Volver al colegio: “La ansiedad y la emoción le hicieron levantarse a las 5.30”
Eran las 8 en punto cuando Valeria Barrera salió por la puerta de su casa de la mano de su hija Alma. La pequeña, de 7 años, empezaba hoy su primer día de clases, después de un año de encierro. “La ansiedad y la emoción le hicieron levantarse a las 5.30 de la mañana”, contó su madre.
Antes de salir hacia el colegio, comprobaron que la mochila, rosada a juego con su barbijo de Barbie, estuviese preparada para una jornada tan particular como hoy. “Llevo alcohol, mi toalla individual, jabón, otro barbijo, una botellita de agua y mis cuadernos”, explicó Alma. “¿Y cómo tenés que saludar, te acordás?”, le preguntó Valeria. “Con el codito y la mano”, respondió la pequeña.
Hoy comenzaron las clases presenciales de algunos cursos de la primaria y la secundaria en la Ciudad de Buenos Aires. Los alumnos de jardín, nivel inicial, primer ciclo de primaria (hasta tercer grado) y primer ciclo de secundario (primer y segundo año) volvieron a las aulas después de casi un año, debido a la pandemia de coronavirus.
El sol comenzaba a salir en la mañana nublada mientras ambas recorrían las diez cuadras hasta la Escuela N°8 Dr. Arturo Mateo Bas, en el barrio porteño de Balvanera. De la mano de su mamá, Alma iba mirando las fachadas de los edificios, como si fuera la primera vez que hacía el recorrido.
Por el camino, Valeria relató las dificultades de lo vivido. “Fue todo muy de golpe y mis hijos son chicos, de 7, 9, 12 y 13 años. ¿Cómo les explicás que no pueden salir a la calle, tener contacto con nadie o el tema del virus? Eso sumado al miedo que tiene una madre”, señaló.
También contó que su hija de 9 años, Cleopatra, es asmática. “Es un riesgo, estás siempre con mucho cuidado. Pero las clases tenían que volver, tienen que volver a sociabilizar, a retomar sus tareas… El encierro ya era insoportable”, dijo.
Llegaron a la puerta del colegio a las 8.45, pero la portera les indicó que todavía no podían pasar. “¿Tenés ganas de entrar?”, le preguntó Valeria a Alma. “Sí, tengo ganas de ver a mis amigos y de jugar en el recreo. Pero estoy nerviosa”, confesó la pequeña.
La entrada a la escuela estaba dividida: por la derecha, donde había unas escaleras, era ahora la entrada; a la izquierda, una rampa de acceso se había convertido en la salida. La portera de la escuela explicó el protocolo: “Al subir las escaleras, tienen que hacer una fila manteniendo la distancia. Después, los profesores les irán llamando para entrar a las aulas de manera escalonada”.
Burbujas
Los chicos se dividirían en 13 burbujas, distribuidas en las aulas y también en el patio de recreo. Las aulas, sin embargo, no estaban completas. Según contó Valeria, muchos padres y madres se negaron a asistir a las clases presenciales cuando les llamaron dada la persistencia de la pandemia.
Varios padres y madres con sus hijos comenzaron a acercarse a la puerta, manteniendo la distancia de seguridad. Ansiosos y emocionados, daban saltos en torno a sus padres. “¡Quiero entrar ya, tengo muchas ganas!”, le reclamó una niña a su madre.
A las 8.55, la portera dio vía libre para entrar. “Respetando la distancia, por favor”, recordó. Valeria le hizo una foto a su hija en la puerta de la escuela justo antes de entrar. Era difícil intuir quién de las dos estaba más emocionada. Después, le acomodó la campera y le echó alcohol en las manos. Cuando llegara al patio, la iba a estar esperando su profesora Natalia.
La jornada que tendría era simple: de 9 a 12.15, al igual que el resto de sus compañeros de hasta tercer grado de primaria. El turno tarde es de 13 a 16.15. En esa escuela la presencialidad rige de lunes a viernes.
Alma es la primera en comenzar con la presencialidad de sus hermanos: los dos del medio empezarán la semana que viene y el más grande, en marzo.
A las 9 ya iban saliendo algunos padres tras dejar a sus hijos en el patio. Parecía casi inevitable que pararan a charlar en la entrada sobre la vuelta a la escuela de los más pequeños. “Por favor, circulen. No formen aglomeración en la puerta”, recordó la portera.
“Son etapas nuevas. Hay que salir hacia delante. Tenemos mucha fe de que continúen las clases todo el año. La vida en pandemia nos cambió mucho. A mí, como madre, me chocó y me afectó; pero es algo que tocó vivir. A veces se olvidan de que no pueden dar abrazos, es normal, son chicos. Ojalá se pueda volver a la vida normal como se está volviendo a los colegios pronto”, contó Valeria antes de regresar a su casa.
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