“Vivía con miedo de quedar embarazada”. La intervención quirúrgica anticonceptiva que eligen cada vez más mujeres jóvenes sin hijos
La ligadura tubaria es un procedimiento irreversible; la ley 26.130 establece que toda persona mayor de 16 años tiene derecho a acceder a ella de manera gratuita en el servicio público de salud, pero no siempre se cumple
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Josefina Soto tiene 23 años y desde los 12 sabe que no quiere ser madre. El cambio climático así como la incertidumbre política y social fueron determinantes para cimentar la decisión que la llevó, en agosto del año pasado, a ligarse las trompas. Como ella, muchas otras jóvenes se decidieron por esta opción anticonceptiva y, desde el 2015, el porcentaje de mujeres sin hijos a las que se le realizó ligadura tubaria aumentó un 14,45%.
“La decisión de maternar es algo muy importante. Es una gran responsabilidad que yo siempre supe que no iba a poder afrontar”, indicó la joven estudiante de la licenciatura de servicio social a LA NACION. ¿El disparador de la decisión? Una charla escolar sobre medioambiente: “Ahí me hizo clic la cabeza. No pensaba traer una vida al mundo para sufrir estas carencias”.
En la Argentina existe desde el 2006 la ley 26.130, que establece que toda persona mayor de 16 años tiene derecho a acceder a cualquiera de las intervenciones de contracepción quirúrgica, ya sea a la ligadura de trompas de Falopio como a la ligadura de conductos deferentes o vasectomía. La norma prevé que estos procedimientos deban realizarse de manera gratuita en hospitales y clínicas del país.
No obstante, tanto para Soto como para muchas otras mujeres, el camino hacia la anticoncepción definitiva no fue lineal. “Sos muy chica”, “tu pareja te va a dejar”, “te vas a arrepentir”, eran algunas de las frases que escuchó desde que comenzó a manifestar su deseo de operarse.
“Me costó que entiendan mis abuelas. Sin embargo, después de un tiempo, ambas comprendieron y no tuve mayores problemas”, precisó Soto, sobre la manera en que su familia, establecida en la ciudad de Villa Regina, provincia de Río Negro, recibió la noticia.
Al conversar sobre su intención con los profesionales médicos, Soto se enfrentó con una barrera mayor: no querían operarla. Si bien no se lo dijeron directamente, las múltiples excusas que aparecieron para no concretar la cirugía sugerían que detrás había algo más.
Después de dos cancelaciones, la primera porque no había camas y la segunda porque faltaba una pinza, la estudiante de servicio social pudo materializar su deseo. Fue con un cirujano con el que ya se había realizado otra intervención, al que decidió acudir para contarle por lo que había pasado y solicitarle que le realizara la ligadura tubaria.
“Le dije que me quería operar lo antes posible. Estaba desesperada, ya había pasado mucho tiempo”, recordó Soto. Si bien había probado cuidarse con pastillas anticonceptivas, le causaban mucho malestar y las dejó: “Vivía con miedo de quedar embarazada. Siempre consideré que la única solución era operarme”.
¿Qué es la ligadura tubaria?
¿En qué consiste la ligadura? “Es un procedimiento quirúrgico irreversible, que consiste en realizar un corte y coagulación en las trompas de Falopio y va a impedir que el espermatozoide llegue hacia el óvulo”, explicó María Paz Dallochio, médica ginecóloga del Hospital Alemán.
Como es una intervención que requiere anestesia general, es requisito fundamental realizar todos los exámenes prequirúrgicos.
“Las vías de abordaje son varias: la que se realiza en el Hospital Italiano de Buenos Aires es vía laparoscópica, que consiste en una cirugía mínimamente invasiva, con orificios pequeños: uno de 1 centímetro a nivel umbilical y dos de 5 milímetros cada uno al lado de ambas espinas ilíacas. En la del ombligo se va a introducir una cámara y por esa vía se va a insuflar aire de manera de distender el abdomen y poder trabajar. Por las vías accesorias de 5 milímetros cada una se van a introducir las pinzas que nos permitan rabajar sobre las trompas. Una vez que estamos dentro del abdomen, se reseca el tercio medio de la trompa y se coagulan los nuevos extremos que van a quedar”, sumó Andrea Velazco, médica ginecóloga, jefa de patología cervical del servicio de Ginecología del Hospital Italiano.
Los riesgos, según explicaron las especialistas a LA NACION, son aquellos inherentes a este tipo de cirugía. “Son bajos, pero existen”, señaló Velazco.
