La zona gris del cigarrillo electrónico: está prohibido, pero igual se vende en el país
En la Argentina está prohibido desde 2011, pero se consigue libremente en múltiples negocios; el vaping se hace argentino de la mano del contrabando y de la discusión sobre su toxicidad comparada con el tabaco tradicional
Los menores de 30 años no lo saben por que no lo han vivido nunca. Hubo un pasado en el que se podía fumar en los bares, en el cine, en el colectivo, en la facultad y por supuesto en los aviones, el colmo de lo inverosímil para la gente joven. Últimamente, el cigarrillo electrónico fabricó un flashback social y cultural, y el humo volvió a verse allí donde había logrado desaparecer. Sí, incluso en los aviones. Claro que es vapor, no humo de la combustión del tabaco, lo que cambió todas las reglas en cuanto a hábitos culturales y sociales.
Sin embargo el espacio del e-cig (como se conoce al cigarrillo electrónico) está lleno de zonas grises, que ni siquiera las autoridades sanitarias, comerciales y los importadores, vendedores y usuarios logran develar. La razón es simple: el cigarrillo electrónico está prohibido en la Argentina. La paradoja: se vende en cualquier lado.
Aquí, la ANMAT reguló el tema en 2011, en la misma línea que lo había hecho su par estadounidense (la FDA), que se puede sintetizar en "el cigarrillo electrónico no fue estudiado a fondo, así que no se conocen sus riesgos potenciales", por lo que preventivamente se evita su uso. El tema es que en EE.UU. cada estado legisló por su cuenta, la mayoría prohibiendo la venta a menores de 18. Según ambas instituciones, que parecen seguir la visión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), tampoco se pueden concluir sobre sus beneficios -si los tuviere-, y el único que buscan los vapeadores es dejar el tabaco (vaping es como se le dice, en inglés, a la acción de fumar con cigarillo electrónico y exhalar el vapor). Aun sin la certeza científica, la conclusión para ellos es unánime: desde que arrancaron con el cigarrillo electrónico o dejaron de fumar, o fuman menos.
Cambio de hábitos
C. es odontólogo y tiene un consultorio bastante concurrido en Belgrano, cerca de las Barrancas. Para él, el cigarrillo electrónico fue un triple triunfo: no sólo pudo fumar en su casa, sino que pudo hacerlo neutralizando los argumentos de su esposa, quien con la excusa del humo y el olor lo mandaba a fumar al balcón. Además, C. pudo vapear entre paciente y paciente sin que el olor de la nicotina y el alquitrán se le quede impregnado a su ambo. Cualquier defensor del e-cig celebraría ésto, pero sus enemigos verán la otra cara de la misma moneda: la adicción a la nicotina. En este caso, argumentan que el cigarrillo electrónico le está sumando a su organismo una cantidad de nicotina que de otra manera no estaría consumiendo.
Una de las máximas autoridades en programas para dejar de fumar es John Dicey, el actual director del programa Allen Carr Easyway. Desde Londres cuenta a LA NACION que para él el cigarrillo electrónico es tan nocivo que hasta lo incluyó como parte de su estrategia comercial: "si no deja de vapear en 90 días le devolvemos su dinero", asegura en su plataforma publicitaria. "Es devastador. Ellos (los vapers) fuman cuando pueden y vapean cuando no pueden, en casa con sus hijos, en el auto, en el trabajo, en casa de amigos no fumadores. El e-cig los alienta a continuar en lugar de a dejar", sostiene.
Cuando el e-cig salió al mercado a mediados de la década pasada, la OMS sostuvo durante mucho tiempo que faltaba investigar para llegar a una conclusión, mientras alertaba sobre lo que sí se conoce: los agentes químicos que se mezclan con las esencias de sabor para los líquidos. Para la OMS, el e-cig es un "sistema de administración electrónica de nicotina" y afirma que "esas soluciones y sus emisiones tienen agentes tóxicos". Indiscutible.
