Coronavirus. Viajó en avión por primera vez para conocer a Djokovic, está varada hace dos meses en Estados Unidos, perdió el trabajo y solo le quedan 100 dólares
Era la primera vez que viajaba en avión. Solo durante la escuela primaria había cruzado la frontera de la provincia de Buenos Aires, por tierra, para el clásico viaje de egresados. Pero esto era distinto: viajó sola, en un vuelo de American Airlines, el 27 de febrero pasado, rumbo Los Ángeles, Estados Unidos. Indian Wells era el destino, una cita con el mejor tenis internacional, que debió empezar a jugarse el 12 de marzo último. Ella es la presidenta del club de fans de Novak Djokovic en la Argentina. El serbio, el mejor del mundo, le comparte fotos, videos y sonrisas. El plan era perfecto.
Tenía tiempo de sobra para conocer los secretos del desierto del oeste de Estados Unidos y abrazar a su ídolo. Se alojó en Encino, en la casa de Mirjana, una amiga serbia. Pero el mundo se dio vuelta y, a esta altura, ya no sabe cómo mantener los gastos diarios. Silvina Funes tiene 31 años y apenas 100 dólares. Es una de los 1800 argentinos que están varados en Estados Unidos. No conoció a Nole, lloró dos noches seguidas, perdió su trabajo y, a veces, sufre pesadillas. El nuevo coronavirus le hizo una doble falta a su destino. El torneo se canceló el 9 de marzo. Y comenzó su martirio.
Juntó el dinero durante todo un año. Vive en Berazategui, es estudiante de profesorado de inglés. Estaba trabajando en un colegio privado en Banfield, pero como no volvió el 24 de marzo –el día previsto del vuelo de regreso–, le avisaron que se canceló el vínculo. Tenía un contrato por un año, que debía renovarse. Trabajaba en el contra turno: las clases de inglés suelen empezar un par de semanas más tarde. El 25 debía reincorporarse; le dijo a su jefa que quería –que necesitaba– trabajar online, pero no hubo caso. No cobró un peso en todo el año. Vive a pulmón: solía tomarse dos trenes para llegar a la escuela, juntaba pesos, los cambiaba por dólares y soñaba con volar. Con darle un beso a Djokovic y decirle cuánto lo admira.
Le empezó a agradar cuando le ganó al francés Tsonga en la final del Abierto de Australia de 2008. Le gustaba cuando Nole hacía imitaciones, descontracturaba el circuito. Lo seguía por TV. "Para Roger Federer el tenis es un trabajo, en cambio Djokovic le dio otra onda al deporte. Demostró que se podía divertir, que no había que ser tan estricto", los compara Silvina por teléfono desde Encino, su refugio provisorio.
Ni la Embajada ni el Gobierno argentino nos dan ningún tipo de solución. Si no estás en una situación desesperante, a punto de morir, no te atienden
Con una amiga crearon el club de fans de Djokovic en la Argentina, hace diez años. Quería conseguir más información del serbio, algo que era difícil por esos tiempos, en los que todo los focos de la prensa apuntaban a Roger Federer y Rafael Nadal. Lo consiguió. Se hizo cada vez más grande el ida y vuelta. Hoy, su cuenta es una referencia mundial. En Facebook tiene 80.000 seguidores,en Instagram unos 60.000 y en Twitter, 35.000. Djokovic siempre les responde. Desde hace seis años, Silvina creó el "día del Nole fan", que es el 25 de abril: el serbio siempre les envía saludos. Hasta la web de la ATP publicó alguna vez sus ocurrencias.
Lo vio fugazmente en 2013, cuando Djokovic estuvo de paso en la Argentina. Ella le llevó al aeropuerto cientos de cartas escritas a mano de fanáticos de todo el país. Esto, lo de ahora, era otro asunto: iba a disfrutarlo en vivo y directo. Pero el clásico torneo Masters 1000 fue cancelado. Y cambió todo.
La angustia de no saber
Más allá de tener un hospedaje momentáneo, no tiene un centavo. Juntó el dinero del viaje durante largos meses y hoy solo le quedan… 100 dólares. "No los toco, es lo único que me queda. El vuelo de regreso, por Aerolíneas, sale unos 529 dólares. Puedo pasar la tarjeta de crédito, pero no sé cómo podría pagarlo después. Ni la Embajada ni el Gobierno argentino nos dan ningún tipo de solución. Si no estás en una situación desesperante, a punto de morir, no te atienden. Completé el formulario para la asistencia hace tres semanas, pero no tuve respuesta. Me dicen que vuele hacia Miami, que espere en el aeropuerto", cuenta Funes. ¿Vivir en el aeropuerto a ver qué pasa? Peor que una película.
Con su amiga serbia hablan en inglés. En los clubes de fans suele haber esa garantía: hay sitios disponibles donde dormir en varios puntos del mundo, como Inglaterra, Francia, Serbia, Hong Kong y Taiwán; al menos, en el caso de Djokovic. Pero Funes sueña con volver a dormir en casa.
American Airlines, cuenta, no le quiere reconocer el pasaje de vuelta, más allá de que hoy las fronteras de la Argentina están cerradas.
"No les estoy pidiendo dinero para subsistir, porque por ahora me banca mi amiga…, ella entiende la situación, pero el Gobierno de Serbia, por ejemplo, ya se llevó a los varados a su país, en cambio nuestra embajada…", se inquieta. Pasa los días esperando. Come poco, perdió el apetito. Cuenta que hay grupos de varados en Instagram: la mayoría de los argentinos está en Miami. "No sé cómo voy a volver. Los de la embajada me dicen que pida plata prestada a mis padres, pero hace años que no trabajan. Y mis tíos no están en blanco y si no trabajan, no cobran. No puedo pedirles plata, porque los dejaría sin comer. Y además, no sabría cómo devolverles. No pido que me dé nada el Estado, solo quiero volver con mi pasaje", pide, a la distancia. Si la amiga le soltara la mano, debería buscar calor en los refugios, donde brindan alojamiento y reparten comida.
Djokovic sabía que Silvina iba a estar en Estados Unidos. Se lo comunicó a Ulises, argentino y uno de los fisioterapeutas de su equipo de trabajo. "Él sabía el sacrificio que hice durante años, fue terrible cuando me dijeron que se canceló, fue un caos y entiendo que su prioridad no eran los fans. Y se fue rápido. Le mandé mensajes directos y nunca me los respondió. Pero yo entiendo… muchos fans me dijeron ¿cómo puede ser que no me atendiera? Lo comprendo, pero… me costó un montón y lloré dos días seguidos. Yo no era la prioridad", sostiene. El número uno del ranking mundial está haciendo la cuarentena en Marbella, con su familia.
Pide una ayuda por Facebook a sus seguidores. Una esperanza. Respeta el aislamiento, aunque sale a dar una vuelta detrás de las colinas, con máscaras y guantes, solo para ir de compras. No se cruza con nadie. A su amiga no le sobra el dinero: no sabe hasta cuándo puede sostenerla. "Me siento mal, están gastando plata por mí y yo sé que no puedo devolverle nada. Cuando no pueda mantenerme más, me voy a ir a un refugio. El Gobierno nos dice que si volvemos, somos un peligro. Entonces, yo pregunto: ¿por qué no tomaron la decisión antes, así ya estábamos todos en casa?", se pregunta.
Silvina siente que perdió antes de salir a jugar. Pero mantiene la fe: el tenis –y la vida– siempre dan revancha.
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