Villa La Angostura: cómo convertir las cenizas en una oportunidad
Una hostería construida con material volcánico o su uso como abono para la tierra fueron algunas de las ideas que surgieron de los vecinos patagónicos; historias detrás del renacimiento de la zona
VILLA LA ANGOSTURA.- Ya no sostiene con firmeza la pala durante varias horas al día para levantar las cenizas ni una retroexcavadora retira a sus espaldas montañas de material volcánico de su jardín. La mujer de la foto es una de las caras del inmenso esfuerzo de los vecinos del lugar. "Me pasó de todo desde que llegué a Villa La Angostura, pero siempre fui para adelante", cuenta esperanzada Andrea Klarenberg , dueña de la hostería Le Lac, quien utilizó todos sus ahorros para limpiar sus terrenos y recuperar parte de lo que la lluvia de cenizas destruyó. El esfuerzo físico fue agotador y pasa factura. En la actualidad, tiene tendinitis en una de sus manos debido al trabajo diario que tuvo que hacer para limpiar la hostería, pero también evidencia el orgullo de haber pasado este difícil escollo y estar de pie.
A un año de la erupción del volcán Puyehue , que dejó Villa La Angostura inmersa en una nube gris que trajo consigo toneladas de piedra, arena y ceniza volcánica , el paisaje en el estacionamiento de la hostería Le Lac cambió por completo, al igual que en cada rincón del llamado Jardín de la Patagonia. Ya no hay nubes grises ni truenos intimidantes. Ya no vuela ceniza. El cielo luce despejado, las brisas son de aire fresco y el sol brilla para iluminar el renacer de la localidad.
En junio del año pasado, esta ciudad quedó sitiada por un desastre natural ocasionado por la erupción del volcán Puyehue. Una adversidad que obligó al pueblo de La Angostura a organizarse, fortalecerse y unirse detrás de un sólo objetivo: devolver los colores a este paraíso , ubicado en la provincia de Neuquén, para que volviera el turismo, fuente de ingreso indispensable de la economía del lugar. Pero ocurrió algo más. Las cenizas no sólo despertaron solidaridad y compromiso en la población, sino que generaron nuevas oportunidades, desafíos y proyectos.
"Fue muy difícil. Realicé un esfuerzo físico muy grande porque hice todo el trabajo sola. No contraté ni a una mucama por las cenizas y limpié cada habitación de la hostería. Tardé seis meses [ después de la nota de LNR ] en recuperar cada rincón del jardín, de donde sacamos 51 camiones cargados con material volcánico", recuerda Andrea, una contadora que tuvo una vida repleta de desafíos e imprevistos , que se coronó el año pasado con la erupción del Puyehue. "Las cosas te cambian de un día para el otro. El volcán modificó mi ecuación económica y mi presupuesto", agrega la dueña de Le Lac, quien debido a los gastos que realizó para limpiar la arena volcánica aún no pudo reabrir la hostería. Sin embargo, Andrea guarda esperanza y aclara que espera una buena temporada de primavera-verano para relanzar su emprendimiento al mercado turístico. "Sé que vamos a salir adelante. Todo esto tuvo algo positivo y es que puso a Villa La Angostura en el mapa, ahora saben quiénes somos y dónde estamos", concluye.
