Vikash Mishra, el indio que guía por el río Ganges y cautiva a los extranjeros
VARANASI.- Vikash Mishra es alto, flaco y astuto. Vive en Varanasi, una ciudad en el noreste de la India, hace cinco años. Pasa sus días en su lugar preferido: al borde del río Ganges, un lugar que rebalsa de misticismo, a la espera de algún encuentro casual con turistas.
"¿De dónde son?", es su pregunta de cabecera, el anzuelo con el que sale a conquistar extranjeros todos los días. Sus ojos curiosos y su sonrisa franca hacen que los extranjeros se detengan y lo escuchen.
"Argentinas", responde esta cronista y así, en un ping pong de preguntas y respuestas, Vikash, de 29 años, camina contando sobre la ciudad.
Este don para conquistar la confianza de los extranjeros le permitió, durante los últimos 17 años ganarse la vida paseando a turistas. "Me acerco directamente a los turistas en la calle o en los Ghats", relata Vikash a LA NACION.
En dos de los ghats, las escalinatas que conducen a la orilla del río, tienen lugar las cremaciones. Allí se preparan unas piras llenas de leña y se coloca al difunto entre la madera. Luego se lo quema. Vikash explica que es un ritual al que solo asisten los hombres de la familia ya que estos consideran que las mujeres no pueden soportar tanto dolor. Una vez que se crema el cadáver, sus cenizas son depositadas en las aguas sagradas. A partir de ese momento, según la religión hindú, se libera el alma.
Por qué lo hace
La particularidad de Vikash es que, a diferencia del resto de los indios que intentan vender desesperadamente sus mercancías a cambio de unas pocas rupias, él nunca pide dinero. Esto no significa que no la reciba. Los extranjeros agradecen sus servicios y su manera sutil de hacer negocios con generosas propinas. "Nunca le pido plata a nadie, la gente me paga por la felicidad que siente cuando termina el paseo", aclara.
Vikash decidió hacerse guía porque le interesaba conocer gente nueva e intercambiar ideas y conocimiento con ella. Todo lo que sabe sobre Varanasi y la India en general, su historia, su cultura y sus tradiciones, lo aprendió a través de los libros y tras haber viajado a distintas partes del país.
Si bien no asistió a la universidad, logró terminar los doce años de colegio y habla un inglés fluido y claro, un atributo que no es moneda corriente entre los indios y que aprendió gracias a su intercambio con extranjeros.
Con el dinero que recibe de su trabajo mantiene a su familia entera: padre, madre y tres hermanos: "Mi papá tiene 63 años, es grande, y no me gusta que tenga que trabajar". Su esfuerzo es enorme, ya que la demanda de turistas fluctúa y no siempre recibe ingresos, "de a momentos tengo clientes todos los días, pero en otros, no tengo trabajo durante meses". Sin embargo, él está tranquilo. Se lo toma como "parte de la vida, que a veces es buena y otras mala".
A Vikash le encanta filosofar sobre la vida y entre sus temas favoritos aparecen con frecuencia el amor y la verdad. "Me encanta decirle la verdad a todos", dice. Durante el paseo, comparte la anécdota de una turista taiwanesa que llegó a Varanasi y comenzó una relación con un indio, dueño de un hotel, el cual, después de un tiempo, le pidió un préstamo de 12 mil dólares que no tenía intención en devolver. Vikash se involucró en esta historia, se hizo amigo de la taiwanesa y logró que recuperara su dinero después de varios años. Cuando relató sobre la estafa, enfatizó una y otra vez sobre la gravedad del engaño y la mentira.
Respecto de la sociedad india, muy conservadora, remarca, por ejemplo, que el novio está constantemente en la mira del padre y los hermanos de la novia. Por eso, muchas veces, las parejas cruzan al otro lado del Ganges, una costa desolada donde no hay nada más que arena, para pasar tiempo solos. La alternativa de alojarse en alguno de los hoteles de Varanasi no es posible, porque en la India -enfatiza- no está permitido ceder una habitación a una pareja que no esté casada.
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