Boom comercial
Pero en su reporte de fines de 2014, aun no puede afirmar si el cigarrillo electrónico es "la promesa o la amenaza" y admite que todo dependerá de cómo se desarrollará la compleja dinámica entre la naciente industria, la publicidad, los usuarios, funcionarios de salud pública y científicos.
También, todos esperan la movida del gran monstruo que acecha: las tabacaleras. La OMS pronostica que "recientes movimientos de las grandes corporaciones dan cuenta de lo difícil que será que el e-cig siga en manos de las pequeñas compañías independientes".
No debe ser fácil descartar un boom comercial: en 2015 la industria movió 3 mil millones de dólares solo en EE.UU. y se estima que para 2030 todas las variables relacionadas al negocio se multipliquen por 17. En EE.UU. calculan que la venta de e-cigs seguirá creciendo fuertemente (24% de acá a dos años), mientras que las ventas de tabaco se redujeron 30% en la ultima década según una investigación de la consultora Research&Markets publicada por Fortune. Para la OMS, casi el 4% de los fumadores del mundo lo hacen vapeando. Es un numero enorme para un producto que hace algo más de una década no existía.
Evidencia concluyente para la OMS de que hace mal o produce cáncer no hay todavía, pero de que es inocuo tampoco. Y no la habrá por años: por lo tanto, más insumos para la zona gris. Pero sí afirma que el cigarrillo electrónico expone al fumador a menos toxinas que el tabaco. Para Dicey, "más que insistir en empatar las regulaciones con otros productos para dejar de fumar, como los chicles o los parches, las autoridades de todo el mundo deciden ignorar el tema con la excusa de que es un producto no examinado a fondo y por lo tanto debería prohibirse del todo. Pero ignorarlo no lo hace desaparecer, lo que hace que los productores de e-cigs se muevan tranquilamente en esa zona gris donde siempre encuentran un hueco para vender un producto adictivo sin ningún tipo de restricciones ni de edad, seguridad o eficacia, ni siquiera publicitarias", afirma.
De hecho, en noviembre de 2014 los ingleses quedaron asombrados cuando luego de cuarenta años de prohibición de publicidad de cigarrillos se volvió a emitir, gracias al vacío legal, en un canal nacional y en hora pico, un aviso de VIP, una marca de e-cigs. Para Dicey, son sólo malas noticias: una nueva generación de adictos predispuestos a ingerir drogas vía dispositivos electrónicos -reclutados en principio a través del cigarrillo electrónico y estimulados por la publicidad- está naciendo. "Además, los fumadores actuales van a estar incorporando mas nicotina a través del cigarrillo y del vapeo, se renormalizará la costumbre de fumar en publico, y algunos ex fumadores volverán a un hábito que habían abandonado", sostiene. En Inglaterra, los clientes del curso de Carr que sólo vapean y quieren dejar de hacerlo ya son el 15 % del total. En cambio, en sus clínicas de América Latina (en Santiago, México DF, Lima y Bogotá) la cantidad de "only vapers" no llega al 3%, pero hace un par de años era cero.
El negocio local
Ricardo es un vendedor de pequeña escala, "especializado", según se define, que no solo vende sino que aconseja y asesora en la posventa. Para él, el comercio del vapeo en Argentina y sus altas y bajas tiene que ver con una sola cosa: "La prohibición lo único que logra es ir en contra el consumidor y beneficiar a los que mas contactos tienen en la Aduana", sostiene. "Entrarlo legalmente terminaría con los truchos de la Aduana y las transas de la frontera, los productos malos quedarían desplazados por el propio mercado, se acomodarían los precios, podríamos hacer envíos, transferencias, facturar, tener un mejor servicio de posventa. Ahora el negocio de gran escala está en manos de gente que no vapea ni sabe del tema, pero tiene acceso a traer un container lleno de mercadería malísima, lo que genera un escepticismo enorme sobre las cualidades en la gente que quiere dejar de fumar tabaco". La oferta en Internet y en la calle es amplísima; la prohibición parece no importar, lo que no sería tan grave si no fuera un tema de salud publica. Ricardo le vende sus modelos de cigarrillo electrónico (900 pesos en promedio) a un fiscal y a personal de la Casa Rosada, y ni siquiera él entiende cómo puede hacerlo dado que, según la prohibición, el ingreso de estos artículos para su venta constituye contrabando.
