Viajero, juez y abuelo: quién era David Gernant, el turista de Estados Unidos que murió de malaria en el Hospital Fernández
El hombre de 80 años falleció en la ciudad de Buenos Aires tras presentar un cuadro de alta fiebre e hipoglucemia en Ushuaia; viajó por más de 15 países; presumen que se contagió en la India
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“Siempre fui afortunado”. Así se describía David Gernant, el turista de Estados Unidos que murió el domingo 7 de enero en la ciudad de Buenos Aires de malaria. Abogado, graduado con honores de la Universidad de Harvard, dedicó su vida a trabajar en los juzgados del estado de Oregón. Una vez retirado, emprendió un largo viaje por diferentes países y su última parada fue el fin del mundo: Ushuaia, en la provincia de Tierra del Fuego.
El hombre de 80 años comenzó a sentirse mal durante su estadía en la capital fueguina. Sufrió fiebre alta que no cedió con el pasar de las horas y por eso decidió viajar a la Ciudad de Buenos Aires para atenderse. Al llegar, fue trasladado al Hospital Fernández donde ingresó “en un grave estado de salud, con fiebre alta, fuerte anemia y un cuadro de hipoglucemia”, según informaron a LA NACION fuentes del Ministerio de Salud porteño y del propio hospital. Pese a la asistencia falleció en menos de una hora.
Los primeros estudios indicaron que la causa de la muerte fue malaria. Esto, sin embargo, quedó bajo análisis del instituto Malbrán, que determinará si efectivamente Gernant se había contagiado de esta enfermedad propagada por los mosquitos, pero que desde hace varios años se considera erradicada de la Argentina, con el certificado de la Organización Mundial de Salud.
Antes de llegar a territorio nacional, el hombre nacido en Kalamazoo, Michigan, pasó por países donde aún batallan contra la malaria como Etiopía, India y Turquía. Pero su travesía también lo había llevado a conocer Noruega, Dinamarca, Islas Feroe, Rumania, Colombia, Perú, Brasil, Taiwán, Zimbawue, México, Nueva Zelanda y China, según consta en sus publicaciones en redes sociales desde 2013. Según le adelantaron a LA NACION, el contagio podría haber sucedido en la India.
Gernant fue hijo de padres universitarios nacido el 4 de noviembre de 1943 en medio de la segunda Guerra Mundial. Un baby war (bebé de guerra). Ellos le inculcaron la dedicación al estudio, tanto a él como a sus hermanos. Estuvo casado. Tuvo dos hijos y llegó a ser abuelo. No obstante, a la edad de 32 años se enfrentó a una de las batallas personales más fuertes que tuvo que superar: cambiar su vida al reconocerse gay en la década de 1970.
“A los 29 años, y sin reconocer conscientemente que era gay, me casé con una mujer inteligente y bien educada”, dejó consignado en su autobiografía. “Sabía que quería ser padre, pero no estaba tan seguro de lo que significaba ser marido”, narró.
“A los 32 años y por primera vez en mi vida, conocí a alguien que me dijo que era gay. En realidad ya era un amigo cercano. Y, de hecho, acababa de salir públicamente del armario en la parroquia donde era vicerrector. Y de repente dijo: ‘¿Y tú?’ Y dije: ‘¿Qué hay de mí?’ Me ayudó durante el comienzo de mi salida del armario, un proceso que, como todos descubrimos, nunca termina”, detalló en el portal Out History.
Luego de “salir del armario”, también en un ambiente jurídico, que según mencionó, tenía grandes prejuicios, debió hacer terapia de pareja, pero siguió casado hasta que sus dos hijos llegaron a la universidad. “Ya no tenía sentido”, confesó. “Me convertí en el primer juez abiertamente gay en Oregón”, aseguró.
Se consideró siempre “afortunado” por el trabajo que eligió y que desempeñó como juez de primera instancia, en el condado de Multnomah, Oregón, durante casi 20 años donde se enfocó en ayudar a personas que exigían por igualdad de derechos ante la ley sin importar su orientación sexual.
Reconoció que a partir de los años 90 hubo mayor legislación, respeto y empatía con la comunidad gay en ese Estado, y que eso le permitió abrirse verdaderamente al mundo y expresar sus gustos. “Me siento afortunado. Me gusta ir a trabajar todos los días. Mis dos hijos están felices en su trabajo y con sus familias. Me aman y sus hijos están creciendo con al menos un abuelo increíblemente cariñoso”.
Más allá de su exitosa carrera, Gernant aseguraba que hubo un aspecto de su vida en el que no fue afortunado: el amor. “No he tenido (todavía) suerte en el amor, pero con mi salud creo que me quedan otros 40 buenos años por delante, ¡así que todavía hay tiempo!”, se lee en el final de aquella publicación difícil de encontrar en la internet.
En su única cuenta de redes sociales, una página de Facebook abierta en 2013, se dedicó desde ese momento a compartir postales de sus viajes alrededor del mundo. En todas las fotos se repite un patrón: son selfies (autofotos), siempre sonriendo a la cámara.
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