En 1964 el escritor norteamericano Gay Talese describió, en una serie de crónicas, el trabajo de los obreros que tendieron el puente Verrazano-Narrows que unió Brooklyn y Staten Island, en Nueva York. Sujetados a las estructuras a varios metros de altura aquellos hombres desafiaban la muerte durante la jornada laboral y luego olvidaban el riesgo en la barra de un bar de mala muerte.
Aquellas imágenes narradas por Talese, que luego fueron recopiladas en el libro El Puente, se reflejan hoy en Barrancas de Belgrano, varias décadas después, con mayores elementos de seguridad y en una dimensión menor: allí se construye una estación flotante del viaducto del tren Mitre, ramal Tigre, que desde abril correrá en altura a lo largo de 3,9 kilómetros.
Los operarios se distribuyen colgados en una estructura metálica en forma de semicírculo elevada a metros de la avenida Virrey Vértiz, entre Juramento y Sucre, que ya empezó a cambiar radicalmente la imagen del barrio. Hay varios grupos. Unos esperan los tramos de acero que suben con una grúa para unirlos al techo del futuro andén; otros aseguran los arcos en la base de hormigón y el resto va colocando paneles, de vidrio en los laterales y de material acústico en lo alto. Todo ese movimiento ocurre a entre 20 y 50 metros del suelo. En la superficie, donde se mueve el resto de la gente, circulan otras grúas, máquinas retroexcavadoras y más obreros.
La obra significará una mejora en la movilidad de 100.000 pasajeros diarios que utilizan la línea Mitre, entre Retiro y Tigre, y también de los automovilistas. Pero, además, modificará el paisaje de ese rincón porteño no solo por las estructuras de hormigón plantadas para colocar allí las vías, sino también por la nueva estación elevada Belgrano C y cómo irrumpe en la altura, mezclándose entre los edificios del barrio. En la estación Lisandro de la Torre, en Palermo, se está construyendo otra parada similar, aunque los trabajos no están tan avanzados.
El viaducto del tren Mitre se extenderá entre las avenidas Dorrego y Congreso, a una altura promedio de 4,5 metros. En todo el trayecto permitirá eliminar ocho barreras, en los cruces de Olleros, La Pampa, Sucre, Juramento, Mendoza, Olazábal, Blanco Encalada y Monroe. Además inlcuirá la apertura de cuatro calles que estaban cerradas: Echeverría, Roosevelt, José Hernández y Virrey del Pino.
Inauguración en etapas
Según lo anunciado por los gobiernos de la Nación y de la Ciudad la inauguración del viaducto será a fines de abril. En ese momento también abrirá la estación Belgrano C; Lisandro de la Torre deberá esperar dos meses más. Mientras tanto, el obrador de la zona de Barrancas seguirá siendo un estorbo para la gente y los colectivos amontonados en el entorno, especialmente de las líneas 64, 55 y 118.
Los peatones que se mueven por allí deben hacer un raid para cruzar por Sucre, aunque por Juramento pueden hacerlo fácilmente. Sin embargo, ni los obstáculos ni la estación flotante parecen romper la burbuja en la que camina cada uno, con total indiferencia hacia los arcos de metal. Entre los comerciantes, en cambio, se escuchan algunas quejas.
La estructura es imponente y fue creciendo en los últimos meses con la colocación de las bases de hormigón, las dovelas (los segmentos que forman una viga) y los arcos de metal que se ven hoy. A los costados asoman varias escaleras que deberán utilizar los usuarios para acceder al andén de 210 metros de longitud. Las mecánicas están tapadas con lonas; por las otras suben y bajan los obreros que trabajan sobre los rieles. En los próximos días comenzarán a colocar el balasto y los durmientes, para luego darle paso a las vías.
La actividad es intensa, aunque nada comparada con los momentos de mayor actividad. La obra empezó en junio pasado y empleó a más de 700 personas. Hubo turnos constantes todos los días de la semana, con horarios rotativos de 60 obreros que trabajaron incluso de madrugada. Las empresas constructoras Roggio- Chediack se encargaron de la mayor parte del proyecto y en esta etapa final entrarán en juego otras empresas contratistas para hacer el trabajo más fino.