Esta intervención no quita la posibilidad de embarazo con métodos de alta complejidad, como una fertilización in vitro. “Solo se corta el paso entre el espermatozoide y el óvulo. Sin embargo, el óvulo sigue produciéndose y el útero, que es el órgano que va a llevar a cabo el embarazo, sigue cumpliendo su función”, destacó Dallochio.
En aumento
En el estudio Evolución del perfil del paciente que solicita un método anticonceptivo quirúrgico, publicado el año pasado, profesionales del Hospital Italiano de Buenos Aires destacaron que el porcentaje de mujeres sin hijos a quienes se les realizó ligadura tubaria aumentó entre 2015 y 2019 un 14,45%, casi cinco veces más comparado con el 3,12% que se presentó en los primeros años después de la aprobación de la ley (2006 a 2014).
“A lo largo de estos 14 años de aplicación de la ley, se observa que el perfil del paciente que solicita estos procedimientos va cambiando lentamente: una mayor proporción de pacientes más jóvenes y sin hijos solicitan métodos de anticoncepción permanente”, se precisó en el informe.
Además, se hizo hincapié en el abordaje médico en estos casos: “Si bien los profesionales deben brindar un asesoramiento completo y detallado de todos los aspectos que conciernen a la práctica de los métodos quirúrgicos, y evaluar junto a los pacientes posibles motivos de arrepentimiento, de ninguna manera deberán poner obstáculos a la petición de los métodos anticonceptivos quirúrgicos, anteponiendo creencias y convicciones personales, de índole paternalista o brindar un asesoramiento sesgado”.
A Jazmín Sánchez, de 23, le llevó cuatro años poder acceder a una cirugía anticonceptiva. “Fue un proceso lento y por momentos emocionalmente agotador”, detalló la joven, estudiante de enfermería. Ella tomó la decisión de operarse a los 19 y recién la pudo concretar en mayo de este año.
“Los anticonceptivos generan efectos secundarios y creo que están creados para mujeres que quieren prevenir embarazos, no para mujeres que no quieren ser madres nunca. Yo tenía la convicción de que nunca iba a engendrar, y era un total sinsentido tomar pastillas anticonceptivas, no iba a exponer mi cuerpo de esa forma”, dijo Sánchez a LA NACION.
Sin embargo, cuando le planteó su deseo a su médico ginecólogo, su respuesta fue que lo pensara mejor porque era muy chica y no tenía hijos. Su reacción fue contárselo a una amiga, que tampoco pudo entenderla. “Guardé mi deseo, lo hablaba muy poco con otras personas porque no me gustaba sentirme incomprendida”, recordó Sánchez.
Por mucho tiempo se cuestionó su propia decisión y repasó los detalles de su elección: “Los hijos no son garantía de nada. A la sociedad le es muy difícil comprender que los hijos no siempre son sinónimo de felicidad”.
La segunda vez que le planteó a su ginecólogo la opción de proceder con una ligadura tubaria, su respuesta fue: “No cuentes conmigo, no me convence tu edad”. No obstante, para ese momento, Sánchez ya había hecho red y no se sentía tan sola. Pertenecía al grupo de Facebook “Ligadura de trompas-Argentina”, con 4600 miembros, en el que se comparte información y experiencias personales. “Encontrarlas fue un desahogo porque había muchas jóvenes sin hijos con el mismo deseo que yo y con la misma decisión en mente. Ya no estaba sola ni me sentía incomprendida”, señaló la joven.
“En general, la paciente que llega a la consulta ya se informó sobre el tema y ellas mismas lo plantean. Lo importante es aconsejar y asesorar sobre los métodos anticonceptivos, los riesgos, los beneficios, y que la paciente decida cuál es el método que ella desea”, indicó Dallochio.
En la misma línea, Velazco sumó: “La ley nos exige explicar en qué consiste el procedimiento, cuáles son sus riesgos, qué alternativas tiene, y con qué eficacia cuenta cada una de ellas. La ligadura no es 100% efectiva: 1 de cada 1500 ligaduras podría no funcionar porque existe la reanastomosis espontánea (los tubos desconectados se reconectan por sí solos, lo que restaura la fertilidad). Además, debemos contarle los riesgos del arrepentimiento, que es un 30% de todos los casos, y aumenta en las personas jóvenes. Luego, la paciente tiene que firmar un consentimiento de que entienden todo esto, y eso es todo”.
