Walter Riso: "Si ves que no funciona, la emigración es una salida digna"
Autor de más de 20 libros de mucho éxito, Walter Riso es doctor en psicología, especialista en terapia cognitiva, y tiene una maestría en bioética. Nacido en Nápoles, Italia, en 1951, Riso vino junto a familia a la Argentina cuando tenía solo un año. El golpe militar de 1976 lo obligó a emigrar a Colombia para poder terminar sus estudios universitarios. Luego continuó su vida en Europa.
Ahora vive en Barcelona, desde donde charló por vía telefónica con LA NACION acerca de su último libro, Más fuerte que la adversidad (Planeta), en el que da consejos para afrontar acontecimientos estresantes en el marco de la cuarentena por la pandemia de coronavirus.
-¿Qué son las sesiones de asertividad que mencionás en tu libro?
-La asertividad es la capacidad de una persona para expresar sentimientos, especialmente negativos, y defender los derechos personales de una manera socialmente adecuada. Es una actitud autoafirmativa que evita que te manipulen. En un extremo está la sumisión y en el otro la agresión. En el punto medio está la asertividad.
-¿Cómo viste a tus pacientes con la cuarentena? ¿Se agravaron los problemas mentales?
-Todo fue por internet. Empezamos a trabajar a comienzos de febrero y estamos hasta hoy. Con mi equipo juntamos información de 1500 pacientes de habla hispana de todas partes del mundo. Esa información muestra que el motivo principal de consulta es el que tiene que ver con la ansiedad y la incertidumbre. No se sabe qué va a pasar y hay mucha información contradictoria. Está también la incertidumbre sobre el trabajo. Quedará una secuela de gente pasando hambre y de gente con problemas psicológicos. En los países del tercer mundo la ayuda gubernamental no llega tanto y los que se han visto más afectados son los autónomos. En Barcelona, en mi calle, ves muchas persianas bajas.
El segundo motivo son las relaciones de pareja. La Argentina y Colombia son los países que más confinamiento han hecho. Después de 15 días, el encierro es perjudicial, los mamíferos necesitamos movimiento, sol. Así se desarrolla la ira, que te permite escapar. Es la ira al servicio de la libertad. Las parejas desarrollan un nivel de irritabilidad muy alta. Hay señoras que me han dicho que su marido tienen retardo mental, lo perciben como tonto. Otro que me dice que no sabía que su mujer era tan fea. O no soportan más a los niños. Para las víctimas del machismo, ni hablar. Se dispararon las separaciones. El problema de pareja es muy fuerte.
El tercer elemento es la tristeza, el duelo, la depresión. La tristeza es una emoción primaria que lentifica el software mental. La tristeza dura poquito; la depresión implica otra cosa, es una enfermedad, la autodestrucción del yo. Estamos en un contexto de pérdida. Cosas que nos parecían normales, ahora las extrañamos. Italia y España, con los bares cerrados, no son Italia y España. Lo mismo que la Argentina.
Viví 18 años en Buenos Aires, estudié en el Otto Krause. Nosotros nos tocamos, el distanciamiento es un problema, la mascarilla es un problema, porque somos expresivos. La pérdida de la libertad y de familiares, porque se enferman. La mitad de los muertos en España son ancianos que vivían en residencias, entonces surge la culpa. No dejar ver a tu familiar es salvaje. Entonces el duelo no lo podés hacer en tiempo adecuado. La depresión va a en aumento.
Además está el tema de la incertidumbre, con todo esto del negacionismo y los terraplanistas. Mucha gente cree que el presidente de la OMS es un reptiliano. Nunca hubo tanta gente frente a las pantallas recibiendo información confusa y contradictoria. Aquí se frenó el mundo y todos nuestros paradigmas entraron en revisión.
-¿Cómo podemos superar esta adversidad?
-La gente tiene que entender que es más fuerte de lo que cree. Michael Jordan decía que podía tolerar la frustración pero que nunca se perdonaría no intentarlo. Tenemos un guerrero interior que es el sistema inmunológico y nosotros debemos convertirnos en guerreros. Con los pacientes trabajamos en mejorar la resistencia, sacar callos, entender que la valentía no es no tener miedo, sino enfrentarlo: el valiente dura cinco minutos más que el otro. Hay que crear un ambiente motivacional nuevo. La mayoría descubre que es más fuerte de lo que creía. Es lo que sucedía en las grandes guerras.
Si la gente superó la Segunda Guerra Mundial puede superar cualquier cosa, pero va a quedar un remanente de situaciones psicológicas y va a necesitar ayuda. Hay gente que es resiliente y se adapta. E incluso hay gente que produce un crecimiento frente a la crisis y descubre que en su vida habían andado con piloto automático.
-En tu libro reivindicás la ira. Pero desde el budismo el Dalai Lama asegura que es un sentimiento negativo, que daña al que lo siente, que debe evitarse.
