Ahí nomás, a pocos kilómetros de distancia, se eleva orgullosa la Cordillera de los Andes. Sobre la ruta provincial 94, en el Valle de Uco mendocino, una tranquera marca el ingreso a Finca Licán, uno de los viñedos de Terrazas de los Andes. Aquí siempre corre el viento, que baja de las montañas. Es principios de otoño, y los días son cálidos, con un sol que golpea sobre la tierra seca. Pero apenas atardece la temperatura baja casi 20 grados, amenazando con los primeros fríos del año. "Tenemos fincas en Las Compuertas, en Tupungato, en Altamira, en Chacayes, entre otras. Esa diversidad nos permite contar con uvas de varios rangos de altura y regiones, logrando así complejidad, buena fruta, elegancia y acidez en nuestros vinos", explica el ingeniero agrónomo Gustavo Ursomarso, Jefe de Viñedos de Terraza de los Andes.
Cuestión de altura
Para Ursomarso, la altura es parte del ADN de la bodega. Por eso, en Terrazas de los Andes cuentan con viñedos que arrancan en los 1070 metros sobre el nivel del mar, hasta otros que llegan a los 1600 metros. "A lo largo de muchos años de investigación y de experiencia, logramos definir los rangos de altura ideales para cada variedad, donde cada cepa consigue su máxima expresión. En Las Compuertas, por ejemplo, tenemos un Malbec espectacular, muy frutado, con un carácter de fruta roja intensa, que en boca es elegante, redondo, con taninos pulidos. Y en el Valle de Uco, a 1200 metros, conseguimos otro Malbec con más potencia, estructura, color intenso y profundo. Esto se relaciona con las condiciones de cada suelo, desde los más profundos de Luján de Cuyo a los más pobres del Valle. De Licán, por ejemplo, proviene el Cabernet Franc de la línea Reserva, que acabamos de presentar en el mercado. De Tupungato, nace nuestro Chardonnay, donde la altura le permite conservar la acidez y la fruta joven", explica.
Con fuerte énfasis en la viticultura de precisión, Terrazas de los Andes investiga los suelos de sus fincas, recorriendo el viñedo, probando las uvas, y también sumando tecnología. "La viticultura de precisión es estudiar en profundidad los suelos de nuestros viñedos. Según el vigor de cada planta, diferenciamos zonas por textura de suelo y alturas, separando la finca en microparcelas. Luego definimos manejos diferenciales para cada lugar, cambiando la irrigación y el momento para cada cosecha. Buscamos siempre mejorar, superarnos a nosotros mismos".
Del viñedo a la bodega
"El primer paso para tener un gran vino es tener gran calidad en la uva", afirma Gonzalo Carrasco, Enólogo Senior de Terrazas de los Andes. "Ahí entra en juego el terroir, un concepto que incluye al clima, el suelo, la planta, la selección de la variedad. Por eso, a través de los años hemos invertido en distintos viñedos y zonas de Mendoza, para tener así más expresiones y perfiles en las variedades que trabajamos".
Según Carrasco, el papel del enólogo es el de interpretar la expresión de cada viñedo. "Lo que hacemos es sacar una foto, que es la elección del punto de la cosecha. Para eso, recorremos los viñedos todos los días y probamos las uvas. Más allá de los análisis de laboratorio, la decisión de cuándo cosechar depende de nuestro paladar y experiencia. Después de varias cosechas, ya sabemos cómo es cada viñedo, qué parte madura primero, cuál otra puede esperar. Luego, venimos con esa foto a la bodega, para revelarla; para llevar a la realidad esa imagen que percibimos en la finca".
Convencidos de la calidad de los terruños mendocinos, en Terrazas de los Andes practican una filosofía de mínima intervención en el vino, dejando que el terruño se exprese en cada botella. "La uva es la protagonista. Por suerte, Mendoza tiene una gran ventaja respecto a otros lados del mundo: el clima, la baja humedad, el viento y los suelos pobres permiten que las plantas sean muy sanas, sin que sean necesarios tantos tratamientos como se hacen, por ejemplo, en países como Francia. Y desde la bodega acompañamos sin tapar la personalidad del vino, utilizando barricas de manera muy respetuosa, optando por vinificaciones muy simples, donde la complejidad provenga no del modo de elaboración, sino de las uvas elegidas".
Una experiencia de lujo
Estar en Mendoza en plena vendimia permite conocer el proceso completo de la elaboración del vino. Y qué mejor que hacerlo desde adentro, durmiendo en la misma bodega. La propuesta enoturística de Terrazas de los Andes busca brindar una experiencia de lujo, con distintas opciones para cada visitante, según el grado de profundidad que se desee. Se ofrece desde una degustación de tres vinos, incluyendo la línea Reserva y Single Vineyard, hasta versiones donde suman etiquetas icónicas o incluso realizar una cata vertical de algunos de sus mejores vinos, para entender cómo evolucionan a lo largo del tiempo.Todo esto se hace en el corazón de Mendoza, en un edificio histórico donde las antiguas vigas de ladrillo conviven con tanques de acero, resumiendo así historia y presente del vino argentino. La sala de degustación está ubicada sobre la misma bodega, con una pared vidriada que permite ver en vivo y en directo la vinificación de las uvas recién cosechadas.
El edificio fue fundado a finales de siglo XIX por un inmigrante español, Sotero Arizu. Fue utilizado como bodega por muchos años, luego se convirtió en una destilería. Y en Terrazas de los Andes deciden conservar esa arquitectura tradicional, con las adaptaciones necesarias para introducir tecnología de vanguardia. También cuentan con un restaurante, ubicado en la casa que está al lado de la bodega, dedicado a una cocina argentina de autor. Allí se priorizan ingredientes locales y de estación, en un menú diseñado para maridar con sus vinos. Y, por último, también en la casa, cuentan con seis habitaciones disponibles para reservar. Es un lugar pequeño y exclusivo, donde los visitantes pueden completar una experiencia inmersa en el vino, viviendo incluso en la misma bodega.
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