El mes pasado se terminaron de colocar las vigas. Cada una de ellas está formada por 12 dovelas que se elevaban con una máquina de 40 toneladas traía especialmente desde Italia llamada viga lanzadora. Fue la primera vez que se usó un artefacto de este tipo en Buenos Aires.
El presupuesto destinado por el Ministerio de Transporte de la Nación para este proyecto fue de $2050 millones, con el objetivo de facilitar la circulación de autos y peatones. Además, se prevé aumentar la velocidad de los trenes con lo que se reducirán los tiempos de viaje: hoy las formaciones circulan a 60 kilómetros por hora y podrán hacerlo a entre 90 y 120 km/h. Debajo del viaducto habrá comercios, oficinas públicas y espacios verdes.
Desde el 2 de febrero, el servicio de este ramal está reducido entre las estaciones Núñez y Tigre por lo que no alcanza a Retiro. Así continuará por lo menos hasta que se inaugure el viaducto, el último día de abril. También será una constante la presencia de agentes de tránsito que continuarán en las Barrancas de Belgrano para agilizar la circulación. A la espera de que se abran nuevos pasos vehiculares y se supriman las barreras que causaban tantos transtornos.
Menos gente, menos ventas
En medio de la crisis económica, los comerciantes reinventan estrategias para evitar que la obra acentúe las consecuencias del declive en el consumo en general. Graciela, empleada de "Luna Clara", un comercio de vestimenta femenina lamenta: "¿Como vamos a vender si no hay gente caminando?", dice desde su local vacío. "¡Es un desastre, no vendemos nada!". Abrió hace más de dos horas y todavía no entró ningún cliente.
Oscar mira la obra mientras pone el precio en sus productos de origen chino en el local "Suerte", en la esquina de las calles Juramento y Arribeños. "No se vende", confiesa. Son las 11 de la mañana y recién abre su local. Por debajo del arco que inaugura el Barrio Chino, circulan pocas personas.
"Nosotros sobrevivimos porque tenemos clientes fijos, empresas y despachos, pero perdimos la clientela minorista del día a día", explica Alejandro, encargado en Colombraro, una casa de venta de productos de plástico.
Entre los más afectados, se encuentran los locales gastronómicos que perdieron la clientela diaria de los pasajeros del tren. "Antes el que tenía que viajar frenaba a comer o se compraba un café para llevar", relata Alejandra, de "Coffe Town", una cafeteria sobre la calle Juramento.
José, encargado de la Confitería San Rafael concuerda sobre la caída de las ventas pero defiende el proyecto. "Si, hay menos gente, pero es un progreso enorme y hay que aguantar el ruido y la obra", dice mientras cobra a un cliente. Ana, empleada del "Maxi Kiosko Smile" afirma: "Es increíble la obra, yo creo que va a quedar muy bien. Ahora si es verdad que hay menos gente pero es un tiempo hasta que se termine, después la gente va a volver a transitar".
Convivir con los ruidos
Alejandro, portero de uno de los edificio que da al cruce de vías sobre la calle Juramento al 1723, dice: "Todos los días tengo que baldear y limpiar", mientras mira como los camiones levantan la tierra debajo de las vías aunque asegura que el ruido no es algo nuevo. Antes, el tren y el tráfico constante también afectaban la zona.
"Anoche llamé dos veces a la policía por los ruidos de las maquinas", agrega Eddie, también portero de un edificio cercano, sobre Juramento 1694. "Es imposible dormir", afirma. Los obreros trabajan desde la 1 de la mañana hasta las seis de la tarde para terminar a tiempo el viaducto."Por lo menos hacen algo, ya era hora", opina una vecina del tercer piso del edificio, cuya ventana tiene vista directa al viaducto. "La obra es muy molesta pero era necesaria", afirma.
Con la colaboración de Carmela Braconi