-Analizo la ira no desde el punto de vista espiritual, sino como un psicólogo cognitivo, evolucionista. Hay unas emociones básicas que tú heredas. Una de ellas es la ira. En el libro explico que si uno entiende la función adaptativa de la ira puede usarla, sin llegar a la agresión. La ira se te dispara cuando no podés llegar a la meta porque tenés un obstáculo. Y te lleva a desarrollar fuerza, está al servicio de la libertad. Nos puede servir en este momento. Y además te sirve para defenderte. Si vos en la vida te sentís frustrado, encerrado, se activa la ira. Hay que entender cómo funciona y después gestionarla. Si no podés dominarla, tenés que pedir ayuda profesional.
-En los últimos días hubo en la Argentina muchas agresiones en la calle con cuchillos, sobre todo a mujeres. ¿La pandemia potenció esto?
-Hay mucha gente que está al borde del delirio. Gente que ya tenía problemas de antes. No asociemos toda agresión con la ira. Lo que puede motivar a esta persona es la religión o un trauma. Puede ser un machista o un violador en potencia. No todo es ira. La personalidad tipo A, que les encanta a las grandes empresas, es gente competitiva, hostil, que no tiene limitación a la hora de castigar a otra persona. La hostilidad es una ira persistente. Un tipo así es altamente peligroso, pero a las empresas les encanta.
-Durante este año creció la sensación, sobre todo en la clase media, de que la Argentina es un país inviable y mucha gente piensa en irse. ¿Qué se hace frente a eso?
-En una situación así, la psicología no sirve de mucho. Lo que sirve más son los principios, la ideología. Vos no podés psicologizar todo. De Italia viajaban a hacer la América y la Argentina fue multicultural en los 40, nunca le pidió visa a nadie. Acá en Europa a los argentinos los quieren porque sus abuelos fueron recibidos allá. En Plaza Once se sentaban en una mesa de mármol un alemán, un judío, un italiano, un español republicano y otro no, a jugar truco. La Argentina recibió todo eso y se enriqueció porque recibió muchas visiones. Mis viejos nunca se sintieron extranjeros. Ahora se da vuelta la tortilla y la generación nueva debe abrirse a nuevos horizontes. Mis viejos vinieron sin plata y sin profesión, eran guerreros. Esta nueva generación tiene que sobrevivir con dignidad, con sus principios. Yo tengo una hermana que vive en El Bolsón y otra en la Capital. Y las dos se deprimieron con Macri, creo que se obsesionaron con eso.
Si yo tuviera un hijo de 20 años en la Argentina y le sale una posibilidad, yo le diría que lo intentara. ¿Se tiene que quedar a pelear por algo? Tú puedes pelear un tiempo, levantarte, pero si ves que no funciona, la emigración es una salida digna. Yo soy optimista con la Argentina. Uno no quiere a su hijo porque saca 10, lo ve genial porque lo ama. A mí me pasa eso porque la quiero. Pero la juventud se tiene que abrir campo. Los argentinos han demostrado que son creativos y son bien recibidos en todas partes del mundo.
Sí cambiaría algunos títulos de libros, como La historia de los argentinos, El cerebro de los argentinos... El cerebro es igual al de todos. Uno es egocéntrico, pero la Argentina no es el centro del mundo. En las librerías todos los títulos son sobre los argentinos. Hay cosas que te quedan en el alma, como los alfajores, la Tita. A mí me trajeron a la Argentina con un año y me fui a los 22. Nunca tomé la nacionalidad argentina porque me obligaban a hacer el servicio militar, me quedé con la nacionalidad italiana. Me fui con el golpe de Estado. Tuve que emigrar a Colombia para terminar mi carrera.
-Hoy hay un cuestionamiento a esa idea del esfuerzo personal. Incluso el Presidente critica la idea del mérito...
-Es muy loco. Es absurdo. ¿Y si no es el mérito qué es? Si un gobierno es muy colectivista, lo individual le va a molestar. Pero manejar tu propia vida no tiene que ser neoliberal, puede ser anarquista, también. Uno no puede negociar la individualidad. Si una persona dice que los inmigrantes no tuvieron que luchar en la Argentina es ignorante, porque no sabe lo que fue eso. Yo vivía al lado del Spinetto y veía cómo luchaba la gente, cómo trataba de salir adelante. No entiendo cómo alguien puede decir algo contrario, no me entra en la cabeza.
Voy a recurrir a Eduardo Galeano, para no ser acusado de ser de derecha: "Hay que pensar con la cabeza y caminar con nuestros pies, autodeterminación y desobediencia". Hay una desobediencia constructiva, responsable. Uno puede no seguir los condicionamientos, no tiene por qué estar de acuerdo con las mayorías, porque entonces las minorías no podrían existir. Los griegos tenían dos valores: ocuparse de uno mismo y la autarquía, el autogobierno: sobre mí, decido yo, la autodeterminación, la autonomía. Como decían los estoicos, a vos te pueden quitar la libertad exterior, pero la libertad interior, lo que vos pensás, no te lo puede sacar nadie.
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