Villa La Angostura: reforestaron el Parque Nacional Arrayanes
Villa La Angostura.- Son los hijos del bosque. Son pequeños arrayanes, delgados y de apenas un metro de alto, plantados para renovar una arboleda de más de seiscientos años, castigada por cenizas de volcanes y acorralada por especies exóticas.
Son unos 450 arrayanes cultivados en el vivero de la Isla Victoria con semillas de los más diversos ejemplares de la Península de Quetrihue, por ingenieros forestales, especialistas en medio ambiente y voluntarios, para renovar un bosque que recibe unos cuatro mil visitantes por día.
Los árboles, con tronco color canela, hojas verdes y flores blancas, dan nombre a este pequeño parque nacional de 1796 hectáreas, que estuvo en decadencia por factores geológicos y por el avance de especies exóticas. Es uno de los bosques que se buscó restaurar el último año, una de las regiones donde se impulsó un proyecto de restauración del bosque andino patagónico.
El proyecto, que en la región de los lagos incluye también la restauración de la ladera sur del cerro Otto, en San Carlos de Bariloche, contó con financiamiento por 1.953.124 pesos del gobierno nacional.
Unas 23 personas trabajaron para proteger las especies amenazadas por invasiones de especies exóticas, como el Arce, y castigadas por erupciones de volcanes en este caso por las cenizas del volcán Puyehue.
En la reforestación del Parque Nacional Arrayanes trabajaron ingenieros, guardaparques y prefectos, coordinados por Adolfo Moretti, jefe del área Forestal y por el intendente del Parque Nacional Nahuel Huapi Damián Mugica. "Se buscaron semillas que representen la genética de todo el bosque para hacer plantines que vengan a rejuvenecer este lugar", dice Moretti.
Las semillas recopiladas en toda la península de Querihue fueron llevadas al vivero de la Isla Victoria hasta que los árboles de un metro de altura estuvieron fuertes para volver al bosque. La última primavera se trasladaron en lanchas con ayuda de la Prefectura Naval Argentina. Sobrevivieron a temperaturas de hasta siete grados bajo cero. Los árboles se ven vitales, con signos de haber soportado el traspaso de los plantines que los trajo de regreso al bosque madre.
"Los árboles están creciendo muy bien. Fue una gran labor en equipo con viveristas del Centro Forestal de la Isla Victoria", dice el equipo del Arboretum que ejecutó el trabajo con Santiago Quiroga, Aldana Calamari, Estela Vargas, Gabriela Valenzuela, Mario Aguilar, Diego Luca, Juan Karlanian, Lucio Azua y Celeste Prieto, con la ayuda de los voluntarios Fernando Menéndez Guerrero, Pablo Taccari y Matías Gonzaléz.
"Para nosotros fue muy emocionante", dice a LA NACIÓN Adolfo Moretti. "Rescatamos la genética. Vinimos con técnicos del INTA y elegimos las semillas de los árboles. Los plantines estuvieron siete años en el vivero Isla Victoria hasta regresar al parque", relata orgulloso Moretti.
"Sólo aquí el arrayán -que se encuentra en otros sitios de la región- forma un bosque de árboles monumentales con más de 650 años de antigüedad. Por eso el parque lleva su nombre", explica el ingeniero forestal.
"El programa de reforestación desarrollado en este lugar por los equipos técnicos del Arboretum de la Isla Victoria y el personal de terreno del Parque nacional Nahuel Huapi, con el aporte de los especialistas asociados al proyecto, aseguran la implantación de nuevos ejemplares, para continuar con el ciclo de la vida iniciado hace más de seiscientos años en ese maravilloso bosque- afirma Eugenio Bréard, presidente de Parques Nacionales. "Los esfuerzos que se realizan, se enfocan en complejas estrategias para el control de las especies exóticas invasoras, y en los trabajos de restauración de ambientes con plantación de nativas. Ese trabajo metódico sostiene en pie las esperanzas de conservación y vuelve a este un caso muy exitoso", asegura Brérd.
