Vladimir Kovalyonok: “Llegar a la Argentina me llevó más tiempo que a la Luna”
El cosmonauta soviético Vladimir Kovalyonok desmiente haber visto un OVNI y aquello de que durante la Guerra Fría todo era político
Un ex cosmonauta soviético comandante de tres misiones espaciales en plena Guerra Fría debe ser el tipo de persona que siempre tiene alguna anécdota para contar en la sobremesa de los domingos. Aún así, Vladimir Kovalyonok -de 74 años, con sus dos medallas de Héroe de la Unión Soviética colgando de su solapa izquierda y la de cosmonauta de la URSS sobre la derecha- prefiere decir que llegar a la Argentina le llevó más tiempo que ir a la Luna. De visita en el país para el Homenaje a la Comunidad Rusa, Kovalyonok rompe con las barreras idiomáticas con dos palabras que comparten significado y cierta fonética: dirá algo parecido a “fantasía” cuando hable de sus sueños de explorar el espacio, y dirá algo parecido a “pelotudez” cuando se refiera a las teorías que indican que el Apollo XI nunca llegó a la Luna. El traductor (elegante, después de todo estamos en una embajada y hay cierto protocolo que cumplir) dirá “una porquería”. La carrera espacial tuvo un solo ganador, y aunque el soviético haya quedado del lado de los derrotados, no pierde la oportunidad para contar sus historias, ni tampoco para rectificar aquello de lo que en Internet se habla mucho y que él niega: que en una de sus misiones vio un OVNI.
¿Por qué eligió ser cosmonauta?
Es una historia muy larga. En principio hay que entender la atmósfera que se vivía cuando se lanzó el programa Sputnik. Ese año -1957- fue una explosión de emociones, de sentimientos. Cuando éramos chicos soñábamos con volar, y escuchábamos las transmisiones de los lanzamientos por radio. Mi maestro de astronomía me preguntaba cómo yo pensaba que se podía volar, sobre todo porque Bielorrusia -donde nací- era una zona devastada en los años de posguerra. No había qué comer, no había qué ponerse para abrigarse; era todo ruinas. En ese contexto, conocer sobre el espacio era muy difícil y nos alimentábamos con fantasías: no teníamos libros y la única fuente de información eran los diarios. Así llegó el nombre de Laika, que en las fotos aparecía junto a personas con guardapolvos blancos. “Para ir al espacio hay que ser médico”, pensé, y después de graduarme viajé a Leningrado (hoy San Petersburgo) para empezar a estudiar medicina.
Ser cosmonauta es una carrera militar que tiene algunos componentes científicos, pero durante el período en que usted comandó esas tres misiones (entre 1977 y 1981, los años de la Guerra Fría), la política era tanto o más importante que todo el resto. ¿Cómo se vivía desde su lugar?
En esa época no existía ni siquiera la palabra cosmonauta. Tampoco existía como profesión. De hecho, ni siquiera ahora existe como profesión. Los cosmonautas todavía no pueden tener su propio sindicato. En aquel momento no pensaba en los componentes militares, científicos o políticos de esta carrera. Lo importante para mí y los que estuvieron conmigo era alcanzar lo desconocido, y por eso cuando recién ingresé a la academia de medicina me di cuenta de que iban a ser los pilotos los que volaran al espacio, y por eso me cambié de carrera. Cuando fui a pedir el permiso para el cambio, un General me preguntó los motivos, y le expliqué que mi objetivo era volar al espacio. “Seguramente un idiota como usted sea de los primeros en volar”, me respondió. La política -al menos al nivel en el que estaba yo- no era lo más importante.
Los primeros hitos de la historia del hombre en el espacio quedaron en manos de la Unión Soviética: el primer satélite en órbita, el primer hombre en el espacio, la primera caminata espacial. ¿Qué piensa usted de ese mito que dice que el hombre no llegó a la Luna, y que fue todo una gran puesta en escena de los Estados Unidos para ganar la carrera espacial?
Que es una porquería. La Unión Soviética nunca puso en duda el viaje de los norteamericanos a la Luna, aunque para esa época también tenía capacidad para hacer ese viaje con éxito. Existieron pruebas reales de que realmente llegaron. Nosotros teníamos a un par de pilotos en condiciones de hacer el mismo viaje, y por una serie de accidentes en las pruebas no lo hicieron. Pero fue todo absolutamente real.
Usted, en las tres misiones Soyuz que comandó, pasó 216 días en el espacio. Si bien se supone que debía tener sus ocupaciones, también tendría algo de tiempo libre. ¿Qué se hace con el tiempo libre cuando se mira el planeta desde tan lejos?
No teníamos demasiado tiempo de ocio. Además de nuestras actividades profesionales, cada uno de los integrantes de cada misión tenía otras tareas. En mi “tiempo libre“ estudiaba los océanos, un poco por pedido del Ministerio de Pesca soviético, pero también por propio gusto. Uno de mis compañeros observaba los glaciares de la Patagonia, otro estudiaba la atmósfera y así... El tiempo se pasaba siempre haciendo algo relacionado con la misión.
En 2002 se difundió una charla en la que usted dijo haber visto algo que podría haber sido un OVNI. Incluso hay en YouTube varios videos que cuentan el episodio del la estación espacial Salyut 6, en la que usted estuvo ¿Es cierta? ¿Cree que lo que vio realmente fue un OVNI o pudo haber sido otra cosa?
Yo no dije que vi un OVNI. Tampoco extraterrestres ni nada así. En el espacio hay situaciones en las que es muy difícil establecer medidas y distancias, y es muy fácil equivocarse con lo que uno ve. Lo que sí pasó en 1978 fue que un colega cosmonauta soviético viajó a la Argentina, y los periodistas le preguntaron más o menos lo mismo, si había visto algo parecido a un objeto volador no identificado. Él respondió que sí había visto algunos extraterrestres, que abrió la puerta y tomó vodka con ellos. Y eso salió publicado.
¿Más allá de las cosas relacionadas con su trabajo, qué aprendió en el plano personal durante su carrera como cosmonauta?
En la estación espacial se podía dar una vuelta al globo en sólo 90 minutos, y eso me hizo sentir lo pequeño que es nuestro planeta. Cualquier cosmonauta, astronauta o taikonauta que va y vuelve del espacio repite las palabras de Yuri Gagarin: salvemos a esta belleza, no la destruyamos. Desde esa distancia es muy fácil ver el daño que le hacemos al planeta: la disminución de los bosques, los derrames de petróleo, la basura. Todo eso es muy preocupante. Todos estamos en la misma trinchera y la estamos arruinando.
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