Los destinos son Chile, Uruguay y Paraguay, de acuerdo a un relevamiento de LA NACION; pueden ganar US$1000 por una jornada ($495.000 al valor del dólar blue), una cifra inalcanzable en la Argentina; preocupación ante otra modalidad de éxodo de profesionales de la salud
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Mientras que la formación médica en la Argentina atrae a extranjeros que optan por especialidades potencialmente rentables en sus países –así lo sugiere una primera encuesta aún sin publicar–, la crisis del sistema sanitario local está empujando al límite a sus profesionales, que en hospitales y centros privados de más de un distrito están usando dinero de su bolsillo para comprar desde insumos esenciales hasta comida para pacientes. Sin señales de pronta solución, hay quienes están optando por el “trabajo golondrina”: viajan a países limítrofes u otras provincias cada dos semanas para cubrir guardias por valores que llegan a ser el doble que su salario mensual.
Es una práctica que se está incrementando “de manera silenciosa”, según coinciden profesionales que hablaron con LA NACION en las últimas semanas. Mendoza, Corrientes, Misiones, Salta, Formosa y hasta Buenos Aires son las provincias en las que se pudo acreditar este tipo de migración temporal, sin arraigo. Pero no son las únicas. Los destinos son Chile, Paraguay y Uruguay, donde crecen las solicitudes de reválida de títulos de argentinos.
Los relatos también dejan ver cómo en los países vecinos están dispuestos a seducirlos para que se queden. Sobre todo, las especialidades que se ocupan del embarazo y la niñez. Junto con la caída de la cobertura de las residencias y las renuncias a cargos en hospitales pediátricos, este drenaje preocupa en la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP). Otras ramas con demanda en países limítrofes son anestesiología, medicina de familia o general, especialidades quirúrgicas, terapia intensiva, oncología, traumatología, patología y endocrinología.
En este contexto, se renueva la pregunta que da nombre a este serie: ¿quién nos va a cuidar? Las aristas que evidencian la crisis en la que está inmerso el sistema sanitario argentino se multiplican.
“Los ofrecimientos laborales en Paraguay son muy distintos porque la medicina argentina es muy bien vista allá. Acá, en cambio, tengo que ir a cinco centros y consultorios privados en la semana para ganar un sueldo digno a fin de mes. Allá, con menos horas de trabajo, se gana más”, dice Sandra Santa Cruz, médica tocoginecóloga y ecografista de la ciudad de Posadas, Misiones. A los 53 años, con más de 25 de antigüedad, está a la espera de finalizar el trámite para empezar a atender en Encarnación. En el Sanatorio La Trinidad, de esa ciudad, a 45 minutos de Posadas por el puente internacional, es donde atienden argentinos una vez obtenida la acreditación correspondiente.
A modo de comparación sobre su especialidad, en Paraguay un profesional cobra en guaraníes el equivalente a $9000, si es una consulta particular, y $6000-8000 con seguro privado. En la Argentina, una consulta privada puede rondar los $5000 y menos de $3500 si es con cobertura, “Es casi el doble, con menos pacientes y más tiempo libre”, dice Santa Cruz, que atiende partos, realiza cesáreas y practica cirugías ginecológicas. Por eso, decidió hace dos años iniciar los trámites para ejercer del otro lado del río Paraná.
“En principio, pensaba ir jueves, viernes y sábados para no abandonar lo que hice muchos años en el país. Pero si lo amerita, no tengo problemas en irme. Las realidades son muy diferentes y la vida es más tranquila –describe–. El tiempo libre es mayor, sin tanto desgaste. Todo lo que los médicos hacemos después de los 50 años, son adicionales. Mi sueldo básico, sin esos extras, no me alcanza para pagar el alquiler.”
Percibe, también, que es mayor el reconocimiento en la docencia. “Un médico docente universitario en Asunción tiene una categorización que no logro como docente en una universidad local”, apunta. Desde 2015, es profesora titular en la Universidad Católica de Las Misiones (Ucami), con un ingreso que le da pudor revelar por lo bajo.
“La salud, en la opinión pública, no está entre los primeros lugares de preocupaciones. Recién lo estuvo durante la pandemia y, ahora, porque el problema es que no hay médicos y la gente no se puede atender. Los turnos son a tres meses o más, las cartillas pierden profesionales y los hospitales están colapsados”, evalúa Ubaldo Astrada, secretario de Obras Sociales y Previsión Social de la Confederación Médica de la República Argentina (Comra). “El sistema está quebrado hoy por la falta de profesionales. Y todos los reclamos son a los médicos, que son los que tienen el trato con la población”, agrega Astrada, que también es presidente del Círculo Médico de Misiones (Zona Sur).
Desde Formosa, el destino más común es la capital paraguaya por proximidad. Los profesionales argentinos viajan a Asunción para hacer guardias o para atender consultorios en instituciones privadas, según la especialidad. El envío de informes diagnósticos online a partir de estudios es otra opción y, algunos, lo combinan con la docencia universitaria presencial o a distancia. El ingreso, la rapidez para cobrar y los beneficios impositivos son las principales ventajas que destacan.
