguió hace 60 años.
“La primera vez que vi a Isis me pareció un animal muy interesante por su curiosidad. Ni bien salió de la jaula en la que llegó se puso a investigar todo el recinto y eso me mostró que iba a ser un ejemplar muy desafiante”, dice Alicia Delgado, bióloga responsable de la cuarentena y del Centro de Rescate de CLT.
“El yaguareté era el depredador tope de esta región y su ausencia se evidencia en desequilibrios en el ecosistema que no funciona como debería cuando le falta una de sus piezas fundamentales”, dice Sebastián Di Martino, biólogo, coordinador en CLT del Programa de Reintroducción de Especies Extinguidas en Iberá.
A las 5 de la mañana, el traslado de Isis a la isla San Alonso ya está en marcha. La Amarok gris que, en apoyo a la tarea de CLT, Volkswagen dio en comodato tendrá su pasajera más exclusiva: la felina nacida en cautiverio y proveniente del Criadouro Onça Pintada de Curitiba que pasará un tiempo en el Centro Experimental de Cría de Yaguareté (CECY) hasta cumplir su misión. Allí también se encuentran dos machos reproductores, Nahuel y Chiqui, y las hembras Tania y Tobuna, de 16 años, próxima a pasar a retiro. Estos cuatro yaguaretés son la ilusión de toda la comunidad que espera, como ellos dicen, que Corrientes vuelva a ser Corrientes; con el yaguareté, el oso hormiguero, el venado de las pampas, el tapir, el pecarí de collar y el guacamayo rojo, especies que ya están siendo reintroducidas.
Isis y una comitiva de más de veinte personas recorrieron 200 kilómetros por ruta. La Amarok donde viajaba la llevaba en la caja trasera, dentro de una jaula tapada con una tela para que no se estrese en el traslado desde el centro de rescate hasta el puerto de San Nicolás. Allí los esperaba una balsa para navegar las aguas brillantes, Iberá en guaraní, hasta su destino final, el CECY en San Alonso.
La potencia de la naturaleza amenazaba complicar los planes de los conservacionistas. Una tormenta eléctrica hacía su entrada triunfal en el momento justo en que la jaula era subida por un trailer a la balsa. Los rayos y el aguacero acompañaron a este jaguar y su comitiva durante las dos horas y media que duró el viaje. Al desembarcar en la isla, el traslado siguió en camión por cuatro kilómetros más hasta el destino final.
La escena más emotiva se vivió en el CECY. Una vez que la jaula de transporte ingresó al corral de manejo, la puerta se abrió. Fueron pocos segundos de suspenso hasta que, luego de un amague, el felino ingresó al corral. Un suspiro en cadena y muchos pares de ojos brillosos completaron la escena en la que la yaguareté aceptó y recorrió su nuevo hábitat. Delgado fue la primera en acercarse al corral. “Hola gorda, ¿qué pasa?”, le repetía mientras la acariciaba por detrás de la jaula. Isis parecía reconocerla y respondió pegándose a la reja del corral y por momentos poniéndose panza arriba.
“Isis se está aclimatando muy bien a su nuevo recinto. Se muestra muy activa y hasta entró en celo. Se revuelca, vocaliza y busca mucho el contacto con nosotros, este es un síntoma que también expresan las otras dos hembras del centro cuando están en celo”, explica Maite Ríos Noya, bióloga a cargo del CECY. Allí, la yaguareté pasó unos días hasta ser soltada en un predio de 1,5 héctareas que contempla los tres ecosistemas.
El Parque Iberá reúne las condiciones para restaurar la población del yaguareté. Se estima que en el interior hay 600 mil héctareas donde podrían vivir sin contacto con áreas pobladas. Los jaguares que habitan el CECY nunca serán liberados porque su condición de nacidos en cautiverio hace que los humanos le representen un estímulo, a diferencia de los concebidos en libertad a los cuales las personas les resultan neutras en tanto no se les acerquen a ellos ni a su cría.
“A pesar de ser el tercer mayor felino del mundo, se trata de una especie con una amplia distribución histórica que se redujo por la acción humana. Hoy en Argentina se encuentran sólo tres poblaciones separadas geográficamente y se estima que quedan 200 ejemplares. Cada territorio que se pierde es una amenaza para la especie. Su desaparición sería una catástrofe y no me gustaría pensar en los yaguaretés como pensamos en los dinosaurios, especies extintas”, concluye Ríos Noya.
Isis “la diosa egipcia de la fertilidad” ahora quiere tener una versión propia en San Alonso. Se espera que sus crías sean los primeros yaguaretés libres que habiten el Iberá después de seis décadas.
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