Los paraguayos siguen encabezando los rankings de inmigrantes, pero cada vez son menos; las cifras del resto de las nacionalidades
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“Éramos diez hermanos y vinimos a buscar oportunidades a la Argentina. Todas las escuelas públicas y las universidades nos abrieron la puerta. La Argentina a pesar de la crisis sigue brindando a la población una cobertura médica, educativa. Tiene hospitales, tiene escuelas. Y eso el paraguayo que esta acá lo recibe. Ir a la universidad es una forma de crecimiento social”, dice Salomón Ramírez Santacruz, vicepresidente del Club Deportivo Paraguayo.
Él llegó con 17 años, venía de un pueblo llamado Aba-i, en Paraguay, donde solo había una escuela primaria. “Como casi todos los migrantes, aterrizamos en una villa”, relata el hombre de 68 años que hoy tiene una zapatería en Lomás del Mirador, La Matanza. Y agrega: “En Paraguay los ricos son los que estudian en las universidades públicas y los pobres tienen muy pocos accesos. Mis hijos no tuvieron que hacer lo que hizo su papá, salieron de otra plataforma, pudieron ir a la universidad, a los 18 estaban preparados para enfrentar la vida y esa oportunidad se la dio este país”.
Hace años que los paraguayos son una de las nacionalidades mayoritarias a la hora de elegir la Argentina como destino para radicarse. Sin embargo, desde 2015, mientras la economía argentina se deterioraba y los indicadores macroeconómicos paraguayos mejoraban, su llegada disminuyó en un 66%. Pese a esto, se mantienen en el podio junto con los venezolanos, según se observa en los últimos registros públicos de inmigrantes, que van desde el 2015 hasta el 2023.
En el 2015 fueron 103.739 los paraguayos que eligieron a la Argentina para radicarse de forma permanente o transitoria, en promedio 8645 por mes. Sumaron casi un 40% de las 259.505 radicaciones pedidas ese año. Siete años después, en 2022, fueron apenas 35.088, no alcanzan los 3000 al mes y representaron casi el 25% de quienes pidieron la residencia en el país. La información se desprende de un pedido de Acceso a la Información Pública hecho por LA NACION Data a la Dirección Nacional de Migraciones.
La merma se enmarca en una tendencia que se extiende a los demás países latinoamericanos exceptuando a Brasil y Ecuador, donde la cantidad de migrantes viene en ascenso. El total de migrantes en 2015 llegaba a 238.495 mientras que el año pasado sumaron 150.821.
“En nuestro país si no tenés dinero te morís”, sintetiza Blanca Valenzuela y enfatiza la importancia de la atención a la salud. “La realidad es que yo desde que llegué nunca más dejé de trabajar, siempre tuve trabajo. Eso es lo que más valoro de acá, en mi país no pasa, no hay fuentes de trabajo. Yo vine de vacaciones, llegué un sábado y al lunes siguiente estaba trabajando”, sigue.
Llegó a sus 19 años y “como todas las migrantes” empezó trabajando como empleada doméstica. Terminó la secundaria, estudió computación, también empezó la carrera de abogacía, pero después la tuvo que dejar. Hace diez años que trabaja en la municipalidad de Quilmes, actualmente en la dirección de migrantes. Es también la presidenta de la Federación Paraguaya en la Argentina (Fepara).
Ranking
Paraguay encabezó el ranking de nacionalidades que migraron a la Argentina hasta 2018, cuando fue desplazada por Venezuela. El país gobernado por Nicolás Maduro tiene una lógica propia: registra un pico de radicaciones a partir de 2018, en coincidencia con la crisis política y humanitaria de ese país. En los primeros seis meses de 2023, Paraguay volvió a pasar al frente. Si bien pareciera haber un repunte de migraciones, el número aún se encuentra lejos de los valores registrados en el pasado.
“La evidencia histórica nos muestra que la migración paraguaya es inelástica ante momentos de crisis o estancamiento de Argentina. Para las personas migrantes, el país está percibido como un lugar donde llegan y tienen trabajo, de oportunidades para hacer una diferencia económica; además de la alta valoración que tiene de los servicios como la salud y la educación. Esto quedó patente con la crisis del 2001. La población migrante entre 1998 y 2002 no creció en magnitud, pero no hubo retorno a los países de origen”, describe Sebastián Bruno, doctor en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires) e Investigador de CONACYT Paraguay.
