Volver con un ex: por qué algunas segundas partes sí son buenas
Profesionales y mujeres explican qué hay de positivo en retomar una relación sentimental rota
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La vuelta de Jennifer López con Ben Affleck diecisiete años después de su ruptura es un ejemplo de que, en ocasiones, las segundas oportunidades pueden enmendar los errores de las primeras. O, al menos, funcionar. Es verdad que no nos podemos meter en la cabeza de la artista, pero al menos por ahora parece que está feliz.
A muchas personas les explota la cabeza solamente de pensar en volver con su ex. Pero lo cierto es que casi la mitad de las parejas jóvenes que rompen (entre 17 y 24 años) vuelven, según un estudio liderado por Amber Vennum, de la Universidad Estatal de Kansas, y publicado en la Journal of Social and Personal Relationships.
Entre los más mayores, esta situación se da en más de un tercio de los convivientes y en una quinta parte de los matrimonios. A veces hay razones poco sanas detrás de esta decisión, como la dependencia o las ataduras económicas. Pero si este no es el caso, y se dejó el tiempo suficiente para reflexionar en lo que falló, no tiene que por qué ser siempre un error. Al contrario: hay aspectos bastante positivos de estar con tu ex.
Uno de ellos es que no se empieza realmente de cero. Y eso significa que no hay idealización. “Se supone que conoces a la persona más allá de la primera impresión. Se te cayó un poco la fase de enamoramiento en que todo se ve idealizado”, asegura la psicóloga sanitaria y sexóloga Diana Sánchez.
Coincide con ella el psicólogo clínico y sexólogo Ferran Martínez Gómez: “Si empezamos idealizando a nuestra pareja en los primeros momentos de la relación, ahora empezaremos objetivándola desde la tolerancia, aceptación y reconocimiento de valores, actitudes y cualidades. Conocemos los aspectos positivos de nuestra pareja, pero también los negativos”.
Celia, de 30 años, que volvió con su pareja tras dos rupturas, lo confirma. “Lo positivo de volver con tu ex es que partes del conocimiento, del no tener que cortejar, impresionar y agradar a la otra persona porque ya os conocéis y ya estáis enamorados. No hay tanta tensión porque ya sabes que le gustas y te quiere, no es un misterio”, afirma.
Valorar los aspectos positivos, y aceptar los que no nos gustan tanto o nos molesten, es importante. Martínez Gómez considera que “si partimos de lo bueno de la relación o de nuestra pareja, tendremos seguridad para compensar o aceptar aquello en lo que chocamos en un pasado”.
Sánchez añade que nos tiene que gustar la persona que tenemos delante aunque haya cosas que nos molesten o no nos agraden tanto. “La pareja es un lugar en el que te enriqueces y eso está en las diferencias, no en que todo sea lo que queremos nosotras. Amoldarte todo el rato a los deseos de otras personas hacen que terminen cansadas por no ser ellas mismas”, punta Sánchez.
Aprender de las fallas ayuda
Otro aspecto positivo es que saber dónde se falló. Eso facilitará no volver a caer en el mismo error. “Ya existió amor, solo hay que rescatar los aspectos positivos de la relación anterior que funcionó”, explica Martínez Gómez.
“No obstante, volver con tu ex con ganas de que salga bien y no por dar respuesta a una necesidad emocional o dependencia, requiere poner sobre la mesa conversaciones incómodas y reparar daños que a veces no se consiguen sanar solo con palabras, sino con tiempo y sin reproches”, añade Celia.
Ella lo había dejado con su actual pareja por “no estar en puntos similares”. Pero año y medio después de no tener contacto, y tras haber ido ambos a terapia, se reencontraron. Y todo aquello en lo que antes chocaban lo empezaron a gestionar mucho mejor. “Estábamos en un momento en el que la convivencia era muy factible y nos gustaba”, explica.
“Al final, lo mejor es que te conviertes en un equipo de verdad. Entiendes las necesidades de cada uno en cada momento y comprendes que haber estado un tiempo distanciados os ayudó a estar en el punto actual en el que estáis. En definitiva, tienes más seguridad en la idea de que se puede superar cualquier dificultad en conjunto y menos inseguridades”, prosigue.
El motivo de la ruptura cuenta
En ese sentido, el motivo de la ruptura es clave: no es lo mismo escapar de una relación en la que puede haber maltrato, que cuando los miembros estaban en momentos distintos. También hay razones en las que se rompe por haberse dejado llevar por la rutina sin hacer nada; por no trabajar la relación; por falta de comunicación, presunción o interpretación inadecuada de mensajes del cónyuge; o por la falta de respeto, de afecto o relaciones sexuales, relata Martínez Gómez. “Con lo cual sabemos por dónde no es conveniente ir”.