El contexto social
“En la actualidad, la maternidad sigue siendo un hecho socialmente valorado y deseado para muchas mujeres. Sin embargo, para las nuevas generaciones ser madre no siempre es una opción para sus vidas. En este sentido, la maternidad ya no es lo que era y tener hijos no es un proyecto exclusivo en la vida de una mujer y de muchas parejas jóvenes”, explicó Patricia Alkolombre, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y autora de los libros Deseo de hijo. Pasión de hijo y Travesías del cuerpo femenino, ambos editados por Letra Viva.
Y sumó: “El contexto social puede traducirse en el sufrimiento de aquellas que no quieren o no pueden ser madres. En este sentido, es mucho más aceptado ser madre a cualquier precio, con el uso de técnicas reproductivas, que la decisión de no tener hijos”.
Estefanía Antilef, de 24 años, conoce este pesar. Si bien ella es madre de Delfina, de 2 años y 8 meses, desde que tuvo a su hija supo que ya no quería volver a embarazarse. “Saqué turno con ginecólogas que me decían que me iba a arrepentir, que mi pareja me iba a dejar, que cómo no iba a tener más hijos e iba a dejar a mi hija sola, que era una egoísta, entre otras cosas”.
Hace dos años que a Estefanía no la quieren operar. Todos los profesionales con los que se trató en el hospital público desestimaron su decisión y postergaron una intervención. “Me tienen a las vueltas y nadie me ayuda en nada. Solo puedo ir al hospital porque no tengo obra social ni prepaga”, señaló Antilef.
Una baja en la natalidad
Un estudio del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) publicado el mes pasado y titulado Odisea Demográfica. Tendencias demográficas en Argentina: insumos clave para el diseño del bienestar social da cuenta de los cambios sociales y culturales que propician que cada vez más jóvenes elijan no tener hijos.
Si bien aclara que “no es posible aislar un único factor que explique esta caída en la fecundidad”, destaca que se pueden identificar algunos dinamizadores de esta tendencia como: “cambios en accesibilidad a tecnologías modernas de anticoncepción, y cambios en las preferencias, conductas sociales y culturales”.
A pesar de nombrar las variaciones en el acceso a tecnologías de anticoncepción, como el implante subdérmico, identifica como un factor de mayor importancia el auge de movimientos feministas en la segunda década de los 2000.
“Los reclamos para ampliar los derechos sexuales y reproductivos de estos movimientos no solo traccionaron la voluntad política de abordar más estas cuestiones, sino que también impactaron en la difusión de información en el debate público y redes sociales sobre los métodos anticonceptivos, los estereotipos de género y los efectos de la maternidad no intencional respecto de la autonomía de las mujeres, entre otras”, destacó el estudio.
En la misma línea, las intervenciones quirúrgicas anticonceptivas en personas de sexo masculino también están en aumento. “En los últimos años, especialmente en la etapa de la pandemia, se ha multiplicado por cinco la cantidad de vasectomías tanto a nivel hospitalario como privado”, aseguró a LA NACION Mariano Cohen, médico urólogo del Centro Argentino de Urología.
Y detalló: “La vasectomía es una cirugía menor, irreversible, que se realiza de forma ambulatoria. Consiste básicamente en separar el conducto deferente, que suele cortarse, ligarse, y se fulguran ambos cabos”.
“Sentí alivio de que al fin me escucharan”
“La decisión de no tener hijos la tomé hace dos años, después de cumplir 22, pero desde los 18 sabía que no quería ser madre”, aseguró Rocío Daniela López, hoy de 24 años, quien se realizó la ligadura tubaria en octubre pasado en una clínica de Morón, al oeste del conurbano bonaerense. “No es que no me gusten los chicos, pero siempre supe que es una decisión muy grande, que implica un compromiso para toda la vida y que yo no estaba dispuesta a asumir”.
López, que estudia la licenciatura en nutrición en la Universidad de La Matanza, detalló que tuvo que pasar por varios especialistas hasta dar con un profesional que la quisiera operar.
La tercera médica a la que la derivaron accedió a realizarle la intervención sin cuestionamientos. No obstante, el día de la operación, justo antes de entrar al quirófano y de quedarse dormida, el anestesiólogo objetó su decisión. “Mientras me ponía la vía me preguntó en un tono enojado si tenía hijos, por qué no quería tener hijos, si tenía pareja y si él estaba de acuerdo, como si fuese una nena a la que estaba retando”, señaló López, quien detalló que fue muy duro escucharlo en un momento de tanta vulnerabilidad: “Me hizo sentir como que nadie me iba a querer porque me iba a operar”.
Luego de la intervención, que se prolongó exactamente por una hora, se sintió más tranquila. “Sentí alivio de que al fin me escucharan, de que me hayan considerado una persona adulta que puede decidir sobre su cuerpo”, precisó.
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