El proyecto de Anant Ambani abarca el hospital de elefantes más grande y equipado del mundo, un predio con espacio para 300 felinos y otro con cientos de cocodrilos
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Hace aproximadamente un mes, en homenaje al anuncio del matrimonio del hijo menor del hombre más rico de Asia, Mukesh Ambani, durante una celebración que duró tres días, se conoció el proyecto en el que Anant Ambani trabaja desde 2020. Un secreto que se mantenía celosamente guardado.
Sin embargo, para LA NACION –invitada a visitarlo hace casi un año– y para nosotros, los argentinos, era y es todavía la esperanza de ubicar a los 90 felinos que todavía esperan para salir en busca de más espacio y mejor vida desde el clausurado zoológico de Luján, cerrado al inicio de la pandemia.
Se trata del centro de rescate y hospital de elefantes más grande y equipado del mundo, y el centro para leopardos, con quirófanos especiales y enormes recintos con piedras, selva, espacios de agua, túneles aéreos para que los animales puedan desplazarse de un recinto a otro.
El proyecto, que abarca 3000 hectáreas, cuenta además con espacio para 300 felinos, traídos de lodges de caza de Sudáfrica, circos y zoológicos; cientos de cocodrilos traídos desde Perú y, sin fecha todavía, los tigres y leones de Luján.
El 27 de febrero, 2000 invitados, incluido Bill Gates, Mark Zuckerberg y otros personajes de la elite mundial, volaron hacia la ciudad de Jamnagar, en el estado de Guyarat, al oeste de la India, lugar de origen de la familia Ambani, donde funcionan las refinerías de petróleo y el centro operativo de Reliance Industries para recorrer y descubrir la obra de Anant y su futura esposa, Radika Merchant, hija de un riquísimo ejecutivo farmacéutico.
Radika tuvo a su cargo los discursos, agradeciendo a toda su familia política y propia, y a los invitados que llegaron desde todo el planeta hasta Jamnajar. Con emotivas palabras, la futura esposa contó acerca de Vantara (en hindi, ”estrella de la selva”), la gran obra que recorrerían junto a ellos, y acerca del mutuo compromiso que los unía, junto a su amor hacia los animales.
“A veces me preguntan cuándo fue que Anant empezó con esta pasión –dijo ante los 2000 invitados– y yo digo que estuvo siempre en su corazón”. También hablaron de Gingo, el primer elefante rescatado en el Rajasthan, y cómo se fue gestando el centro que lleva ya salvados más de 200 elefantes. “Hoy lo formalizamos, pero tuve el privilegio de verlos trabajar a él [por su futuro marido] y a su equipo. Anant, nunca voy a poder decirte lo suficiente cuán orgullosa estoy de vos. Este lugar es donde nos enamoramos y donde estamos cumpliendo nuestro sueño: Vantara”.
El hijo menor de Ambani, conocido y amado en la India por su generosidad, tuvo una infancia compleja en cuanto a su salud, debiendo consumir gran cantidad de medicamentos que le produjeron trastornos físicos, cosa que le sucede hasta el día de hoy.
Su madre Nita Ambani, contó lo especial que era Jamnagar, una ciudad histórica, para toda la familia. “La primera palabra que dijo Anant a los dos años fue Jamnagar. Hoy esta ciudad es un faro para nuestra familia. Por eso estamos festejando aquí, Anant está transformando esta ciudad. Por eso queremos que lo vean. Este lugar va a ser famoso en todo el mundo por lo que él está haciendo para la gente, los animales y el planeta. Tres generaciones de la familia, trabajaron para poder crear esto. Esperamos que la gracia, la belleza y la magia de lo que creó toquen vuestro corazón”, dijo a los invitados. “Mientras nacía Vantara, nosotros no sabíamos cómo sería. Anant estuvo en cada detalle. Es su gran pasión y su gran trabajo”, concluyó.
Luego de los discursos, las 2000 personas recorrieron el complejo, un anillo verde dentro del complejo de la refinería Reliance Industries, construido para rescatar, tratar y rehabilitar animales que lo necesiten.
A pesar de que algunos elefantes empezaron a llegar 2008, fue en medio de la pandemia cuando empezó el gran proyecto, que es hoy el centro y hospital para elefantes más grande del mundo. “Como todos sabemos, el mundo entero estaba sufriendo y todos teníamos más tiempo para pensar y reflexionar en ese momento”, contó Anant a LA NACION. “Los elefantes sufren mucho en cautiverio, llegan aquí con tremendos traumas, quemados, con sus lomos vencidos, cubiertos de pintura para las celebraciones, sin sus colmillos, con años y años de cargar, ser tratados con el bullhook, con cadenas en manos y patas”, describió.
Por sus dimensiones, la sala adonde se construyeron el quirófano para elefantes y cubículos para los diferentes tratamientos se sentía vacía con cuatro elefantes en su interior. Desde el techo colgaban arneses para poder alzarlos y moverlos hacia los diferentes espacios.
Un elefante que llegó en carne viva con la piel quemada recibe hace tres años un tratamiento ayurvédico, entre otros, con paños medicinales, que poco a poco van cicatrizando la piel. La recorrida siguió hacia un inmenso edificio blindado, al que ingresan todos los instrumentos utilizados en los centros de rehabilitación para ser esterilizados. En horas, salen por otra puerta listos para ser reutilizados. Otro sector es la veterinaria, con estanterías y cientos de remedios posiblemente necesarios.
La cocina para los elefantes es un mundo aparte, con los cocineros vestidos de blanco y grandes gorros, cacerolas de tamaños nunca vistas por esta cronista, creadas especialmente para cocinar proporciones elefantiásicas. En una gigantesca estantería, se lee el nombre de cada uno de los elefantes que viven en Vandara y la dieta que reciben. Como cortesía, el mismo menú que les espera a los paquidermos se ofrece en pequeñas bandejas y proporciones a LA NACION, como prueba de la calidad del alimento que reciben los animales.
Entre el equipamiento, sobresale una máquina gigante, especialmente ideada para hacer chapatis tamaño elefante, una de sus comidas preferidas y la manera más fácil de que tomen los remedios. La huerta parecía salida de un cuento de Las mil y una noches. En las piletas, con hidromasajes para tratar la artrosis de los elefantes, algunas viejas elefantas con una vida de trabajo forzado pasan horas paliando sus dolores.
Las ambulancias, con pisos y paredes de goma, rampas antideslizantes, espacio para acompañante y para comida, y tanto más, también fueron especialmente diseñadas por este amante de los animales, que estuvo a cargo de cada pequeño detalle de este centro solo concebible en Asia, en su desmesura. En este caso, y por una vez, para paliar el sufrimiento y el problema del animal más grande del mundo. El templo con una figura de Ganesh preside el centro y hospital que recién comienza a conocerse a nivel global.
Los leopardos, otros de los grandes problemas de la India por falta de espacio y comida, también poseen un centro de rescate y hospital a pocos kilómetros de los elefantes. A través de grandes ventanales se observan los enormes recintos de selva, espacios de agua, piedras, conectados entre ellos a través de puentes aéreos por donde caminan los felinos. En un quirófano, especialmente diseñado para ellos, durante la visita de LA NACION se desarrollaba una operación de un leopardo recién llegado con problemas en sus patas.
En otra instalación, en enormes espacios de agua habitan cómodamente 1000 cocodrilos traídos desde Perú, adonde morían hacinados y se construyen grandes recintos que eventualmente alojarán a los tigres y leones que todavía permanecen en el clausurado zoo de Luján y esperan fecha para ser trasladados hacia una mejor vida.
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