Villa Cura Brochero, el pueblo donde creció la leyenda del santo argentino
En Traslasierra, los fieles viven con emoción la noticia de que el Papa confirmó ayer su segundo milagro, y sueñan con que la ceremonia de canonización se realice allí
CÓRDOBA.– Hay emoción entre los habitantes de este pueblo enclavado en Traslasierra. Imaginan cómo seguirá multiplicándose la cantidad de gente que llega para visitar a quien, para ellos, es como uno más. Nadie se imagina diciéndole santo a José Gabriel Brochero. Para ellos, simplemente es el "cura gaucho".
Casas bajas, calles limpias, la tradicional plaza central, un río que cruza la ciudad y las sierras que la enmarcan. Así es hoy el lugar donde Brochero llegó en 1869. Venía de Córdoba, de ayudar a los enfermos de una epidemia de cólera que dejó unos 4000 muertos.
A lomo de mula cruzó las Sierras Grandes para instalarse en una zona de pobladores azotados por la pobreza y la difícil comunicación con otras zonas de la provincia.
Oró, pero también educó y construyó. Emilia es devota del cura desde su infancia. "Por acá todos lo somos, es de familia", dice a LA NACION. Ella es una de las monjas de la congregación Esclavas del Corazón de Jesús, que desde fines de 1800 trabajaron con Brochero. Mientras muestra la Casa de Ejercicios Espirituales y el colegio, que todavía tienen partes originales de las diseñadas por el sacerdote, insiste: "Trabajó en todo, hizo este pueblo".
Las monjas que en 1880 tenían su sede central en un colegio de Córdoba capital practicaron durante meses en el patio con mulas para aprender a montarlas y emprender la travesía del cruce de las sierras que llevaba unos cuatro días.
"Haz una gauchada, caramba", le escribía Brochero al entonces gobernador de Córdoba, Miguel Juárez Celman. Así le pedía que se ocupara de su gente de Traslasierra. Peleó hasta lograr que el tren llegara a Cruz del Eje –durante décadas fue el motor de esa ciudad– y llevaba oración o comida a la gente.
El Colegio para Niñas que fundó sigue enseñando. Su cama y algunas de sus mantas están en el museo pegado a la iglesia que, desde 2013, cuando fue beatificado, congrega más fieles. Entre las viejas paredes también hay algunas herramientas y enseres de su mula, Malacara, su compañera inseparable.
"Era de acá y quisiéramos que lo hagan santo en éstas, sus tierras", repite Rosa mientras se persigna frente al relicario de Brochero. Allí está, incorrupto, su cráneo. Cerca hay una réplica del cura gaucho, como lo conocen sus fieles, que tocan cientos de manos pidiendo bendiciones y ayuda. Es la misma que, en septiembre, cuando se aprobó el segundo milagro, encabezó la caravana con la que el pueblo festejó la noticia.
Una muerte dolorosa
Pocos años estuvo Brochero lejos de su gente. La primera vez fue cuando por su salud debilitada lo trasladaron a Córdoba, en 1898. Se enfermó de lepra y por un tiempo se fue a Santa Rosa de Río Primero.
No sin antes reunirse con el presidente Hipólito Yrigoyen para pedirle que el tren llegara a Villa Dolores, regresó a su lugar, donde murió a los 73 años, en 1914. Estaba sordo y casi ciego. "Ahora tengo ya los aparejos listos pa’l viaje", aseguran que dijo.
La vida de Sandra Violino y Osvaldo Flores está signada por Brochero. Oriundos de Traslasierra, cuando se casaron se encomendaron al cura, y cuando ella quedó embarazada fue a buscar la bendición a su iglesia. El 28 de septiembre de 2000, Nicolás, su hijo, tenía 11 meses y fue el más dañado por un accidente de tránsito.
Osvaldo pidió la protección del cura gaucho en el lugar del accidente y, después, en el Hospital de Niños. Allí, relata Sandra a LA NACION, los médicos les advertían que el nene tenía pocas posibilidades de sobrevivir. Sufrió cuatro paros cardiorrespiratorios con pérdida de masa encefálica.
"Cuando salió de eso, nos dijeron que seguramente tendría vida vegetativa", agrega. Cerca de cumplir los 16 años, Nicolás hace una vida normal, con algunos problemas motrices. La ciencia no lo puede explicar; le falta la tercera parte de su cerebro. Esa recuperación "extraordinaria" fue el primer milagro que el Vaticano le reconoce a Brochero y por el que fue proclamado beato en septiembre de 2013.
Dos años después, el Vaticano comprobó el segundo milagro, que abrió las puertas a la santidad y que tuvo a una niña como protagonista. La sanjuanina Camila Brusotti había quedado al borde de la muerte después de un hecho de violencia familiar; hoy va a la escuela y se maneja con normalidad.ß