“Estoy averiguando para hacer la reválida del título porque mi idea es ir a trabajar allá porque mi trabajo depende de un laboratorio”, cuenta una profesional que es jefa de servicio en un hospital de Formosa y pide reserva de su nombre. Acaba de completar el trámite de radicación y documentación personal, que están entre los requisitos para poder ejercer en Paraguay. “Hay muchos médicos que van y vienen, como está pasando en otras provincias. Y no es solo por el ingreso, que es mucho más alto y con menos horas, sino también porque en los países limítrofes el sistema de cobros no es tan complejo como acá”, relata.
Un especialista en kinesiología que viaja una vez cada 15 días a trabajar en Asunción, por ejemplo, tiene un ingreso equivalente a lo que gana en Argentina en dos semanas por consulta privada. “Hay buenos médicos en Paraguay, pero no dan abasto. Hay más generalistas y menos especialistas”, señala otro profesional.
En promedio, por una consulta particular que acá cuesta $8000, un profesional puede cobrar en la capital paraguaya el equivalente a $25.000, según explica Juan Patricio Nogueira, endocrinólogo y director de dos diplomaturas en la Universidad del Pacífico, donde también hace investigación. Ya tiene aprobado la mitad del trámite de equivalencia del título. “Mi idea es, en un futuro, poder atender allá también como endocrinólogo”, cuenta. “La diferencia es abismal”, afirma.
Más allá de que los honorarios pueden llegar a ser hasta el triple que en la Argentina, destaca también las ventajas impositivas. “En el caso de Asunción, es una ciudad que está creciendo mucho, con dos millones de habitantes y estoy a unos 130 kilómetros desde Formosa. Por una cuestión de distancia, me conviene”, evalúa Nogueira.
Los “médicos taxi” que cruzan a Chile
En Mendoza, los profesionales convertidos en “médicos taxi” no dudan en cruzar la frontera con Chile cada 15 días por un mejor ingreso: es que con una sola guardia al mes en ese país ganan el doble que su salario en la Argentina.
En promedio, son US$1000 la jornada ($495.000 al valor del dólar blue), comparado con los $200.000 del salario mensual promedio de un médico en el sector público, de acuerdo con las fuentes consultadas por LA NACION. Médicos que optaron por instalarse, luego de ir y venir, llegan a ganar más de US$10.000 por mes. Y lo hacen con un beneficio clave, según valoran: no tienen demoras en los pagos ni trámites engorrosos con las coberturas.
El atractivo desde el otro lado de la Cordillera de los Andes es tal que tiene en vilo a las autoridades locales, aunque sin soluciones de fondo o atractivas como para revertir una tendencia que hizo colapsar la atención pediátrica en la provincia por la falta de personal. En el Ministerio de Salud provincial reconocen este problema y señalan que les cuesta conseguir médicos residentes para los hospitales: de hecho, están proponiendo reducir un año la residencia de pediatría para seguir con neonatología o terapia intensiva, con una mejor remuneración y guardias para llegar a un piso de $90.000, lo que sigue muy por detrás del ingreso en otras provincias.
Pablo Nosal, de 35 años, es pediatra y neonatólogo. Hizo la residencia en pediatría el Hospital de Niños Humberto Notti, donde llegó a ser jefe de residentes. Luego, se especializó en neonatología en el Hospital Luis Lagomaggiore, la principal maternidad pública de Mendoza. Con su mujer, que es ginecóloga, tienen dos hijos en edad escolar y armaron una nueva logística que contempla sus viajes. “Trabajo en Mendoza, en Viña del Mar y Santiago, en Chile –cuenta desde el hospital de una de esas ciudades, donde está cubriendo una guardia–. Voy y vengo cada 15 o 20 días para reencontrarme con mi esposa y los chicos que están en Mendoza, pero ya con el plan de venirnos a vivir a Chile antes de fin de año.”
Respecto a las condiciones laborales en el país, Nosal opina que existe un “problema multifactorial” y describe: “La realidad es muy crítica. Trabajos en negro, pluriempleo y salarios por debajo de otras profesiones, con un fuerte desgaste emocional”. Sabe bien de qué habla: tuvo hasta cinco trabajos en Mendoza para poder llegar a fin de mes, pese a su extensa formación.
En Chile, un cargo de especialista suma un 30% de pago extra y se ingresa al sistema con 30 días de vacaciones, cobertura y previsión social más un aumento salarial cada dos años. Se pagan honorarios con facturación y un impuesto cercano al 13%. Las guardias pediátricas de 24 horas se pagan en pesos chilenos, con valores de entre US$ 750 y 1500 (en clínicas privadas exclusivas de Santiago), mientras que el pago de las prácticas quirúrgicas es superior. Las instituciones abonan capacitaciones de actualización y es mayor que en la Argentina la posibilidad de costearse posgrados o diplomaturas.
