Vocación por el control social
El sistema Sibios, lanzado en noviembre de 2011 por la presidenta Cristina Kirchner, constituye una declaración de que todos los argentinos somos potenciales delincuentes que necesitamos tener un prontuario actualizado a lo largo de nuestra vida. Estas políticas parten del supuesto de que todos somos sospechosos para establecer una base masiva, universal e inevitable de nuestros datos biométricos que se recolectan en el registro del DNI, cada vez que entramos o salimos del país o cuando renovamos el pasaporte. Un ciudadano que trate de eludir la integración de la base de datos se quedará, más temprano que tarde, sin documentos indispensables. Los ciudadanos no sabemos cuál es el objetivo de esta base de datos. Tampoco tenemos idea de cuáles son las garantías que tiene y las condiciones de acceso a ella. Sabemos que las fuerzas de seguridad federales pueden usarla, pero poco conocemos sobre los resguardos legales y técnicos que la base tiene.
El discurso de la Presidenta en el acto de lanzamiento del sistema fue aun más allá, al mencionar posibilidades a futuro: identificar a una persona en el espacio público, saber quién es, dónde está y qué hace.
Preocupa la tendencia generalizada a instalar sistemas de vigilancia, sostenido por los discursos de campaña en las últimas elecciones. Es difícil generalizar, pero sólo a una minoría le preocupa la incorporación de tecnologías de control como las cámaras de videovigilancia, los sistemas biométricos y la conformación de bases de datos masivas. No es posible sostener ingenuamente que los sistemas de vigilancia nos protegen. Una sociedad vigilada es una sociedad menos segura en términos de derechos ciudadanos. Estas tecnologías no forman parte de una película de ficción, sino de un proyecto sostenido y transversal a las principales fuerzas políticas, de vigilancia social basado en la doctrina de la seguridad.
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