Viaje a la nostalgia: la serie de libros que todos querían leer en los ochenta y que anticipó una conducta digital
Elige tu propia aventura nació en 1979 en los Estados Unidos, y en la Argentina, los primeros libros de la saga se publicaron en 1984; para los coleccionistas, son precursores de la cultura del link
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Para la niñez de los ochenta, Elige tu propia aventura fue irrumpir en las letras como lectores interactivos, con un ímpetu desconocido hasta 1984, cuando llegó al país el primer título traducido de Edward Packard. Cada adolescente que lo tuvo entre manos se sintió un poco autor. La primera colección, de Editorial Atlántida, ofrecía historias discontinuas que retomaban –sin conocimiento recíproco– la tradición hipertextual de Rayuela, de Julio Cortázar, de 1963.
Elige… fue una conocida y reconocida iniciación a la lectura para chicos de 8 a 13 años. Al pie de la página se daba opción a seguirla en dos direcciones insinuadas, a veces pistas falsas, casi siempre finales infelices. Ayer y hoy –en una reciente edición de Editorial Artemisa- prima la trama fantástica. “Eres un científico que investiga algo que tal vez solo sea un mito”. Elige… fue episódica y física en su narración; prefiguró demasiadas cosas, desde el linkeo de la era web al videojuego moderno, pero también se afirmó en el tono y la dinámica por entregas y la interpelación para identificarse con una serie de televisión.
Cuenta Diego Paris, coleccionista y coautor del sitio Mégara, ciudad de libros –junto a Sandra Patricia Rey– que su primer Elige… pudo haber sido El misterio de la casa de piedra, que lo llevó a emocionarse ante “una narrativa hipertextual que deriva del concepto de ‘hipervínculo’, del mundo de los sistemas informáticos, que permite saltar de un punto a otro de acuerdo a elecciones que se van tomando”.
Pablo G. Freire –cuentista y comunicador audiovisual– analizó el fenómeno Elige…: “Poder de decisión; ese es el elemento que relaciona a la serie de títulos de la colección Elige tu propia aventura con los juegos tradicionales, el rol, los videojuegos, las escape rooms e incluso el teatro. A través de las ramificaciones de la historia es posible explorar diferentes perspectivas sobre un mismo evento, pero también premiar o castigar activamente a las decisiones del lector”.
Idea e hito
El fenómeno Elige… nace en 1979. La idea original fue de uno de los escritores de la serie de títulos, que hoy es venerado como ícono de culto por el fandom: Edward Packard, el autor de El misterio del escudo escocés y La caverna del tiempo. Muchos lectores coinciden en que es uno de los dos nombres, junto con R.A. Montgomery –el escritor de Abominable hombre de las nieves–, que mejor han sabido desplegar uno de los puntos fuertes de Elige…: el factor vivencial.
Packard sigue dando cátedra del secreto de triunfar en cualquier área: la persistencia. Nueve editoriales le rechazaron el primer título de su autoría, de Elige…, hasta que asociado a Montgomery lo financiaron y vendieron 9000 ejemplares de un tirón. Títulos como Perdido en el Amazonas o El tesoro secreto del Tíbet siguen resonando aún hoy para las infancias ochentosas que protagonizaron tantos pasajes a la lengua escrita a través de esta colección, que ningún librero llegó a cuantificar.
“Tú eres un detective; elige entre 35 finales”, promete todavía un título de Elige… desde la portada. Para Paris, “las bifurcaciones están bastante bien atendidas, según la lógica del relato. No cae en tramas que no tengan sentido. Está bien organizado”. “Tengo cerca de 30 ejemplares en mi poder. La primera vez que se dejó de editar fue a mediados de los ‘90″, afirma Paris.
Liliana Graciela Romano, librera de ML Libros, en avda. Rivadavia y Matheu, recuerda que originalmente a Elige… lo lanzó en la Argentina, en 1984, Editorial Atlántida, y que luego fue discontinuado hasta que en 2015 lo relanzó Editorial Artemisa, la misma que lo tiene hoy en su catálogo. “Antes era de tapa dura; hoy es semiflexible. La calidad del papel es la misma. Tiene un tamaño más pequeño. Los chicos siguen leyéndolo porque es una literatura muy dinámica”.
De los cuatro hijos de Liliana Romano, “tres son hiperlectores. No les gusta leer en Internet. Todo lo quieren leer en papel. Actualmente, no hay una baja de lectores, pero sí una baja de la calidad económica de la compra. Está bastante difícil. No puedo ofrecer financiación. Pero tengo libros descatalogados (como pudo ser el caso de Elige… durante unos 20 años, no hoy)”, concluye la librera de un espacio clásico de la Balvanera libresca, a metros de la Plaza Miserere.
Ciencia ficción
Esta especie de hipertexto analógico ofrece la función de enlace a través de mensajes que, a pie de página, instan a saltar de una página a otra en función de decisiones que producen consecuencias de vida o muerte del personaje.
Era 1984 y la crítica literaria argentina anunciaba un suceso literario que estaba capturando para el lado de la lectura a adolescentes reticentes en los Estados Unidos y España, donde se expandió en unas estridentes portadas rojas de la edición de bolsillo. “Ellos tuvieron unos 90 títulos del total norteamericano de más de 140; nosotros unos 70″, revela Paris.
Daniel Ochoa vio nacer y crecer a Elige… desde su local histórico de Obel Libros, a metros del Obelisco. Desde sus primeros tiempos fue el libro de literatura infantojuvenil que más se expidió en la tienda, aun cuando estaba discontinuado y llegaba igual, y se pedía y traspasaba de generación a generación. Se acredita el mérito, dice, de ser una de las pocas librerías de avda. Corrientes que no interrumpió la oferta de sus títulos en toda su existencia comercial. “El principal comprador es el abuelo, ya ni te digo el padre, que lo compra para el nieto porque a él le gustaba la colección”, identifica Ochoa.
Niñez de los 80, y Elige… a sus pies, colección popular y culta, retomando tradiciones hipertextuales que van de Las ciudades invisibles, de Ítalo Calvino, a los Cien mil millones de poemas, de Raymond Queneau; y de ahí a Jorge Luis Borges y a Rayuela, todos allí para configurar la genealogía del hipervínculo analógico, en la que Elige tu propia aventura fue y sigue siendo un ícono pop. Quedó sellado en las imágenes de un tiempo que hoy está de moda y se expande en las pantallas y novelas; brilla como un póster chispeante de tono liviano y muy visual; sus míticas tapas duras blancas enmarcadas son un presente perpetuo que sobrevive a la renovación tecnológica y da prueba de eficacia a través del tiempo.
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