Verónica Brunati: “Mis hijos y yo no somos víctimas, vivimos una tragedia”
Ella lo deja claro, el periodismo ha sido su balsa para superar la tristeza, la angustia y la impotencia. Ha sido el sostén que la ayudó a seguir viviendo. “Muchos pensarán que debí de haber dicho que lo eran mis hijos, pero no. Mis hijos son mi obligación, necesito continuar siempre por ellos”. Ella es Verónica Brunati, una mujer de 40 años, que no podía permitirse hacer un largo duelo porque se lo debía a Agustín y Lucía, sus dos hijos de 7 y 6 años respectivamente.
Porque aquella madrugada del 9 de julio de 2014, su vida cambió por completo, la de ella y la de toda su familia. Era un día caluroso en San Pablo, Brasil, y el periodista deportivo Jorge ‘Topo’ López cubría el Mundial de fútbol para varios medios argentinos, mientras Verónica, su mujer, hacía lo propio con Marca, un diario deportivo español. Inesperadamente un accidente absurdo sucedió: un auto, con delincuentes que escapaban de la policía, embistió a otro auto y acabó con la vida del ‘Topo’ que viajaba en él. A partir de ahí, el destino de Verónica dio un giro completo, sus cartas volvieron a ser tiradas y enfrentó forzosamente el nuevo desafío de empezar una vida de familia sola con sus dos hijos. Justo ese 9 de julio, el día de cumple años de Agustín, su hijo mayor.
Verónica debía tomar decisiones rápidas, precisas y claras. “Un amigo, Toti Pasman, me agarró la cabeza con todo el amor del mundo y llorando me grito: ‘Te vas a buscar a los chicos, yo me ocupo del Topo’. Se lo agradeceré toda la vida porque me hizo reaccionar”. Luego, Brunati llamó a su amiga psicóloga Mercedes Velán para que le aconsejara cómo comunicarle la noticia a sus hijos. “Deciles la verdad, sin detalles del accidente. Siempre la verdad”, sugirió. La tercera decisión fue pagar con todos sus ahorros lo que restaba de gastos de hotel, juntar la ropa de su marido y volver a Buenos Aires con el corazón y la vida deshechos.
La periodista afrontó dos Copa América con sus hijos. Primero fue la de Chile, en la que revivió muchas costumbres del fatídico Mundial, y el año pasado fue Estados Unidos, con distancias gigantes. Muchas veces llegó a los entrenamientos con los dos pequeños. Lucía es de Boca y Agustín de River. La mayoría de su trabajo lo resuelve a la noche. Sus días son largos e intensos, tiene cinco trabajos. Pero aún así asegura: “Me siento una privilegiada por hacer lo que me gusta. A Jorge no le hubiese gustado que dejara el periodismo”.
Y todavía viaja mucho, le toca desplazarse constantemente de un lugar a otro pero cada vez que tiene que emprender el viaje hacia un nuevo destino siente miedo de que le pase lo mismo que al ‘Topo’. “Es un nivel de sufrimiento cada vez que me expongo a una cobertura en otro lugar. Sólo mi madre sabe lo que paso en esos momentos”, sentencia.
Después del luto
Hace muy poco Verónica empezó a repensarse como mujer. “Me veía en el espejo y llevaba el luto bajo la piel. Me arreglé, fui a la peluquería. Tuve mi primer encuentro con un hombre y volví a sentirme viva. ¿Cómo es tener sexo con otro después de diez años de relación con tu pareja? Es raro. Diferente. Confuso. La primera vez lloré mucho. Pero necesitaba que me abrazaran, necesitaba sentirme deseada por alguien. También volví a sentirme despreciada”. Porque aunque parezca un exabrupto Verónica está casi segura de que los hombres se ‘asustan’ porque ella se muestra ‘autosuficiente’.
Aparte está el tema de charlar esta situación con Agustín y Lucía. Por ahí se puede pensar que les causa algún tipo de intranquilidad, pero no. Y se lo han esbozado. Tanto así que ella misma se sorprende: “Me han hecho saber que requieren una figura masculina que los contenga. Me preguntan cuándo voy a tener un novio, aunque no sea papá”.
Verónica se hizo fuerte en la comprensión. Aprendió a dosificar el llanto. Lloraba de a ratos... en el baño, en el colectivo, en la espera de la oficina de los abogados. Sus hijos le pidieron matar a los asesinos de su marido y les dijo: “Nosotros buscamos justicia, no venganza. Mamá hará lo que pueda”. Y en respuesta a por qué no apeló a la irrisoria condena que le dieron a los culpables directos de la muerte del ‘Topo’, se sincera y dice que tuvo la tentación de mantenerse la vida en un eterno reclamo pero que “es un lugar muy tóxico” y se fue despegando para “no condenarse psicológicamente”. “Mis hijos y yo no somos víctimas, vivimos una tragedia”, ultima… sin dar lugar a agregar nada más. Tema aparte es el juicio contra el estado de San Pablo. La demanda se presentará a finales de este mes.
Verónica es una mujer que vivió una situación traumática. Quebró económicamente, tuvo que auto conocerse, reacomodarse, armar nuevos vínculos, crear situaciones sanas, invertir, emprender, viajar, tocar nuevas puertas, redefinir su carrera, empezar a ser su propia empresa. Pero aún así no deja de ver el lado positivo de las cosas.
“Siento que mi historia personal asusta. Deseo que dejen de mirarme como carnero degollado. Será cuestión de tiempo. Soy una mujer que vivió una tragedia pero quiero seguir viviendo y disfrutando la vida. ¿Tengo miedo? No. Hoy no tengo miedo a nada. Acepto el devenir de la vida con naturalidad. Dejándome entusiasmar por lo nuevo. Seleccionado a la gente que me rodea. Es sorprendente pero es mucha. Descarto todo lo que me hace perder el tiempo, porque mi tiempo es importante y también el de mis hijos. Vivo la vida como una aventura, pero yo llevo el volante. Y lo digo porque hasta aprendí a manejar. ¡Y a bailar en fitbarre! Atrás vienen mis hijos que un día escribirán su propia historia”, concluye.
En la vida buscamos maestros, transcurrimos cerrando capítulos y creando otros nuevos. Esa misma vida es una experta, sabia, erudita en “enseñar a aprender ser y conocer que la vida es también dejar morir”, como dice Verónica.
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