Viaje a la libertad: el complejo traslado de cuatro tigres que vivieron 15 años en un vagón de tren a un santuario
Partieron hoy desde Ezeiza hacia un refugio en Sudáfrica; los animales estuvieron encerrados en un campo en San Luis luego de ser abandonados por un circo
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En el vuelo de la línea KLM, que partió hoy desde el aeropuerto de Ezeiza y que se dirige a Sudáfrica, viajan cuatro tigres de bengala que durante 15 años estuvieron encerrados en un vagón de 75 metros cuadrados en un campo en San Luis. En la bodega del avión, los animales están en cajas de hierro de 300 kilos cada una. Al llegar a Johannesburgo, serán trasladados al Santuario Lionsrock, a dos horas de esa capital y que administra la ONG internacional Four Paws. El viaje durará aproximadamente 20 horas, y tendrá una escala de cuatro en Ámsterdam.
Además de que en Ezeiza, los cuatro ejemplares, padres e hijos, tuvieron chequeos veterinarios, se repetirán tanto en la escala como en el destino final. En Johannesburgo, un camión, luego de cuatro horas de viaje aproximadamente, depositará las cajas en Lionsrock, un espacio de 2500 metros cuadrados de pastizales y agua, acondicionado para la primera etapa de adaptación en su nueva vida.
Todo comenzó hace 15 años en la localidad de Justo Daract, en Villa Mercedes, San Luis, cuando los dos tigres más adultos, un macho y una hembra, fueron abandonados por un circo ambulante que nunca regresó a buscarlos. Desde entonces, vivieron encerrados en un vagón de tren y eran alimentados por un puestero. Con el transcurso de los años, la pareja se reprodujo y tuvo dos hijos.
“Necesitan un nuevo territorio para acomodarse y convertirse en tigres normales, pero algunos de ellos tardan mucho en hacerlo. Todo depende de cuán extenso haya sido el trauma”, explica el veterinario egipcio y jefe de la misión, Amir Khalil.
El impacto del viaje
Pero el largo viaje camino hacia la libertad, empezó anoche cuando luego de romper las rejas del vagón, las cuatro cajas fueron cargadas, mediante una grúa, en un camión que las transportó desde Villa Mercedes hasta Ezeiza. “Mediante una grúa se fueron bajando una por una, en una complicadísima operación y se colocaron de manera que cada una estuviera en el campo de visión de quienes estaban acostumbrados a compartir el espacio. La pareja de machos adultos fueron separados y se colocaron a la madre (Mafalda) con un macho y al padre, con el otro”, señala Luciana D’Abramo, directiva de Four Paws. Desde hace seis semanas, que el equipo de la organización, con santuarios en distintos lugares del mundo, entrena y prepara todos los detalles para este complejísimo traslado.
“Nunca habían salido de esa jaula. Se les daba de comer una vez a la semana y eran los desechos de las carneadas de las vacas: hígado, corazón y pulmón. Y jamás habían establecido ningún tipo de vínculo con humano alguno. Son tigres muy afectados por el encierro”, advierte. Y agrega: “La primera en confiar en nuestro equipo, fue la hembra, Mafalda. Si llegábamos un poco después, quizás ya no estábamos a tiempo de salvarlos, porque se estaban empezando a invertir los roles. Se estaba llegando al punto en que las crías, por dominación, matan al padre o a la madre, porque los tigres jóvenes empiezan a tener dominación sobre los padres viejos. Además, el macho adulto está algo ciego y con las patas en malas condiciones”.
Desde el primer contacto en noviembre pasado, el equipo de Four Paws trabajó incansablemente, junto con la provincia de San Luis y la proteccionista neerlandesa Natasja de Winter, para lograr que los tigres sean trasladados. “Fueron todos muy colaborativos y Fauna San Luis nos abrió todas las puertas. Tuvimos demoras y problemas técnicos, mas los feriados de Carnaval, los incendios de Corrientes, y la complejidad de los hisopados que se le hicieron a los animales. Había que validarlos mediante un veterinario local y tuvimos la suerte y la buena disposición además de un laboratorio local que hizo los tests. Hubo momentos de muchísima ansiedad, porque cada vez que no se puede cumplir con lo estipulado, se mueve una parte del plan y se cae el dominó. Durante el viaje tendrán agua y comida y dos espacios más que se podrán rellenar”, explica D’Abramo.
Desde la partida de San Luis hasta el momento en que las cajas se abrirán para liberarlos en el santuario habrán pasado 50 horas y quince años de infierno. Quince años de infierno, que pasaron, cada uno, en 75 metros cuadrados, deambulando entre excrementos. Ni siquiera era un espacio suficiente para que puedan acomodarse, sobre todo en condiciones climáticas extremas, como el calor y la humedad. A esto, hay que sumarle el hecho de haber tenido una alimentación deficiente. “Una de los momentos mas impresionantes cuando llegamos fue el olor que había debido a las gruesas capas de excrementos sobre las que estaban y, que también era consecuencia del mal funcionamiento de los riñones, producto de la deficiente alimentación. Pudimos limpiar esa capa y al cambiarles la alimentación, todo mejoró”, cuenta D’Abramo, que es argentina y está radicada en Austria hace dos años.
Ahora solo cabe esperar esas veinte horas de viaje hacia Sudáfrica que todavía separan a los cuatro tigres de la vida que algún día les fue arrancada para el entretenimiento humano.
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