“Vivo con miedo”: cómo se sienten los jóvenes después de la violación grupal de Palermo
Las mujeres toman recaudos y transitan por la vía pública con precaución; los varones está preocupados por las actitudes violentas como la de los detenidos la semana última; para los especialistas, hay que aprender y enseñar desde el respeto el trato entre las personas
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Florencia confiesa que está aterrada. Tiene 23 años, un título de administradora de empresas y un miedo que la acompaña desde que recuerda: que la lastimen por ser mujer. Como miles de argentinos, en los últimos días conversó con su entorno acerca de la violación en grupo que se produjo el domingo pasado a plena luz del día en el barrio de Palermo. La sorprendió el abismo que la separa de sus amigos varones. “Es muy loco tener que explicarles lo que es vivir con miedo cuando salís a la calle, porque no tienen ni idea. Ellos tal vez temen que los roben. Yo tengo miedo de que me violen”.
El miedo la hizo experta en subirse al auto, trabar la puerta y salir en dos segundos. También le prohíbe ponerse shorts porque siente que llaman demasiado la atención.
“Tengo naturalizado mirar para atrás cuando camino por la calle, ir siempre rápido y no hablar con nadie, así sea una persona sin mala intención que me pregunta dónde queda la parada del colectivo. Si salgo con mi hermanita de trece años la reto cada vez que camina lento; me da miedo que la secuestren”, explica.
Para Susana Kuras Mauer, psicoanalista especialista en niñez y adolescencia, el despertar de la lucha femenina contra la violencia de género logró convocar la atención y la participación comprometida de las adolescentes. Sin embargo, esta lucha contra el maltrato, el atropello y el abuso no las tranquiliza porque aún se sienten muy expuestas. “Las denuncias de violencia de género crecen y las medidas para detener el desenfreno siguen siendo insuficientes”, dice.
“Terremoto”
Para la especialista, este “terremoto” de la lucha contra la violencia de género sacudió muchos comportamientos machistas. Pero aún suceden estas agresiones sexuales que generan miedo, repulsión, repudio y condena de la sociedad joven en su conjunto. En el caso de Palermo, más aún porque se trata de un acto completamente aberrante.
“Personalmente me generó bastante asco esta noticia”, dice Santiago, un estudiante de ingeniería de 22 años. Es contemporáneo de los acusados -todos tienen entre 20 y 24 años- y considera que “hay que estar muy enfermo para disfrutar someter a una víctima”. Él no puede imaginar a ninguno de sus amigos participando en nada remotamente similar a un abuso y lamenta que estos casos generen cierto repudio generalizado hacia los varones. “Siento que nos meten a todos en la misma bolsa por el accionar de unos pocos individuos a los que sí, habría que hacerles la vida imposible. Pero creo que al menos a mí me educaron para respetar todas las decisiones que pueda tomar una mujer en cualquier ámbito”, explica.
Paula Martino, psicoanalista, ve lógico que los varones se angustien ante un intento social de nominarlos en una identidad absolutamente despreciativa que cada vez cuesta más mover. “Paralelamente, las chicas están atravesando un momento social que está en un estado de exacerbación. Eso hace que algunos seres que tienen rasgos de perversión se potencien, se amparen entre sí y se justifiquen en que las mujeres ‘provocan’ ya sea por sus vestimentas o actitudes”. Así ponen “la culpa” en el otro.
Luego existe un discurso social que muchas veces hasta justifica a los abusadores incluso desde los significantes, como cuando por ejemplo se los denomina como una “manada”. Para la especialista, esta representación los desdibuja como hombres y les da un rasgo identitario de “animales” que los exime de asumir cualquier tipo de responsabilidad.
¿Qué le recomienda a los padres de adolescentes y adultos jóvenes? “Creo que quienes están a cargo de mujeres tienen que transmitirles que hay que cuidarse en este mundo en el que están viviendo, más allá de que hay leyes que las amparan. Porque en el mientras tanto, son ellas las que ponen el cuerpo y se exponen, muchas veces hasta con una actitud un tanto desafiante. Hay que tener en cuenta que ante la perversión de estos seres y ante el no límite de ellos ante el otro, es más necesario cuidarse. Más allá de todo, es el mensaje que siempre debe primar”.
Agustina tiene 20 años y trabaja en un estudio jurídico. Ya tiene casi naturalizado que en el trayecto de cinco cuadras que separan la estación de Retiro de su lugar de trabajo debe escuchar todo tipo de insinuaciones - y hasta sufrir algún toqueteo innecesario-. En la oficina, cree que su opinión vale menos por ser mujer. “Me pasa mucho que me tratan como si no supiese. Pero si viene un compañero varón de mi misma edad y dice exactamente lo mismo, automáticamente lo validan”, explica. Esas son las pequeñas cosas que la hacen sentir que seguimos criando varones -y mujeres- machistas. “A veces veo que incluso amigos míos, jóvenes, tienen instalados conceptos misóginos”, explica.
La noticia de la violación grupal de Palermo le hizo pensar en situaciones de acoso que vivieron con sus amigas cuando eran más chicas. “Ahora veo que en ese momento no nos dábamos cuenta de la gravedad de lo que sucedía. Y pienso: esos varones que hicieron esas cosas, ¿hoy se darán cuenta de que estuvieron completamente errados? La verdad que no lo sé, y me pone supermal”, explica.
Aprender y enseñar
Marina Manzione, psicóloga especialista en niñez y adolescencia, confiesa que en los últimos días hubo una energía particular en su estudio terapéutico. “Los padres suelen mandar a sus hijos mensajes de WhatsApp del estilo ‘avisame cuando llegues’ que evidencian sus miedos y preocupaciones. Esos miedos se convirtieron en terror con la noticia de la violación grupal de una joven en plena luz de día, en un lugar bastante transitado”, explica. Las noticias como esta, considera, reviven el temor inevitable que existe al criar adolescentes: “ese que los padres deben ir soltando de a poco para ir encontrando el punto intermedio para cuidarlos y dejarlos crecer”.
¿Hay algún mensaje que considere que los padres de varones deberían reforzar hoy en día? “Claramente creo que debe ser un aprendizaje de humanidad: que desde la humanidad todos merecemos un trato amoroso más allá de todo. Y esto se aprende desde pequeños, no es de un día para el otro”, plantea Manzione.
Para la especialista, eso incluye enseñar desde pequeños a respetar las diferencias, a desarrollar la compasión, la generosidad, la escucha, la amorosidad, la colaboración, la equidad, la gratitud y la paz. “Necesitamos aprender y enseñar a nuestros pequeños a ser humanos siendo coherentes, enseñar con el ejemplo y siendo justos. La educación en las escuelas debe enseñar el desarrollo de las capacidades que nos humanizan y nos fortalecen como comunidad para enseñar que se construye con el otro y no a costa del otro o en contra de él”.
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