Winy Maas: “Que la arquitectura hable en voz alta no significa que apueste por simplicidades”
Bio
Profesión: arquitecto
Origen: Países Bajos, 1959
El holandés, que se ganó el mote del “Leonardo Da Vinci del siglo XXI”, es uno de los referentes actuales de la arquitectura en el mundo. Al frente del estudio MVRDV, entre sus obras más salientes se encuentra el mercado de Rotterdam, y otros edificios que vale la pena conocer www.mvrdv.nl /en/projects
Extender la densidad de Benidorm –en Alicante– a toda la costa mediterránea, construir bloques de casas en lugar de bloques de pisos… Lejos de apaciguarse con la madurez, la desbordante imaginación del estudio holandés MVRDV parece aumentar con los años. Su fundador, Winy Maas (1959), investiga el futuro de la arquitectura con sus alumnos de la Universidad de Delft en The Why Factory, una indagación que el Colegio de Arquitectos de Madrid estuvo mostrando durante estos meses.
–¿Su arquitectura es pop?
–Nos interesa la arquitectura no elitista que conecta con el mundo. Ser pop no es ser populista. Que la arquitectura hable en voz alta no significa que apueste por simplicidades.
–Sus edificios han evolucionado hacia una arquitectura cercana al cómic. ¿Lo han pedido los nuevos tiempos?
–Nuestros últimos trabajos son más visuales, más icónicos, pero también más maduros. La raíz de los proyectos y de nuestra actitud no ha cambiado: escuchamos a la sociedad, pero no giramos en torno a las novedades. Hemos demostrado que lo pop tiene muchos significados. Puede ser chic. Nuestra tienda Chanel en Amsterdam restaura un edificio sustituyendo su base de ladrillos por pavés [bloques de vidrio] translúcido.
–¿Por qué dan tanta importancia a la imagen?
–Es la vía más rápida para trabajar la identidad. Reconocer algo es mejor que simplemente verlo. La tienda de Chanel es transparente. A la vez modesta y lujosa. No es una ampliación moderna que dialoga con lo existente desde la neutralidad. Tampoco trata de borrar el paso del tiempo. Habla desde el tiempo actual.
–Con una arquitectura tan llamativa, ¿siente el peligro de pasar de moda o de convertirse en chiste?
–El humor no es malo. La sonrisa es buena porque se repite, pero el chiste es un fracaso porque agota la reacción. Buscamos alegrar la vida, no sorprender una vez.
–¿Cómo se controla la calidad del humor en la arquitectura?
–Con cierta abstracción. Si uno es demasiado literal y pierde la sutileza, no involucra al espectador. La abstracción es una clave reduccionista, una herramienta para la convivencia porque permite dialogar con otras ideas y formalizaciones.
–El mercado de Rotterdam es, a la vez, cueva y atracción turística. Tiene viviendas, restaurantes y tiendas…
–Un edificio público que ocupa un lugar central no puede abrirse sólo unas horas. Por eso combinamos puestos de verdura con restaurantes. Pero son los apartamentos de las dos fachadas los que pagan el gran costo de un proyecto abierto al público. La arquitectura ha evolucionado. El cliente cada vez pide más. No olvide que tenemos brillantes predecesores. Hoy quien te encarga un mercado conoce Santa Caterina, de Miralles, en Barcelona. Y quiere un efecto similar en el barrio. Lo fascinante de la arquitectura siempre es el siguiente paso. Se evoluciona conociendo a los predecesores y buscando liberarse de su peso. Hoy la gente es muy consciente de su alimentación y un edificio puede representarlo. Ámsterdam y Estocolmo están plagadas de mercados hipsters. Podés hacer uno más, pero ¿es ese el siguiente paso?
–¿Qué importancia tiene para su arquitectura su propia ciudad, Rotterdam?
–Cualquier ciudad cambia continuamente, pero en Rotterdam el cambio es extremo porque había mucho por hacer tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. De esa transformación contínua saca la ciudad su fortaleza. Ha desarrollado una cultura del cambio que afecta a la apertura mental de los ciudadanos.
–¿Defender la arquitectura icónica es valentía u obcecación?
–Es lógico que en lugares como Valencia se asocie la palabra ícono a despilfarro y falta de responsabilidad. Pero es muy triste haber visto cómo las grandes estrellas de la arquitectura devoraron todo ese potencial con avaricia. Nuestra generación, y la siguiente aún más, ha tenido que trabajar con presupuestos bajos y cuidados mayores. Con todo, un ícono también puede asociarse a transformaciones positivas. Sería una pena no volver a construir con voluntad de marcar las ciudades. La mejor arquitectura es la que construye lo inesperado y transforma los núcleos urbanos y el punto de vista de los ciudadanos. Hay que empujar la arquitectura para que ésta impulse y ayude a las personas. La arquitectura debe recuperar ese liderazgo. Alguien tendrá que pensar a lo grande. La neutralidad y la humildad son la espera, pero todos estamos esperando la llegada de lo grande.
–¿Qué debe tener un estudio de arquitectura para creer que puede dar un paso más?
–Una mezcla de seguridad y dudas. Hay quien entiende que está en la vida para experimentar y tratar de aportar y quien considera que debe proteger lo existente. Eso genera tipos diferentes de vida. En la arquitectura es muy visible. En mi opinión el exceso de protección mata la curiosidad. Entiendo que si alguien necesita certezas sea conservador, pero como creo que no hay certezas prefiero reunir el valor para atreverme a pensar de otra manera.
–¿Los arquitectos arriesgan más al madurar? Piense en Frank Gehry, Herzog & de Meuron…
–Hay una diferencia entre arriesgar de joven y hacerlo con una trayectoria profesional. Pero hagas lo que hagas, arriesgas. Ser arquitecto te obliga a creer en el futuro. Lo tienes que imaginar. Ante un gran edificio, tienes que pensar en cómo será el mundo en 10 años. Eso requiere imaginación y capacidad de observación y riesgo. Si uno no mira hacia el futuro, cuando llega está más atrás que cuando comenzó.
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