“Además de lo económico, el crecimiento en lo profesional es muy importante. También hay una gran valoración del profesional de la salud, mucho respeto de pacientes y colegas chilenos y extranjeros en un sistema público y privado cada vez más abarcativo –destaca Nosal–. Fue una decisión muy difícil de tomar: me gusta mucho mi provincia, pero estoy muy contento en Chile, donde me siento valorado y he crecido mucho profesionalmente. Es duro, se extraña, porque falta el abrazo diario a mis hijos o leerles un cuento, pero siento que les puedo dar otra posibilidad de vida y lo agradezco”.
El mismo diagnóstico hace una pediatra mendocina que también atiende en ambos países y pide mantener su nombre en reserva para evitar un nuevo problema laboral o una complicación impositiva. “Somos cada vez más los médicos que viajamos a Chile –afirma–, sobre todo por los malos pagos, los atrasos con los valores de la consulta médica, la dependencia total con las prepagas, que ponen más trabas, la inflación y las demoras en cobrar de hasta cuatro meses. Hay mucha carga administrativa sobre el médico. ¡Es insostenible!”. Del sistema sanitario chileno subraya el respeto. “Nos cuidan más. La salud es un bien, un valor. Te sentís reconocido y acompañado; no es solo lo económico. Los médicos venimos de un desgaste brutal en la Argentina”, insiste la profesional.
Entre las diferencias, menciona la eficiencia y el trabajo en equipo, más rápido y en red. “Hay más entusiasmo y ganas, trabajás distinto. Todo está totalmente equipado, con tecnología de vanguardia, sobre todo en el sector privado”, detalla. Lo que más le cuesta es cumplir con su rol de mamá. “La organización, cuando tenés familia, es muy compleja, pero es posible. No es solo por lo económico, sino por otras cosas que se ponen en valor para hacer este esfuerzo. Familia, amigos y vecinos siempre ayudan con los hijos”, confiesa.
Un drenaje que no frena
La magnitud del trabajo golondrina se va estimando a partir de los casos que registran las filiales o instituciones referentes locales de entidades como la SAP o la Comra. “No tenemos estadísticas exactas sobre el éxodo de pediatras, pero es una problemática creciente relacionada con la importante devaluación que han sufrido nuestros honorarios en los últimos años. Es una realidad en aumento sobre todo en los médicos jóvenes”, grafica Juan Gamboa, presidente de la Unión de Pediatras Mendocinos (UPEM).
También se está dando el trabajo acotado en otras provincias. Una alternativa para riojanos o mendocinos, por ejemplo, es San Luis. “Vas un par de días por semana y tenés $800.000 al mes. El resto de los días, podés disfrutar más de la vida”, confirma I.R., un pediatra con colegas que optaron por esa alternativa. Él está analizando ir a Chile.
Todo este escenario no hace más que aumentar el drenaje de profesionales de donde más se los necesita, con una reducción de prestaciones en tiempo y forma para la población que las necesita.
A modo de ejemplo, ya son 55 los pediatras que renunciaron al Hospital de Niños Sor María Ludovica, de La Plata, en la provincia de Buenos Aires, o una decena los neonatólogos que abandonaron sus cargos en Mendoza, sobre todo en la maternidad Lagomaggiore.
“Se van a Chile, Río Negro, Neuquén o al Hospital Central de San Luis, donde les reconocen los cargos, reciben salarios de $800.000 o más, con [un suplemento por] bloqueo de título [para la libre actividad profesional]”, precisan desde la Asociación Mendocina de Profesionales de la Salud (Ampros). “Sigue la sangría, la emigración. No vemos que haya una acción para retenerlos. Más de una década de estudio, de una especialidad que ya no quieren elegir los jóvenes, por lo que hoy los médicos trabajan el doble por la falta de especialistas y con sueldos malos”, describen a la espera de mejoras en una nueva ronda de negociación paritaria.
Las ofertas a los profesionales argentinos para instalarse en Santiago, Viña del Mar, Valparaíso y localidades del norte chileno son constantes. Sin dudas, Mendoza es donde más se está concentrando este drenaje, de acuerdo con la Comra. Según cuentan los profesionales de hospitales o clínicas afiliadas a universidades chilenas, les empiezan a poner condiciones más allá de una guardia fija cada dos semanas: “Te piden estar activo para guardias de reemplazo”, apunta un neonatólogo que está por cerrar un ofrecimiento con una clínica chilena. Por contrato con la institución donde trabaja, pide reserva de su nombre.
A nivel de jefes de servicio, sean de hospitales porteños, bonaerenses, mendocinos o misioneros, lo que sorprende es que se están yendo de la Argentina médicos con un camino ya recorrido en la medicina local. “Se van por estabilidad y seguridad, para vivir mejor y más tranquilos. Es muy triste lo que nos está pasando, después de tantos años de esfuerzo y estudio”, se lamenta un especialista que está concursando por una jefatura de hospital. Hacia el final de la conversación, admitirá que analiza una propuesta laboral en Chile con colegas que se anticiparon y trabajan con pares de Venezuela, Colombia, Perú y Bolivia. “Es la cruda realidad de lo que se gana en el país y en otros lados –completa–, con una dura verdad de fondo.” Se refiere, nada más ni nada menos, al estado de la atención de la salud de los argentinos.
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