Vuelo a la libertad: la emotiva suelta de seis cóndores en las sierras de Río Negro
Las aves habían nacido o estado en cautiverio y llegaron a su hábitat natural
SIERRAS DE PAILEMÁN, Río Negro.- Se abre la puerta del jaulón de presuelta en lo alto de una de las sierras de Pailemán, en Río Negro. Son más de las 13.30. Luego de unos instantes, salen tres cóndores. Lo hacen con timidez. Son juveniles y crecieron en cautiverio. Miran hacia un lado y al otro. El que sale primero sacude sus alas y saborea el viento que lo acaricia. Da dos pasitos, temeroso. Se detiene. Finalmente, se lanza al vacío. Aletea, se eleva y planea con señorío por el nublado cielo patagónico. En su hipnótico primer vuelo, que cientos de personas admiran desde la base de la sierra, el ave ha arribado al lugar más trascendente al que puede llegar un animal alado: su libertad.
La ceremonia corresponde a la liberación de seis ejemplares de cóndor -vultur gryphus- realizada el viernes pasado y que es el eje del proyecto "El retorno del Cóndor al mar" del "Programa de conservación del Cóndor Andino" (PCCA) que coordinan la Fundación Bioandina Argentina y el Eco Parque Buenos Aires y del que participan en red la Fundación Temaikén y múltiples entidades que trabajan por el medio ambiente. El objetivo es reinsertar a estas majestuosas aves, consideradas bajo amenaza en Argentina, a su hábitat natural.
"Les aseguro que esto que estamos viviendo es único, es fabuloso", dice Luis Jácome, Director del PCCA y de la Fundación Bioandina, a las 2000 personas que se acercaron a ver la suelta. Sucede que, si bien el proyecto lleva liberados en el lugar unos 57 ejemplares en 16 años, esta es la primera vez que se sueltan seis de ellos juntos.
Los seis cóndores liberados
El refugio de presuelta es una especie de jaula amplia ubicada en lo alto de la sierra donde convivieron los seis cóndores desde el mes de abril. Todos ellos vienen de un largo período de cautiverio en el que, merced a la intervención humana, pudieron quedar (casi) listos para volver a la vida silvestre. "En el refugio se adaptan a otra altura, en la que van a vivir, y también a las corrientes de viento del lugar. Todo eso lo tienen que hacer todavía bajo cuidado humano", señala a LA NACION Juan Ignacio Kabur, el cuidador de Amancay (significa "flor" en lengua quechua), una hembra liberada el viernes, que nació y creció en el bioparque Temaikén.
Amancay es la hija de dos ejemplares que viven en el citado parque, nació en noviembre de 2016 y fue criada por sus padres, con escaso contacto con sus cuidadores. La historia de los otros cinco ejemplares también es digna de contar. Karut ("Trueno", en lenguaje aoniken), que fue el primero que voló en la liberación, nació en el Ecoparque de Buenos Aires, fue incubado artificialmente y para su crianza entre los de "su especie", sus cuidadores diseñaron dos títeres de látex con la fisonomía de cóndores. Ñorquinquera ("Sonido de agua", en mapuche) era una pichona desvalida cuando la recogieron en Ñorquinco, Río Negro, y la llevaron al Ecoparque porteño para su rehabiltación.
Suyán ("Esperanza", en Quechua) nació en el parque Faunístico ecológico de Yastay, en La Rioja, y Takiyewe ("Libertad", e huarpe) proviene del Parque Faunístico de San Juan. Paqarina "Generadora de vida", en Tehuelche), en tanto, nació libre en Pailemán, pero se cayó del nido, se rompió la pata y tuvo que ser trasladada al Ecoparque porteño para su recuperación.
Los peligros que acechan al cóndor
El lugar de la liberación es el mismo cada año: las sierras de Pailemán, un sitio árido y ventoso, en el departamento de Valcheta, en la provincia de Río Negro, a unos 300 kilómetros de Viedma. Y el nombre del proyecto, "el retorno del cóndor al mar", tiene que ver con que estas sierras se encuentran a tan solo 50 kilómetros del océano Atlántico, en cuyas costas, según registraron naturalistas como Charles Darwin o el Perito Moreno, era posible ver a estos mayestáticos animales volando.
Antiguos pobladores del lugar afirman también que sus antepasados habían visto "condoritos" en la zona. Luego se extinguieron. Quizás por los mismos motivos por los que,este magnífico carroñero continúa en peligro hoy: comer animales salvajes como pumas o, zorros envenenados con cebos preparados por el hombre para proteger su ganado; alimentarse de otros animales cazados con balas de plomo, que contaminan al cadáver; o directamente porque les disparan, con la errónea creencia de que son un peligro para los animales de cría.
La reinserción continúa
Entre los espectadores, hay estudiantes y docentes de diferentes escuelas de la zona, concientizados en la necesidad de la conservación del cóndor andino. Minutos antes de la suelta, algunos de estos estudiantes realizan una ceremonia que consiste en lanzar, desde lo atlto de la sierra, a un costado del refugio, plumas de cóndores. Lo hacen para honrara a los ejemplares de estas aves que no tienen la posibilidad de vivir en libertad.
También los pueblos originarios estuvieron presentes. Un grupo de mapuches realizaron una ceremonia ritual previa a la suelta, con oraciones en su idioma y haciendo sonar instrumentos ancestrales. "Necesitamos darle fuerza al manke (cóndor). Es un animal sagrado que se lleva el alma de nuestros muertos y conecta el cielo con la tierra", dice a LA NACION Jesús Martínez, Mapuche de la comunidad Neuencú, de Valcheta.
Los cóndores que salen del refugio reaccionan cada uno de manera diferente. Unos dan un vuelo corto y vuelven a la sierra. Otros se animan y cruzan hasta la masa montañosa de enfrente. Dos no se atreven aún a pegar el salto. Los espectadores contemplan todo desde abajo, en silencio y con expectación. Antes de la suelta, llega al lugar y se posa cerca del refugio Wichi, un cóndor liberado en 2003. "Fue muy emotivo que Wichi viniera en ese momento, porque allí estaba su hija, Paqarina, que volvió recuperada", cuenta Jacome a LA NACION.
Tras la liberación, el trabajo de reinserción continúa. Existe una base cerca de las sierras donde se hace el seguimiento de las aves. "Los animales tienen rastreadores. Nuestro trabajo diario va a ser ubicar al animal, asegurarnos de que vuele, que encuentre un reparo para pasar la noche, llevarle una carcasa (alimento) al lugar que esté, dejarla sin que nos vea, para que el animal no relacione al ser humano con la dieta", cuenta Kabur, que se quedará en la zona para seguir el proceso de Amancay.
El acto de la suelta, más allá de su belleza y su épica, sirve para crear conciencia sobre la importancia de que cada animal sea soberano de su propio hábitat. Es una batalla que hay que dar, desde el conservacionismo, aunque parezca perdida. "Nosotros sabemos que no estamos salvando al cóndor, porque en los últimos ocho meses envenenaron a 90 en el país. Sí, es simbólico; sí, hoy estas 2000 personas son 2000 corazones que se fueron cambiados, gente que entendió que hay otra manera de relacionarse con la vida, con la naturaleza, y creo que eso es lo valioso de lo que estamos haciendo", concluye Jácome.
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