Cada temporada más de treinta mil visitantes llegan a este parque en busca de la energía de estos árboles. "La gente se abraza a los ejemplares más grandes. Los toca, busca conectarse con su frescura", dijo Domingo Nuñez, jefe de guardaparques de la zona norte de Nahuel Huapi. "Aquí los Arrayanes adquieren un porte que no tienen en otros lugares de la Patagonia: aquí los troncos tienen más de un metro de diámetro, y los árboles son más longevos", explica Moretti.
Es otoño y el bosque está pleno de colores: los árboles más antiguos están colmados de frutos, parecidos a los calafates, pero de color violenta. Unos pocos aún conservan las pequeñas flores blancas.
Los centenares de árboles más jóvenes crecen a la sombra de los más antiguos, aquellos que tapan el cielo con sus copas de hasta quince metros de alto. Pasarán varios años hasta que se pueda recuperar el bosque, que da nombre a este parque. "La especie tiene un crecimiento muy lento: un milímetro por año", explica María Celia, guardaparques de la seccional Arrayanes.
Más bosques
La secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación financió la operación para rejuvenecer este Parque Nacional junto a otras áreas seleccionadas para un plan nacional de reforestación del bosque andino patagónico.
"Argentina, al igual que muchos países de la región, sufrió un proceso de pérdida de bosques nativos en las últimas décadas. A partir de la sanción de la Ley 26.331, en particular desde 2015 a la fecha, la tasa de pérdida de bosques se redujo a la mitad de lo que había sido históricamente", asegura el secretario de Ambiente, Sergio Bergman , a LA NACIÓN.
"No obstante, muchas áreas del país, requieren la recuperación del bosque en sitios clave. En particular para recuperar servicios tales como la protección de cuencas hídricas (control de inundaciones), recuperación de suelos degradados, control de la erosión, fortalecimiento de corredores biológicos, o para la mejora en la capacidad productiva del bosque nativo" afirma el funcionario.
El Plan Nacional de Restauración, se inscribe en la iniciativa Forestar 2030, y apunta a impulsar la recuperación de superficie de bosques nativos en estas áreas críticas. Se identificaron 6 zonas prioritarias, y a través de convocatorias abiertas desde el Programa Nacional de Protección de Bosques, se financiaron iniciativas de productores, ONG, comunidades, universidades o centros de investigación, para impulsar la plantación de árboles o la regeneración natural del bosque.
"Frente al cambio climático, la mitigación y adaptación encuentra en la forestación su más eficiente respuesta" asegura Bergman. "Los servicios forestales ambientales son la oportunidad de restituir la naturaleza para que desde su potencia y propia eficiencia en biodiversidad cure y sane el hábitat del daño que los humanos hemos generado en décadas de actividad antrópica irresponsable", afirma.
En Tierra del Fuego, se asignaron 2.100.000 pesos para restaurar el bosque nativo de la Reserva Provincial Corazón de la Isla, arrasado por un incendio. En Neuquén se asignaron 2.100.000 pesos a restaurar la cuenca del Río Malleo; 975.000 pesos a la mejora y rehabilitación del bosque nativo Chapelco, 1.800.000 a mejoras en el parque nacional Copahue y otros 1.390.000 pesos se asignaron a restaurar especies nativas del departamento de Aluminé.
En Chubut 1.705.000 pesos fueron asignados a restaurar un bosque andino patagónico situado en la zona del lago Cholila y 500.000 pesos se destinaron a la restauración del bosque nativo Poncho Moro. Y 1.300.000 pesos a poner en valor bosques de la zona de Trevelin. En Santa Cruz se destinaron 400.000 pesos a asegurar el material de reproducción local para fututas plantaciones a partir de la recolección de semillas y la siembra en viveros.
Algunos de los proyectos de reforestación son más amplios e incluyen varias provincias: por caso la restauración del bosque ribereño Salix Humboldtiana (sauce criollo) abarcó a Chubut, Río Negro y Neuquén.
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