“¿Y si vivimos viajando?”: la pregunta que abrió un sueño y un recorrido que ya lleva más de 40.000 kilómetros
El 6 de enero de 2020, Santiago Bertaina y Carolina Fenoy partieron desde Córdoba para dar la vuelta al mundo
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“Nos gustaba nuestro trabajo, pero sentíamos que no éramos felices”, confiesa Carolina Fenoy, de 28 años, desde el Estado de Bahía, Brasil. Hace 697 días que están viajando, y llevan transitado 40.000 kilómetros, junto a su novio, Santiago Bertaina, de 32, en un “motorhome portátil” con un sueño: recorrer el mundo. Ambos trabajaban en una empresa de alimentos en Colonia Caroya (Córdoba) y en 2018 decidieron empezar a planificar un sueño: vivir viajando, abandonar los horarios laborales, y alejarse de las rutinas. “Es difícil romper con los mandatos sociales con los que fuimos criados, pero quisimos cumplir nuestro sueño”, afirma Bertaina. La pareja costea el viaje con los videos que suben a Youtube y la venta online de merchandising de esta aventura.
La pandemia, la necesidad de salir de las grandes ciudades, y ser protagonistas de las propias vidas han provocado un movimiento de viajeros que se trasladan por las rutas, en busca de recuperar el control de sus libertades. “Teníamos trabajos estables, pero no puede ser que solo tengas 15 días de vacaciones por año”, sintetiza Fenoy. “Siempre nos gustó viajar, hacíamos escapadas, pero luego siempre era la vuelta a la rutina laboral”, agrega. Un domingo de 2018, no recuerdan quién de los dos lanzó la pregunta: “¿Y si recorremos el mundo, si vivimos viajando?”, confiesa Fenoy.
El interrogante disparó la fantasía, pero también la certeza de que podían hacerlo. La planificación fue esencial, bajar al papel y a la realidad la posibilidad del cambio de vida. “Analizamos todas las opciones, desde viajar como mochileros, hasta el motorhome”, recuerda Fenoy. Bertaina tenía una camioneta: era un punto de partida. Se decidieron por un camper. Es un motorhome “portátil”, que se adapta a la caja de carga. “Era la mejor opción”, determina Fenoy. Se pusieron en movimiento.
“Compramos el camper por 15.000 dólares antes de que se disparara el dólar, tuvimos suerte”, afirma Fenoy. Un motorhome portátil tiene muchos beneficios. Se acopla y desacopla de la caja en 20 minutos. “Si en determinados momentos queremos hacer caminos complicados, lo podemos sacar”, sostiene.
Las comodidades del camper son básicas, pero suficientes para sostener el sueño de recorrer el mundo con una casa a cuestas. Tiene una cama de dos plazas; cocina con dos hornallas, aunque sin horno; heladera; calefón; baño con ducha e inodoro; un pequeño living comedor con una mesa rebatible que también puede ser una segunda cama; calefactor de tiro balanceado; un climatizador (funciona con agua) para templar el ambiente cuando sube la temperatura exterior y un tanque de 80 litros de agua potable. Llevan una garrafa y un panel solar.
Los motorhomes en la Argentina se fabrican a pedido. La empresa líder en hacerlos es Royal House, partner de Mercedes Benz. Se hacen usando como base un utilitario Sprinter 516. Los clientes deben comprar el modelo para su transformación. El proceso dura alrededor de 25 días. Desde la empresa afirman que hay turnos de hasta cinco meses. Los precios varían según las comodidades extras, aumenta el presupuesto la inclusión de televisor, microondas, horno y aire acondicionado. Se hacen de acuerdo al presupuesto del cliente. Algunos modelos pueden llegar a 90.000 dólares. Pero se consiguen usados a $60.000.
El comienzo
A fines de 2019 tenían todo listo. Renunciaron a sus trabajos, y les comunicaron la decisión a sus familias. “No es fácil, pero era nuestro sueño”, recuerda Fenoy. Pasaron las Fiestas con ellos y el 6 de enero de 2020 iniciaron oficialmente su viaje.
La hoja de ruta la tenían configurada a grandes rasgos, por tramos. “Nuestro sueño es dar la vuelta al mundo”, ratifica Fenoy. El mapa trazado fue bajar por la ruta 40, cruzar el Estrecho de Magallanes hasta la isla de Tierra del Fuego, subir por la Carretera Austral chilena, entrar nuevamente a nuestro país por el noroeste, llegar hasta Brasil, y subir hasta Alaska para regresar a un puerto del Atlántico y cruzar a Europa.