El autor del libro Migración paraguaya hacia Argentina agrega: “Sí fue elástica -es decir, que los migrantes llegaron más- en los momentos en que la economía estaba mejor. Se observan dos momentos expansivos recientes: en los primeros años de la época de la convertibilidad y entre fin del 2002 hasta el 2010/2011″.
Según el censo del 2010, medio millón de paraguayos habitaban la Argentina, es decir que había más paraguayos que en Asunción. El fenómeno histórico quedó evidenciado también en las estadísticas paraguayas. Las conclusiones preliminares del censo realizado el último año mostraron que el país gobernado por Santiago Peña tiene una población de 6.109.644 personas, un total por debajo de las estimaciones de crecimiento poblacional –esperaban que el número alcance los siete millones- e incluso menor a la población del 2012. Algunos especialistas señalan que la emigración de los últimos 20 años podría ser una de las razones para explicar esta disminución. Los países más elegidos para emigrar fueron España y la Argentina.
Bruno describe que en un comienzo la migración era fronteriza, sobre todo en Formosa y Misiones, pero luego se fue moviendo hacia la ciudad de Buenos Aires. Hoy, la Ciudad de Buenos Aires alcanza el 17% del total de la población migrante, según datos de la administración porteña.
En base a los datos del censo del 2010, uno de cada cuatro paraguayos trabajaba en una obra en construcción, mientras que cuatro de cada diez mujeres lo hacía en trabajos domésticos de casas de familia. Los datos del censo 2022, que todavía no se presentaron, permitirán conocer si esa tendencia se modificó.
“Sucede que para el migrante recién llegado es más fácil acceder a estos trabajos. A partir de las vinculaciones por la red migratoria se insertan en determinados sectores de la economía”, señala Bruno que en su tesis doctoral llamó a este fenómeno “plusvalía étnica”.
“Yo me hice acá, viví más tiempo acá que allá. Tengo mi casa y no me falta trabajo. Decido quedarme porque nos gusta, estoy instalado”, dice Julio Serafín Ayala. Tiene 50 años y llego a los 17. No fue el primero de su familia, uno de sus hermanos ya estaba acá. Hoy, son cinco los que viven en Buenos Aires. Los cinco restantes están en Paraguay, donde también vive su madre de 88 años.
Ayala está dándole los últimos retoques a la cocina de uno de los cuatro departamentos del edificio en el que está trabajando. Tiene a cargo seis personas, dos de ellos también son paraguayos. Al igual que todos los albañiles, el colocador de pisos y el electricista.
Está en el rubro de la construcción desde que llegó. “Empecé a hacer changuitas, siempre en construcción. Me quedaba a dormir ahí en la obra. Mi mujer trabajaba en departamentos, cama adentro. Y con eso pudimos llegar a tener nuestra casa. En esa época era más fácil, más barato. Ahora ya no”, cuenta.
“En ese momento preferían más el peso argentino que el dólar, te lo sacaban de las manos. Valía más. Ahora ganás una montaña de pesos pero no sirve”, recuerda Julio sobre su primer viaje de visita a Paraguay, en 1998, luego de haberse mudado a la Argentina.
Estancamiento
Mientras la Argentina quedo atrapada en una década de estancamiento e inflación creciente, las variables macroeconómicas paraguayas mejoraron. Según el último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), con un 4,2% lidera el crecimiento económico este año para la región. Acompañado por Panamá (5,1%) y las islas del Caribe (4,2%).
Se agrega una libertad para la transferencia de divisas, una inflación que se ralentiza, una estructura impositiva de bajo costo y simple que se basa en la fórmula del “triple 10″ -10% del impuesto a las ganancias empresariales, 10% de IVA y 10% de rentas personales- y leyes favorables a la inversión.
El panorama, sin embargo, también incluye niveles de pobrezas del 24,7%, servicios básicos ineficientes y costosos y uno de los peores sistemas de educación del mundo, según el ranking de Competitividad Global del Foro Económico Mundial.
“Hasta el 2015 el paraguayo venía mucho a trabajar acá. El asalariado podía ganar entre US$800 y US$1000 en la construcción y podían transferir dinero a sus familiares. Había mucha más demanda, había changarines golondrinas que venían por temporada. Hoy no alcanza para subsistir acá. Igual hablan de que Paraguay está mejor, está lleno de dólares, eso es lo que vende al mundo, pero es para unos pocos”, señala Ramírez Santacruz.
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