“El volver a reconstruir la relación de forma segura, implicará no tener que hacer un esfuerzo extra o arriesgarnos a nuevas intentonas con otras parejas; ya nos conocemos el uno al otro y, por tanto, podemos tener una relación mucho mejor y equilibrada sin empezar de cero”, afirma la psicóloga.
El tema sexual es otro punto a favor de los ex. “Aunque por un lado las parejas que llevan mucho tiempo juntas pueden sentir cómo baja su deseo, por otro les cuesta menos porque se conocen. Saben lo que les gusta a cada uno. Funcionan con una naturalidad que no se tiene al inicio de una relación, ya que es un proceso de aprendizaje”, asegura Sánchez.
¿Tienes que haber un tiempo mínimo?
Los expertos coinciden también en que no hay un tiempo mínimo para que la cosa funcione. Depende del deterioro de la relación y lo que “necesite cada miembro de la pareja para compensarse, salir de secuestros emocionales, enfriar la rabia y resentimiento”.
En su experiencia en terapia de parejas, Sánchez explica que todo depende de los motivos de la ruptura. Hay personas que necesitan darse un tiempo porque hay una herida de apego, como una infidelidad o pérdida de confianza. Otras necesitan esperar para volver a intentarlo. “Depende de las causas de la ruptura y el proceso de sanar heridas”, indica.
Martínez Gómez señala que el poder darse ese tiempo para reflexionar puede hacernos sentir solos o con el deseo de volver a estar y de ver a nuestra pareja. También puede que nos demos cuenta de que estamos bien, y hasta mejor, solos.
“Cada pareja es un mundo. Si no hay voluntad de mejorar y enmendar errores pasados, tenemos un buen guión para que no funcione. Si venimos de una relación muy tocada, que nos hemos hecho mucho daño, suele ser difícil reparar ‘los cañonazos’ y lo mejor es no intentarlo. Por el contrario, si nos queremos, hay intención de volver a intentarlo y la relación no está tan deteriorada, tenemos los números adecuados para que pueda funcionar”, asegura.
Con todo, Martínez Gómez piensa que un tiempo prudente de separación es entre tres y seis meses: “Más puede ser puede ser contraindicado”. Con todo, Gemma, de 35 años, es un caso de vuelta exitosa tras año y medio separados. Ella empezó con su pareja en 2007 y lo dejó en el 2014. Los motivos que cita, entre otros, fue vivir juntos y no estar muy por la labor de solucionar ciertos problemas de la convivencia. “Decidimos que lo mejor era tomarnos un tiempo, aunque no porque dejáramos de querernos”, explica.
En ese año y medio no perdieron el contacto, pero cada uno hizo su vida. Después decidieron volver a darse una oportunidad y hasta a día de hoy, que siguen juntos y tienen una hija en común.
Volver más maduros
Diana Sánchez, al hacer memoria de casos concretos de vueltas que fueron bien, piensa en personas que empezaron muy jóvenes, que lo dejaron en un momento dado, y que con el tiempo se dieron cuenta de que querían seguir viviendo juntas desde otro punto de madurez.
Fue el caso Daniela (nombre cambiado), de 45. “Me enamoré de él en 1994. Tuve una relación adolescente, llena de temores, miedos y terceras personas. Yo tenía 17 años y el cuatro más. Fue mi primera relación sexual completa. Pero, al año siguiente, decidí estudiar una carrera que no había en mi ciudad, así que me trasladé a otra comunidad autónoma. Mantuvimos una relación a distancia durante cuatro años, hasta que se rompió por falta de vivencias comunes”, relata.
Volvió a la provincia 11 años después, en 2007. “Nos reencontramos como amigos. Éramos dos personas diferentes, pero en la esencia seguíamos reconociéndonos. Una cosa llevó a la otra, nos fuimos de viaje a Grecia y volví embarazada de mi primera hija. Cuatro años más tarde nació la segunda. Decidimos casarnos y comprar la casa”, prosigue.
Nunca se traicionaron y reconoce que “hay cierta pureza” en su relación, lo que hizo que se mantuviera una imagen idealizada de él el tiempo que estuvieron separados. Siempre la había apoyado, aunque sus decisiones fueran poco convencionales. Y aún sigue siendo así. “A día de hoy, poder ver la vida juntos me da muchísima tranquilidad, seguridad y placer”, afirma.
Ellas son el ejemplo de que, como pasa con El Padrino, algunas segundas partes pueden ser mejores que las primeras.
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