Una hostería de cenizas
Durante el año pasado, la mayoría de los habitantes de Villa La Angostura se dedicó a sacar y a limpiar el material volcánico depositado en sus casas, techos y jardines. Pero hubo alguien que, a diferencia de los demás, decidió conservar en el fondo de su propiedad una montaña de cenizas . "Son millones de pesos que cayeron desde el cielo", esgrime entusiasmado José Bora, un hotelero de la zona que construye una hostería con ceniza volcánica. Al mismo tiempo que muestra emocionado su obra, José revela la fórmula secreta de su técnica: 12 baldes de material volcánico, una cucharada de cal y una de cemento. Luego, desarrolló otro método que consiste en embolsar la arena volcánica para rellenar la pared, sin la necesidad de utilizar cemento. "Es muy fácil, lo puede hacer cualquier persona y además, es mucho más económico. Te evitás comprar ladrillos", explica el dueño del complejo de cabañas Ruma Andina. Pocos días después de la erupción del volcán , José comenzó a rellenar las paredes y los pisos de una enorme estructura de madera antigua ubicada en los terrenos que compró en la década del 90. "El día de mañana puede tener un fin turístico, puede ser una hostería o un apart", asegura, mientras golpea las paredes de ceniza revestidas con madera para demostrar, según dice, las propiedades de aislante acústico que le da el material volcánico a la construcción. "No tiene riesgo de ceder porque no son paredes portantes, son de relleno", agrega, y aclara que un arquitecto, amigo suyo, supervisa el proyecto.
Ceniza como abono para la tierra
Edith Cárdenas no pierde la calma. Camina con paciencia alrededor de su huerta como quien sabe que el cultivo de la tierra requiere de algo más que un cuidado y un seguimiento intensivo. La erupción del volcán Puyehue, ocurrida el 4 de junio del año pasado , dejó a su marido, Enrique, un taxista de Villa La Angostura, sin trabajo. Ella, empleada de un lavadero, no sabía que su huerta, ubicada en una parcela del Cortijo, donde se desarrolla el programa del gobierno nacional Pro Huerta , iba a transformarse en un respiro en medio del ahogo económico al que estaba sometida su familia por la abundante caída de cenizas. "Las plantas dieron mucho más y los frutos fueron más grandes", repite Edith, cuando se le consulta sobre los efectos de la caída del material volcánico en su parcela de tierra. Meses después de la erupción, esta nativa de Villa La Angostura se dedicó a hacer dulces con la cosecha de su huerta para vender en el pueblo y así, generar un ingreso económico en medio de la crisis desatada por la erupción del Puyehue. "La hemos pasado bastante duro. Tenía mi sueldo, pero la huerta me ayudó mucho. Lo que no trabajó el taxi de mi marido, lo trabajé yo con la huerta", dice Edith. Entusiasmada con la producción de su parcela durante este año, augura futura buenas cosechas y añade: "Tengo un montón de ceniza y la voy a usar como abono".
Una oportunidad en medio del desastre
En Villa La Angostura creen que no hay mal que por bien no venga. Este podría ser el caso de Natalia Granzurger, Alejandro Camacho y Gabriel De Laforé, tres socios que decidieron, dos meses antes de la erupción del volcán, dar un paso adelante en su negocio de elaboración de cerveza artesanal y abrieron un restaurante sobre la ruta 231, que une esta localidad con San Carlos de Bariloche, al que bautizaron Bauhaus, por la escuela de arte alemana.
El entusiasmo del debut en el rubro culinario quedó empañado el 4 de junio del año pasado por la nube gris que cubrió a Villa La Angostura. "Esto nos unió a los tres como sociedad. Lo tomamos como algo positivo para nosotros y fuimos para adelante", comenta Natalia, del otro lado de la barra de Bauhaus, rodeada por las choperas que arrojan cervezas rubias, rojas y negras. El día en que se restableció la energía eléctrica decidieron abrir nuevamente al público las puertas del local y prepararon pizzas y cervezas. Esa noche mandaron mensajes de texto a todos sus conocidos para atraer gente, pero la escasez de turistas debido a la abundante caída de cenizas complicó el panorama. "La pérdida económica fue muy importante. Al principio no entendíamos qué pasaba y cuándo se iba a terminar", recuerda Natalia. Pero la ceniza les abrió una oportunidad en su negocio. En medio de la crisis por el volcán, trasladaron la sala de producción al local y así, obtuvieron la habilitación nacional para la elaboración de la cerveza, lo que les permitió comercializar el producto fuera de Villa La Angostura para sustentarse.