Viaje a la profundidad de las pesadillas: por qué se producen y cómo es el tratamiento para volver a dormir sin interrupciones
La normalización de este problema por parte de las personas que lo sufren dificulta el estudio de su prevalencia; “tenés miedo a irte a la cama, estás angustiada todo el tiempo”, describe una paciente
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MADRID.– Las pesadillas son algo normal y esporádico en la mayoría de los casos. Sin embargo, en una minoría de personas suponen un problema para su día a día. Alrededor del 4% de la población adulta en el mundo sufre este tipo de trastorno, según un artículo publicado en 2022 en la revista Current Biology. Los pacientes que lo padecen tienen sueños angustiosos y desagradables con mucha frecuencia, hasta el punto de que les llega a afectar en su vida diaria. “Tienes miedo a irte a la cama, es muy desagradable, estás angustiado todo el tiempo”, cuenta Belén Agüí, que lo sufre desde hace tres años.
Se conoce muy poco sobre este trastorno y las propias cifras de incidencia tienen un abanico muy amplio. Una investigación de 2019 publicada en la revista Journal of Sleep Research afirmaba que entre el 16% y el 67% de los pacientes psiquiátricos adultos presentaba este problema. Para Ana Fernández, coordinadora del Grupo de Estudio del Sueño de la Sociedad Española de Neurología (SEN), el estudio de su incidencia es difícil porque la gente que lo sufre suele normalizarlo, lo que hace que esté infradiagnosticado. Lo que sí tiene claro es que afecta más a las mujeres que a los hombres. “Es difícil para determinadas enfermedades del sueño, que son poco prevalentes, tener realmente los datos más numéricos”, dice la neuróloga.
Aunque, según Fernández, no hay consenso sobre cuántas veces tiene que ocurrir o cada cuanto tiempo para diagnosticarlo, la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) define la frecuencia de esta patología entre una a la semana y una al día.
Las pesadillas de Agüí comenzaron con la pandemia de Covid-19. Desde marzo hasta junio de 2020 las sufría casi todos los días, pero creyó que se debía a la tensión y “la vorágine de emociones” del momento y no le dio importancia. “Pensé que tendría que estar más nerviosa, más preocupada, de lo que a mí me parecía durante el día”, dice. Aunque ese mismo verano se redujo mucho la frecuencia y esos malos sueños se volvieron más esporádicos, continuaban apareciendo.
La madrileña tuvo que empezar a controlar y a restringir los temas de los que hablaba, las películas y series que veía y, a la larga, tuvo que dejar de ir a cine. Todo porque sabía que cualquier cosa que pudiera alterarla se convertiría en una pesadilla que acabaría quitándole el sueño unas horas más tarde: “Tienes que estar todo el tiempo vigilante. Restringes tu vida”.
Normalizaba lo que le ocurría hasta que el pasado otoño aumentó la frecuencia de estos sueños tan desagradables. Comenzó a sufrirlos a diario y sin ningún motivo aparente, sin que viera o hablara de nada que pudiera perturbarle. Fue entonces cuando comenzó a mirar en internet, comprobó que lo que le pasaba no era algo normal y acudió al Instituto del Sueño de Madrid (IIS).
Efectos
Algunas consecuencias del trastorno de pesadillas son cansancio, fatiga, irritabilidad, baja concentración, síntomas depresivos y ansiedad. Todo provocado por el agotamiento que produce la interrupción del sueño y por el impacto emocional que pueden tener los sueños en el paciente, explica Alba García, médica general especialista en sueño en el IIS.
García y Francisco Segarra, experto en medicina del sueño de la Unidad de Gestión del Descanso del centro Olympia, exponen que ese contenido puede girar en torno a situaciones de supervivencia en las que esa persona ve su integridad física, o la de un ser querido, en peligro. Por ejemplo, tratan sobre agresiones físicas, persecuciones, sensación de asfixia o asesinatos. En el caso de Agüí, sus pesadillas suelen ser sobre las cosas que le ocurren durante el día, buenas o malas, aunque a veces esos malos sueños son completamente aleatorios. “Soñé que mi madre moría y a raíz de eso yo me peleaba con mis hermanos”, relata.
Este trastorno puede aparecer de manera idiopática (sin causa aparente); como consecuencia de otras patologías, como la apnea del sueño o el trastorno de estrés postraumático (TEPT); por el consumo de ciertos fármacos (como algunos antihipertensivos y antidepresivos) y el de algunos tipos de sustancias, así como su abstinencia. También puede deberse a causas psicológicas como el estrés, la depresión o la ansiedad. Esta última aparece en los momentos previos en que el paciente se vaya a la cama porque sabe lo que le espera, lo que hace que se duerma pensando en las pesadillas y que sea más probable que ocurran.
Cómo actuar
Lo primero es identificar el motivo, porque si se debe a alguna de las cuestiones mencionadas, al solucionarla también desaparecerán las pesadillas. Para averiguarlo, se realiza una entrevista clínica al paciente en la que se le pregunta por su historial clínico, los medicamentos que toma, sus hábitos de sueño y el contenido de las pesadillas. Después se le hace un estudio de sueño: “Vamos descartando hasta que averiguamos si hay una causa subyacente o el trastorno es idiopático”, cuenta la médica del IIS. Ana Fernández, de la SEN, añade que también conviene tener una valoración psiquiátrica del paciente.
Agüí cuenta que, para tratar las pesadillas, comenzó tomando unas gotas que se utilizan para ayudar a dormir a personas con ansiedad. Al principio le funcionó y estos sueños comenzaron a desaparecer, pero no funcionó del todo y cuando el médico le dijo que le cambiaría el tratamiento, ella decidió que no quería tomar más fármacos. Fue entonces cuando empezó la terapia cognitivo conductual, también con un psicólogo del IIS.
Trabajan principalmente en reforzar y personalizar unos hábitos de sueño adecuados y reducir la ansiedad. También se emplean técnicas de exposición en imaginación (imaginar de la forma más real posible el contenido de la pesadilla) y se combina con relajación, cuenta García. La decisión de usar esta terapia no fue específicamente por las pesadillas, sino por el insomnio que desarrolló a raíz de este trastorno. Aun así, la madrileña asegura que se han reducido notablemente la frecuencia y la intensidad de sus malos sueños. “Ahora las tengo una o dos veces por semana y ya no son tan horribles”, manifiesta.
Cuando el contenido de las pesadillas es recurrente, como ocurre en el caso de los pacientes con TEPT, se suele utilizar la terapia de ensayo en imaginación. El paciente la describe con el mayor detalle posible y trabaja con su terapeuta para reescribirla y darle un final asociado a emociones positivas.
Hay algunos fármacos que pueden ayudar, entre ellos ciertos antidepresivos que inciden en la fase REM, momento en el que se producen la mayoría de los sueños, y la reducen. Si se acorta, hay más posibilidades de que las pesadillas disminuyan y dejen de atormentar al paciente, explica Celia García, neuróloga experta en medicina del sueño del Centro Integral de Sueño y Neurociencias.
Sin embargo, el experto en sueño Francisco Segarra reconoce que la vía farmacológica todavía está muy verde. Aunque se están probando medicamentos que pueden contribuir a mejorar el pronóstico, todavía no hay “un nivel de evidencia suficiente”, cuenta.
Por Inés Sánchez-Manjavacas Castaño
©EL PAÍS, SL
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