“Ya gasté más de $5000”: la odisea de los pasajeros afectados por el paro de colectivos en el AMBA
Decenas de personas se pasean erráticas por las paradas y buscan alternativas para viajar a sus trabajos u otros destinos; para muchos, el transporte privado es imposible de pagar
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Decenas de personas se pasean erráticas por las paradas de colectivos frente a la estación de trenes de Constitución, algunos con sus celulares en mano, intentando encontrar algún camino alternativo hasta sus trabajos; otros, buscando a alguien que despeje sus dudas.
“¿Línea 59?”, pregunta una mujer. “Está de paro”, le contesta Vanesa Cordero, otra pasajera, que tiene en su pantalla el listado recientemente actualizado de las líneas fuera de servicio en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA). “¿95?¿10? ¿17?” “Están todas de paro”, le vuelve a responder la mujer de 40 años, que trabaja como empleada doméstica en el barrio de Palermo. Resignada, Cordero se ha sentado en el banco de la parada de un colectivo que anunció el cese de actividades esta mañana, a último momento. “Estoy esperando que mi jefa me avise si me paga el Uber, que sale $4300. Si no, me vuelvo a casa”, explica.
Como ella, hay muchos otros pasajeros que se encuentran afectados por el paro de colectivos y para quienes tomar un transporte privado a través de una aplicación resulta un gasto imposible de afrontar.
Para dar marcha atrás con la retención de tareas, los colectiveros informaron que aguardan el depósito de las sumas que les reclaman a las empresas como parte de un aumento salarial. Sin embargo, los empresarios ya adelantaron que no están en condiciones de afrontar ese pago.
“Hoy ya gasté más de $5000, entre Uber, tren y colectivo. Además de que tardé muchísimo. De Ciudadela Norte a Once, de Once improvisé para acá. Ahora improviso de nuevo”, cuenta, frustrada, Pamela Carrasco, de 37 años, quien trabaja como empleada administrativa en Avellaneda. Son las 8:40. Ella salió de su casa a las 6 y todavía no está cerca de llegar. “¡No sé cómo voy a volver a casa!”, dispara, antes de subir a su último colectivo.
Las aplicaciones de transporte están colapsadas. Una importante porción de quienes esta mañana piden un auto a través de una plataforma móvil pasan a formar parte de una extensa fila digital, a la espera de la tan ansiada confirmación del viaje solicitado. Gabriela López, cuidadora de adultos mayores, de 48 años, acuerda viajar con Adriana, una mujer a quien acaba de conocer en Constitución y quien viaja en la misma dirección. Acuerdan tomar un auto juntas. Se concentran en sus celulares, donde tienen abiertas diferentes aplicaciones, en busca de un auto disponible.
López tomó el tren temprano desde Ezeiza esta mañana con la esperanza de que alguno de los colectivos que suele tomar hasta su trabajo no estuviera de paro. Pero al llegar se decepcionó. “¡Pararon todas! No queda otra que improvisar. Pasó lo mismo la otra vez: muchas líneas se sumaron en el momento”, expresa la mujer, sin sacar la mirada del celular.
Entre las líneas adheridas a la medida de fuerza figuran: 1, 2, 4, 10, 12, 15, 17, 19, 22, 29, 32, 33, 34, 37, 39, 41, 42, 45, 46, 47, 49, 53, 55, 59, 60, 61, 62, 63, 64, 65, 67, 68, 70, 71, 75, 78, 86, 87, 88, 90, 92, 93, 95, 96, 97, 102, 103, 105, 109, 110, 111, 113, 114, 118, 119, 123, 124, 126, 127, 128, 129, 133, 136, 140, 143, 145, 148, 151, 152, 153, 154, 158, 159, 160, 163, 166, 169, 172, 174, 176, 178, 179, 180, 181, 182, 184, 185, 193, 194 y 195.
Como siempre que hay paro, quienes trabajan en la plataforma de colectivos de Constitución orientando a los pasajeros tienen un trabajo extra: la atención a cientos de pasajeros frecuentes que no saben de qué manera llegarán a destino. “No, señora, ninguno que ande la va a dejar en Paseo Colón”, dice uno de los empleados, antes de girar para responder otra duda y después otra. Hay fila a su alrededor, y los pasajeros que esperan comienzan a responder sus consultas entre ellos.
Una de los usuarios que consulta es la enfermera Aimara Carreras, de 28 años, quien viaja desde Luis Guillón hasta el microcentro para realizarse un estudio preocupacional, al que ahora teme llegar demorada.
Carrasco, por su parte, ya sabe que por lo menos fichará en su trabajo una hora tarde. “Además del valor del transporte, tengo descuento en el trabajo por no llegar a tiempo”, suma la mujer, que salió de su casa en Ciudadela hace dos horas y media.
A pocos metros, sentado sobre el banco de otro colectivo que no pasará, el vecino de Ezeiza Marcelo Gelder, de 58 años, mira atento la lista actualizada en las líneas de paro en internet y cierra los ojos para intentar imaginar un camino alternativo. “Estoy viendo cómo hago, está complicado –protesta el gastronómico, que trabaja en la cocina y el salón de un bodegón de La Boca–. Esto no es nada nuevo, pasó hace poco, pero no me deja de afectar. No quiero pagar un taxi. Ya el transporte público me sale caro”.
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