En cuanto a sus eventuales virtudes admite: "No digo que sea inocuo, ni siquiera las esencias sin nicotina, pero por lo menos se elimina el tabaco, el papel, el alquitrán y todas las sustancias producidas por la combustión". Cuenta que con una serie de preguntas ya sabrá qué tipo de esencia su cliente necesita, si de 0, 6, 12 18 o 24 miligramos de nicotina. "Con las graduaciones se regula el golpe de garganta, a más nicotina más golpe". Eso irá variando según la adicción que arrastre del tabaquismo su nuevo cliente.
En 2014, Jorge Lanata provocó un revuelo local al elegir fumar un cigarrillo electrónico en televisión . "El cigarrillo electrónico no es inocuo y cada día tenemos más evidencia científica de que el vapor que emana contiene muchos tóxicos que son sumamente dañinos para la salud de fumadores y también de los no fumadores", aclaró Jonatan Konfino, en ese entonces coordinador del Programa Nacional de Control de Tabaco.
Francisco es un distribuidor a mediana escala que pasó de tener un movimiento insignificante hace un año a vender casi 300 unidades por mes ahora (250 pesos de costo por la marca C4, un producto "genérico" que se vende a entre 350 y 500 pesos), y es apenas un jugador marginal, según se define. Sostiene que la mitad del costo que los vapeadores pagan por sus productos en Argentina es lo que se va en las coimas a los inspectores de la Aduana. Antes de hacer una venta, siempre en voz baja, hace una especie de "disclaimer" por si las moscas: "yo te los vendo a título particular, para tu consumo, si vos los querés vender luego es asunto tuyo, pero sabé que está prohibido". Él, que no fuma ni vapea, solo se rige por la ganancia: "A mi me lo ofrecieron y yo lo ofrezco a mis clientes. Me lo compran, es negocio, listo", resume.
Algo más del 22% de los argentinos fuman tabaco. A pesar del desaliento al consumo del cigarrillo electrónico por parte de la ANMAT y el Programa Nacional de Control del Tabaco del Ministerio de Salud (que no tienen datos sobre impacto y volumen del nuevo hábito) a los usuarios les basta la propia experiencia. Los vapeadores son legión y están activos en decenas de foros donde comparten trucos, secretos (en que aerolínea se puede vapear, cómo pasar el control de embarque, por ejemplo), compran y venden. A la mayoría le ayudó a dejar el cigarrillo. Como a un cliente de Ricardo con EPOC. "La gente me agradece haberle dado una mano para dejar el tabaco sin sufrir", recuerda. Al ser un territorio prohibido, las cifras globales de importacion, venta y consumo no existen.
En el Ministerio de Salud atribuyen la laxitud de los controles a la Secretaría de Comercio, que debería ejercer su poder de policía para hacer inspecciones e incautaciones, pero eso no sucede: los e-cigs se siguen publicitado sin filtros por Internet y se venden a plena luz del día no en lugares marginales, sino en elegantes negocios de Palermo y la avenida Santa Fe, Puerto Madero y Recoleta. "Eso es Policía Aduanera", contestaron apenas en Comercio. Aunque en rigor la operatoria de la Aduana está directamente ligada a las órdenes de la AFIP.
La zona gris también flota sobre las autoridades, lo que las lleva a justificar una paradoja: se prohíbe el cigarrillo electrónico porque no se sabe si puede hacer daño a la salud de la población. El tabaco, del que sí se sabe el daño que provoca, se puede vender libremente. Lo que lleva a otra paradoja: entre los entes responsables de hacer cumplir la resolución que prohíbe el CE está la Aduana, donde los importadores no encuentran obstáculos para entrar su mercadería, o será que los inspectores justo están distraídos, pero la consecuencia real es el contrabando. Esa es la única explicación de por qué a pesar de estar prohibido, hay una oferta masiva de cigarrillos electrónicos en todo el país. El vapeo ya no es marginal. El humo cambió de origen, el negocio también.
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