Escapar de las rutinas, crea otras. “Siempre vamos cambiando el recorrido”, afirma Fenoy. El viaje es una entidad que crece en simultáneo con ellos. Los caminos van mostrando señales. “Todos los días son diferentes”, advierte. “Nos formamos nuestra propia rutina, para trabajar, hacer actividad física, conocer lugares”, reconoce.
El golpe
La pandemia fue un golpe certero, un freno impensado. Desde Córdoba, llegaron a San Luis y allí bajaron por la ruta 40. “Llegamos a Bariloche un día antes que declararan la cuarentena”, cuenta Fenoy. El mundo y su sueño se detuvieron. El Covid obligaba a poner el foco en las personas en movimiento. Las rutas comenzaron a bloquearse y el país se hundió en un encierro interminable. “Vimos todo muy complicado”, recuerda Fenoy.
“Durante cinco días no salimos del camper”, confiesa Fenoy. Se instalaron en la playa de estacionamiento de una estación de servicio, en las afueras de Bariloche. Frente a un supermercado. Pudieron tener wi-fi y estar conectados con el mundo, y sus familiares. Veían entrar a la gente a comprar provisiones. Las calles vacías. Las noticias que llegaban no eran alentadoras. Decidieron no salir del camper hasta que entendieron que había que moverse. “Supimos que el viaje se detenía, los amigos nos ayudaron”, confiesa.
Bariloche les brindó hospitalidad. Por intermedio de amigos, llegaron a un complejo de cabañas. “No querían cobrarnos nada, pero entendimos que había que devolverles el gesto”, aclara Fenoy. El horizonte no era esperanzador. El tránsito estaba vedado solo para personal esencial y la pareja debió trazar un nuevo plan. A cambio del alojamiento, aportaron trabajo. “Hicimos tareas de jardinería, electricidad, pintura y redes sociales”, afirma Fenoy. Estuvieron ocho meses así. Cuando las rutas se abrieron, el viaje se reanudó.
“No hay problemas”
“El encierro también tuvo su parte positiva”, reconoce Fenoy. En la cabaña pudieron ver en perspectiva el sueño que se retomaría una vez que la pandemia lo permitiese. “Creamos el canal de Youtube (Hakuna Matata x el mundo), que es nuestra principal fuente de ingresos”, confiesa. Aunque también lanzaron su línea de merchandising (remeras, gorras, bolsas y llaveros) “Parte de lo recaudado lo donamos a comedores que nos encontramos en el camino”, sostienen. Se pueden conseguir aquí.
¿Por qué Hakuna Matata?, La frase se popularizó en la película El Rey León, y es una voz africana que es muy usual en países como Tanzania y Kenia, que significa “No hay problemas”.
Diciembre de 2020 los halló en Ushuaia. Una parte importante de su viaje cobró sentido. Comenzaron a subir por la ruta 40. Cruzaron por toda la Argentina y desde el 2 de octubre están en Brasil, en estos días se hallan en Mucuge, en el Estado de Bahía, sus próximos pasos son Maceió y el nordeste de ese país. En tiempos de pospandemia, las señales de libertad son buscadas. Todos los jueves y domingos a las 20 suben videos a su canal. “Damos información útil para aquellos que quieran hacer lo mismo que nosotros”, afirma Fenoy.
“No vivimos de vacaciones, sino que tenemos otro estilo de vida”, sostiene Fenoy para despejar preconceptos que suelen referirse a viajeros que se escapan de la “normalidad”. Disociados del mundo de los horarios y el trabajo formal, hallaron un método que defienden: “Nos movemos constantemente”, manifiesta.
“Lo mejor que nos pasa es la gente que encontramos, que te abre las puertas de sus casas”, afirma Bertaina. Una ducha más placentera y el uso de lavarropas son algunos de los ofrecimientos que aceptan. “Pero lo que más valoramos es la charla, las historias de las personas de los lugares que visitamos”, confiesa Fenoy. ¿Qué les espera de ahora en más?: seguir rumbo para el norte. La pandemia marca los tiempos. Los caminos, por ahora, les muestran postales que soñaron aquel domingo de 2018. “Estamos felices de habernos animados. No nos arrepentimos”, concluye.