
Víctima de sucesivos asaltos, el restaurante Dolli decidió cerrar
No va más: la dueña del comercio dijo a La Nación que se cansó de que sus clientes estén inseguros; sufrió 18 robos en 18 meses.
Dolli Irigoyen dijo basta. Se hartó de las violentas irrupciones de jóvenes armados en su restaurante, de las amenazas a sus clientes y la angustia de sus empleados de vivir con pánico. En fin, de la inseguridad que la llevó a tomar la determinación de bajar definitivamente las persianas del conocido negocio que lleva su nombre, en Figueroa Alcorta y Tagle.
En menos de 18 meses, el restaurante Dolli fue asaltado tres veces. El 18 de julio último, cuando la desagradable experiencia se repetía, un policía que custodiaba la puerta fue acribillado al intentar detener a unos ladrones. El uniformado murió en el acto.
Dolida, la cocinera anunció que pasado mañana cerrará el local. Tomó la decisión hace un mes.
En aquella oportunidad los asaltantes redujeron al personal y a los clientes. Un señor que aparentemente no entendía qué era lo que ocurría fue golpeado en la cabeza con una barra metálica de un pie de hielera, le fracturaron un brazo y a su mujer, cuatro costillas.
"No cerré en ese momento porque tenía programada una quincena italiana -explicó-. Además, aproveché ese tiempo para que las 38 personas que trabajan acá pudieran reacomodarse en otros lugares."
El secretario general de la Presidencia, Alberto Kohan, cenó anteanoche con su familia en Dolli e intercambio unas palabras con su dueña.
"Le comenté que iba a cerrar por la inseguridad y me dijo que ése era un tema que le preocupaba y lo hablaba permanentemente con el Presidente", manifestó la propietaria del comercio.
El miedo de todos
Irigoyen hizo hincapié en la voluntad de la comisaría 51a. de prestar vigilancia a su restaurante, aunque admitió que luego de la muerte del policía que custodiaba su local, ninguno quería estar en la puerta.
Por eso, debió contratar personal de una empresa de seguridad privada al tiempo que la clientela disminuía por el temor de protagonizar un incidente similar. "El recepcionista renunció y una joven que acaba de ser mamá tuvo que tomarse una licencia por stress emocional".
A raíz de los asaltos, se lamentó, Irigoyen comenzó a ser conocida como la señora que fue continuamente robada y no por su trayectoria como cocinera.
Sin embargo, no se arrepiente de haber denunciado los asaltos: "Todos los restaurantes que sufren robos deberían denunciarlos, porque algunos no lo hacen por miedo a perder su clientela".
Cansada, Dolli aseguró que la decisión de cerrar es irreversible porque un restaurante no puede seguir trabajando cuando pone en riesgo a sus empleados y a sus clientes.