Ya son cuatro las víctimas y sigue la conmoción en Gesell
Cuatro de los 22 heridos siguen internados, entre ellos una nena de 11 años, que tuvo que ser trasladada a Mar del Plata; es hermana de la adolescente fallecida
VILLA GESELL.– Tristeza. Desazón. Incredulidad. Son los sentimientos que se instalaron en esta ciudad, en la que ayer las malas noticias se pusieron peor: Priscila Ochoa , de 16 años, falleció en el hospital Arturo Illia por la mañana, con lo que se convirtió en la cuarta víctima del rayo fatal que cayó anteayer sobre las carpas del balneario Áfrika, en las que se habían refugiado de una tormenta. Cuatro de los 22 heridos permanecen internados, entre ellos, la hermana de 11 años de Priscila, que tuvo que ser derivada a un hospital de Mar del Plata.
La noticia enlutó a la provincia de San Luis, ya que dos de los jóvenes que murieron en la tragedia habían nacido en esa provincia. Ayer, el gobernador Claudio Poggi, que estaba de vacaciones con sus hijos adolescentes en Villa Gesell, hizo las gestiones para que los cuerpos de los chicos fueran trasladados a la provincia. Además, decretó tres días de duelo. Ayer, pasadas las 17, un avión de la gobernación de San Luis partió desde el aeropuerto de Villa Gesell con los familiares de Agustín Irustia, de 17 años, que falleció al ser alcanzado por un rayo.
"No tengo más vida. Murió mi hijo de 17 años en mis brazos. ¿Qué más? Después de eso no existe más nada", dijo Fabio Irustia, el padre de Agustín, visiblemente quebrado, poco antes de subir al avión.
Pocas horas antes, él y su hijo menor, Santiago Irustia, de 9 años, habían sido dados de alta. Junto con la madre del adolescente, subieron al avión del gobernador para volver a casa. Santiago iba en silla de ruedas y llevaba vendados los ojos. En el mismo vuelo fue trasladado el cuerpo de Agustín, para ser enterrado en su provincia. El dolor y la tristeza de los Irustia no tenían consuelo. Era imposible digerir la noticia de que el descanso familiar hubiera terminado de la peor manera, con una muerte que no encuentra ninguna explicación.
El dolor se multiplicaba, ya que los Irustia son tíos de Priscila, la adolescente que falleció ayer por la mañana. También de Salma, la niña de 11 años que ayer por la mañana fue trasladada al hospital Materno Infantil de Mar del Plata, debido a la complejidad de su cuadro.
El cuerpo de Priscila iba a ser trasladado anoche por vía terrestre a San Luis. En tanto, la familia permanecería en Mar del Plata, para velar por la salud de Salma. Fabián Ochoa, el padre, fue dado de alta con la obligación de someterse a controles en Mar del Plata, ya que el rayo le produjo una afección cardíaca. La abuela Alicia Prussi, también recibió el alta.
Antes de partir hacia Mar del Plata, la mamá de Priscila pasó por el departamento en el que se instalaron el 28 de diciembre para pasar sus vacaciones. Llegaron como todos los años con otras dos familias de San Luis: los Irustia y los Montalvin. Nunca imaginaron que el descanso terminaría en tragedia.
Valeria, la madre de Priscila, alcanzó a meter algunas pertenencias en un bolso y a buscar los documentos de la familia. Se quebró al encontrarse con la ropa de Priscila en el cuarto. Su hija se había esforzado tanto para rendir todas las materias y poder ir de vacaciones. Allí cayó en la cuenta de que no tenía el celular de Priscila. Se imaginó que debió haber quedado en la carpa cuando cayó el rayo. El equipo tendría las últimas fotos de las vacaciones, sus últimos mails, sus últimos tuits. "#pueblo #limite #magdi #me #loveU" fue el último mensaje que escribió en su cuenta @PrisOchoa10. Y subió una foto de ella junto a una amiga.
Valeria no podía dejar de llorar. Las últimas imágenes de la tragedia venían a su mente. Después del rayo, Fabián, su marido, intentando resucitar a Salma y ella procuraba hacer lo mismo con Priscila, pero la chica no volvía. Entonces gritó pidiendo ayuda. Apareció Ramón Leites, el mozo del bar, y la ayudó. Entre los dos lograron hacerla volver en sí, aunque seguía inconsciente. La subieron a un cuatriciclo para sacarla de la playa y después un auto la trasladó al hospital, a sólo siete cuadras.
La madre de Priscila recordó la escena y no tuvo fuerzas para pensar en volver al balneario a buscar el teléfono celular. Antes de dejar la casa, le pidió a su vecina, Adriana Duffy, que fuera a preguntar a Áfrika. "Es un teléfono touch rojo. No me importa el equipo. Lo que quiero son sus fotos", le dijo entre lágrimas. Alicia, la abuela, se lamentaba de por qué el rayo no la alcanzó a ella. "Estábamos al lado, me podría haber tocado a mí, que ya tengo la vida hecha, no a mi nieta que estaba empezando a vivir", decía la mujer.
El gobierno de la provincia de Buenos Aires coordinó el operativo para trasladar los cuerpos de Gabriel Rodríguez, de 20 años, a la localidad de Henderson, a 600 km de distancia y a la ciudad de 9 de Julio, de donde era Nicolás Elena, de 19 años. En Henderson, una comunidad de unos 9500 habitantes, ayer todo era tristeza. Los padres de los cinco jóvenes que habían llegado a Villa Gesell a pasar sus primeras vacaciones solos viajaron anteanoche para reencontrarse con sus hijos después de la tragedia y llevarlos de vuelta a casa.
La peor parte les tocó a los padres de Gabriel Rodríguez, ella directora de un colegio rural y él tornero. Ellos tuvieron que volver a su pago sin su hijo en el asiento de atrás. La novia de Gabriel, Romanella Pereyra Nobilia, le escribió un conmovedor mensaje de despedida: "Ese último beso que nos dimos cuando te ibas, que pensamos que era el último por 8 días... Y no, era el último para siempre". Ayer, en Villa Gesell la tristeza se apoderó de la playa. El balneario Áfrika permaneció cerrado por duelo. Y en la mayoría de los balnearios vecinos decidieron no pasar música y colocar las banderas a media asta. La mayoría de las carpas quedaron vacías, aunque hubo familias que retomaron la rutina de playa. Aquellas carpas en las que ocurrió la tragedia se convirtieron en una especie de santuario. Aunque el vallado policial ya había desaparecido, la gente no se atrevió a acercarse a menos de diez metros.
Allí permanecían todavía las botellas de cerveza que el grupo de amigos de Henderson estaba tomando cuando cayó el rayo. También había varios cartones vacíos de jugo, y las sillas y reposeras permanecían desparramadas y con la zona de los pies elevados, tal como las colocaron los improvisados rescatistas al intentar salvarles la vida a los heridos.
De a poco comenzaron a aparecer las flores y los mensajes. Los curiosos se acercaban a mirar cómo había quedado el lugar en el que ocurrió la desgracia. Y de inmediato brotaban los relatos de dónde estaba cada uno cuando se desató la tormenta. Relatos, imágenes y un temor que no se olvidará fácilmente entre los veraneantes de Villa Gesell.
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