Viaje de la sencillez a la sofisticación
Los matices musicales de un compositor genial
Inspiradísimo melodista, generoso constructor de armonías que puso a disposición del rock, genio que supo robarle tiempos a un compás, como si hiciera pases de magia, sin que el oído común lo notara. Y tantas cosas más que se podrían decir de ese Luis Alberto Spinetta, que fue músico para músicos y simplemente artista para los oídos más comunes que saben de emociones, no de pentagramas. Porque "el Flaco" tuvo la virtud de hacer de la canción algo sofisticado y muy elaborado y de lo complejo algo muy simple y llano.
Ya desde "Muchacha ojos de papel" –sólo por nombrar uno de sus temas más conocidos–, Spinetta definió una personalidad musical que lo acompañaría durante toda su carrera, que fue madurando y que se fue adaptando a las épocas. Porque esa candidez plasmada en la estética folk de "Muchacha..." quizás en los 90 se llamó "Seguir viviendo sin tu amor", de gran lirismo melódico, pero con otra información y otra sonoridad.
Los que disfrutamos de esos genios que se destacan no por inventar acordes raros, sino por saber utilizarlos con buen gusto, sabemos que Spinetta se lleva todos los premios. Se podrían hacer sesudos análisis de sus diseños armónicos, de la polimetría que ha utilizado en algunas canciones, así como los académicos, durante más de un siglo, analizaron el primer acorde de Tristán e Isolda, de Wagner.
Pero también se puede recordar una escena de hace seis años atrás, en el Teatro Colón, cuando algunos músicos de la Orquesta Académica, al final de un concierto con canciones de Spinetta, ahí mismo, sobre el escenario, sacaron sus cámaras para tomarle fotos a este ídolo de la música popular, enriquecedor profundo de nuestro cancionero, que ese día quedaba abrazado por un organismo sinfónico.
Esta es apenas una anécdota de un músico que por sobre todo ha rockeado como pocos –desde Pescado Rabioso a Los Socios del Desierto– y que también atravesó la estética folk con Almendra, la sofisticación con Invisible y Jade, la música de máquinas, en los 80, con discos como Privé y Tester de violencia, las pinceladas de melancolía de la música ciudadana ("Laura va", "Resumen porteño" o su versión tan singular del tango "Grisel") y la folklórica, con temas como "Barro tal vez".
Siempre, la simplicidad y la sofisticación han convivido armoniosamente en la obra de este compositor genial.
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